Capítulo 2

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—¡Maldito Paris! ¡Corre, mierda!

La chica de cabello rojizo iba empujando lejos de su rostro los mechones que escapaban de su coleta. Detrás suyo, jadeante, iba su amigo Paris, tropezando con cada piedra, rama y elevación en su camino. El idiota había parado cuando una perdiz con sus hijitos se cruzaron en su camino, lo que hizo que los perros de la frontera casi los alcanzara. Venus ya no podía más, estaba a dos segundos de matarlo. Siempre era lo mismo cuando cruzaban la frontera; Paris no era Paris sin atrasarlos. Es como si tuviera una programación en su ser para ser torpe. Que bueno que era un chico bonito y caballeroso. Aunque ahora su corazón suave y en las nubes les estaba jugando la vida.

Venus sabía que los perros de la frontera habían sido entrenados por el dueño del club al que pertenecía, pero aún así los perros parecían tenerle mala vibra a su amigo, quién intentaba calmarlos con su aire de pasiva (No es que lo fuera, pero casi), lo cual terminaba con uno de los perros casi mordiéndole el culo.

Cuando al fin llegaron al otro lado, se encontraban en un callejón que ambos conocían de memoria. Paris, aún jadeando, se acercó a una supuesta alcantarilla y la levantó, dándole espacio a Venus para que saltara dentro. Era la parte que Venus odiaba, saltar a la oscuridad de un abandonado sitio. En sus pesadillas estaba que un día iba a saltar y toparse con un ejercitos de ratas escalando su cuerpo. Pero era la única forma de llegar sin problemas al club. Arrugando la nariz, se paró en el borde de la alcantarilla lo suficientemente grande para un cuerpo y saltó.

Sus pies chocaron con tierra firme dos metros y medio más abajo. El agua de alcantarilla chapoteó bajo sus botas altas. Se alejó de la entrada y encendió su linterna. Buscó el fierro que se encontraba a un lado del oscuro pasadizo y espero a que Paris saltara. Como ocurrentemente sucedía, su amigo cayó de rodillas y soltó un gritito para nada grave. Venus rodó los ojos antes de proceder a mover con el fierro la tapa de la alcantarilla sobre ellos, la cual fue dejada en una esquina por Paris. Se aseguró de posicionar bien la tapa redonda antes de mirar las condiciones de su acompañante.

—¿Sigues vivo?

—No me molestes—bufó Paris.

—Sólo me extraña que tanta caída aún no te acostumbres.

—No todos los adolescentes rebeldes contra el sistema con atleticos de cara bonita. Yo sólo tengo la cara bonita.

—Si sigues así, lo único que serás es adolescente rebelde. Un día de estos caerás de cara.

—¡Eso explica todo!—dijo el chico con un tono lastimero. Miró a Venus con falsa pena.—¿Cuantas veces tuviste que caerte para quedar así, dulzura? Tranquila, seré tu consuelo. Nadie aquí juzga tu cara aplastada.

—Culero.

—Mandona.

Sin seguir su absurda discusión, se dispusieron a avanzar por el pasillo durante aproximadamente 10 minutos. Cuando llegaron a los que parecía el vestibulo de todos los pasillos subterraneos, vieron a un par de niños arrastrando bicicletas de las cuales colgaba una caja demasiado grande y algo parecía moverse dentro. Los pubertos iban pateando la caja entre risas. Venus sólo miró la escena con curiosidad. Paris la miró con horror.

—¿No deberiamos intervenir? Parecen que llevan una persona ahí adentro.

—Déjalos. Quizás sea un perro fronterizo que atraparon para tenerlo de mascota.

—¿Qué clase de lógica es esa?—Paris quería meterse en la cabeza de su amiga para ver si podía comprender su raciocinio.

Venus se encogió de hombros justo en el momento que recibió un mensaje en el celular que usaba para alumbrar.

Limitless • zodiacoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora