Capítulo 1 | Molestia

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Ingenuamente Jericho creyó que la estancia repentina de Ban en su casa sólo duraría como máximo tres o cuatro días, pero la molesta presencia de ese deprimido pecado capital en su sala llevaba ya dos semanas ahí.

—¡Despierta, Ban inútil! —Dio repetidos golpes con la almohada en la cabeza del zorro para despertarlo, aunque sabía que sólo fingía dormir.

El pecado de la avaricia había llegado una noche a su casa pidiendo quedarse, solo para enterarse al día siguiente de la estupidez que había cometido y como estaba huyendo como un cobarde de la situación. Al principio fue difícil para ella apoyarlo de alguna forma, pero al final tuvieron una pequeña platica en la que el zorro había prometido hacer las cosas de una mejor forma.

—Que molesta... —Dijo con desgano abriendo sus ojos de mala gana. —Todavía es muy temprano, ¿qué quieres?

—¡Que te vayas! ¿Cómo esperas arreglar las cosas si te quedas aquí haciendo nada?

El zorro no se movió del sofá, escuchaba con aburrimiento los regaños de su amiga pero sabía que tenía razón y no podía dejar las cosas así por más tiempo, pero sinceramente tampoco sabia como resolver la complicada situación, si es que había una solución.

—Un estúpido "perdón" no va arreglar nada.

—Eso es cierto, pero...

—Jericho, ¿tu querrías verme si fueras él? —Pregunto interrumpiendo a su amiga y siendo así el final de esa conversación.

Ban sabía que la respuesta era un claro "No", lo más seguro es que en este momento lo estuviera odiando con todo su ser, incluso más de lo que el zorro se odia a si mismo desde ese día. No había manera de arreglar nada o aclarar algo, había arruinado la situación por completo por sus estúpidos celos e impulsos que no puede controlar.

Pero aún así quería verlo una vez más, aunque fuera de lejos...
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Para Meliodas parecía ser una mañana mas en el Sombrero de Jabalí. Limpiaba la taberna lo mejor que podía mientras los demás despertaban. Secaba los vasos cuando vio a King bajar de las escaleras aún con un notable sueño que para Meliodas no fue tan extraño.

Desde que cierto zorro abandono la taberna, Meliodas ocupo su lugar en la antigua habitación que compartía con el hada. En el poco tiempo que llevaba ahí, pudo notar como la pequeña hada trasnochaba atormentado por sus pensamientos.

—¡Buenos días, King! —Saludo de buen ánimo, aunque no obtuvo un saludo de regreso del hada. —¿Te desperté esta mañana?

El capitán intentaba mantener una conversación con el hada, la cual se estaba volviendo unilateral ya que no recibía ninguna respuesta. Ya había notado esos extraños comportamientos días antes, justo después de que Ban ya no volviera a regresar a la taberna, sabía que algo había pasado ahí y podía ser la causa de las preocupaciones del hada pero decidió no hablar del tema por el momento, pues esperaba que Ban apareciera en algún momento.

—Parece que Ban tampoco vendrá hoy —Con esa frase logró captar la atención de la pequeña hada quien había tomado asiento en un banco cerca de la barra. —Se fue sin decir nada y ahora nos quedamos sin cocinero, que irresponsable. —Decía pequeños comentarios para intentar hacer que el hada hablara del tema por su cuenta.

—Capitán...

—¡Ban! —Interrumpió al hada con entusiasmo al ver al mencionado cruzar la puerta de entrada. —¿Dónde habías estado? Necesitábamos a nuestro cocinero experto.

Meliodas dio una rápida mirada hacia King quien ahora se encontraba tenso en su lugar, como si estuviera asustado de la presencia del zorro y con Ban era exactamente lo mismo. Había una extraña e incomoda atmósfera que se había creado en ese momento, el silencio reino por varios segundos hasta que Ban decidió acercarse a ellos como si todo estuviera bien.

—Me aburrí de cocinar aquí así que me fui —Respondió dando una simple mentira.

—Que malo —Al tener al zorro más cerca, Meliodas pudo notar con más claridad las marcas de las ojeras debajo de sus ojos, una clara señal de que no había estado durmiendo bien. —¿Qué tal dormiste?

—Bien, supongo.

El hada dejó escapar una pequeña risa amarga al escucharlo. —Al menos tu si puedes dormir, parece que no sientes culpa por lo que hiciste.

—King...

—No me hables —el hada se aferro a su almohada chastiefol y salió volando de la taberna con prisa, pues sentía que no podía continuar estar ahí por más tiempo.

—¿Qué sucedió entre ustedes? —Pregunto por fin Meliodas queriendo saber más del tema, eran sus compañeros y si ellos tenían algún problema quería poder ayudarlos a resolverlo como amigo y capitán de los dos.

Pero el zorro no dijo nada, no hizo un esfuerzo por contestar la pregunta. Dio un pequeño golpe en la barra con su puño, sintiéndose frustrado por la situación que él mismo había creado.

—¡Mierda!... necesito un trago.
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KING

No quiero verlo, ni siquiera soporto tenerlo cerca. Ya han pasado dos semanas y realmente me esfuerzo para olvidar esa dolorosa noche, pero unas cuantas semanas no es tiempo suficiente. Realmente me pregunto por qué lo hizo, por qué lastimarme así y forzarme, por qué arruinar todo de esa manera.

Cada vez que pienso en eso es inevitable el no poder llorar, el dolor que sentí llega a mi mente como memorias cada vez que entro en esa habitación que era nuestra. Son tantos los sentimientos que me golpean al mismo tiempo, odio, tristeza, dolor... y ese frustrante sentimiento en mi pecho que permaneció ahí a pesar de todo. No entiendo, ¿por qué no desaparece después de todo el dolor? no es normal y me odio de cierta forma por eso.

Ese sentimiento que se instala de forma forzada en mi, nubla mi mente cada vez que quiero odiarlo, como si no me lo permitiera. Borra todo juicio en mi cabeza y siento que me ata con fuerza a él pese a que quiero huir de manera desesperada por no poder controlarme a mi mismo, yo...

—¡King! —Escuché la voz de Diane llamándome a lo lejos.

¿Qué... estaba haciendo? ¿Por qué... había venido aquí?

—¡King! ¿Estas bien? —Diane ya estaba en frente mío, me miraba con preocupación. No sé si fue porque noto que estaba comenzando a sentirme desorientado pero se acercó para tomar mi mano con un toque sutil. —Te vi salir de la taberna, te veías muy mal.

¿Taberna? Ah, sí. Lo recuerdo, yo estaba molesto con Ban.

—No te preocupes, Diane, estoy bien. —Le sonreí para demostrarle que estaba bien y ella ya no quiso hacer más preguntas, solo sostuvo mi mano con cariño.

Me sentí aliviado con la compañía de mi querida Diane, su mano sujetando la mía se sintió tan cálida y reconfortante. Una vez que noto que estaba mucho mejor caminamos juntos hacia la taberna sin soltar nuestras manos unidas, eso me dio valor para pasar a un lado de Ban cuando entrábamos. Pude alcanzar a escuchar como susurraba una maldición para después salir del lugar.

Mi mirada fue hacia Diane quien me sonreía tan feliz, era una hermosa sonrisa que no pude evitar que mis mejillas se ruborizaran. Yo... quiero cumplir con la promesa que le hice.

¿Realmente podré hacerlo?

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𝗣𝗿𝗼𝗺𝗲𝘀𝗮 𝗥𝗼𝘁𝗮 | ʙᴀɴɪɴɢDonde viven las historias. Descúbrelo ahora