Un amor a lo prohibido [Terminada]

V.

Dormir en el piso no es buena idea. Me duele toda la maldita espalda, para variar, manche el piso de sangre negra por la jodida herida que me hizo Thalía, la matare cuando la vea, en estos momentos me encuentro caminando hacia el comedor general. Es temprano por lo cual supongo que no habrá tanta gente repugnante, hijos de dioses inferiores a mi padre. Odio a todos aquellos que me miran o tratan de dirigirme la palabra. Pateo las puertas y las pocas personas que están en el recinto me miran, gruño, camino hacia la señora Bachelet reparte la comida, me da dos sándwiches personales, me mira con miedo, le doy el maldito dinero y salgo del lugar. Me encuentro con Thalía, esquivo mientras me como uno de los sándwiches, ella me sigue aun llamándome, la ignoro.

Me termino el primer sándwich y cuando voy por el segundo escucho un disparo, esquivo la bala, me giro a ver a Thalía pero ahora no está sola, ahora hay un rebelde aprisionándola, me como rápidamente el segundo sándwich. Silbo. Se escucha un estruendo y es cuando sé que la armadura que mi padre me ha regalado respondió a mi orden, brinco dando una voltereta mientras mi nueva armadura me cubre desde el cuello hasta los pies. Dos espadas aparecen en sus fundas en mi cinturón de armas, las desenfundo y las llamas azules que caracterizan a mi padre cuando se enoja me rodean sin quemarme. Eso basta para decirle al enemigo que soy su hija, su primogénita. Camino hacia él, mis ojos se vuelven grises con las pupilas azules.

-Suéltala si quieres que tenga piedad de ti.- mi voz grave retumba por el pasillo que poco a poco se va abarrotando de chicas que se levantaron por el escándalo, el rebelde se ríe, saca una daga y se la encaja en la cintura a Thalía.

Ese fue el detonante. Me lanzo a contra él, el casco desparece dejándome ver el campo de batalla, salto, caigo detrás de él y con una espada le hago un corte en la espalda, eso es suficiente para que la suelte, la agarro y la empujo a con la instructora quien seguramente se la llevará a enfermería. El rebelde se gira, me trata de golpear pero esquivo sus golpes como si nada, lo pateo y sale despedido a dos metros de mí, se estrella contra el suelo, enfundó mis espadas. Me acerco a él, se trata de levantar pero se lo impido pateando su horripilante cara, me rio al verlo suplicar por su vida. Desenfundó una espada, colocó un pie en su pecho impidiéndole moverse para poder matarlo.

-¿Acaso tú líder te mando a matarme antes de que fuera al campo de batalla?- Me río.- Déjame decirte que iré antes de lo previsto para poder arrancarle la cabeza a tu estúpido líder, la pondré en la pared de trofeos de mi padre, todos me reconocerán como su hija, nadie se atreverá a desafiarme ni a él mientras viva.- gruño, alzo la espada.- Que tú alma no descanse.- la espada desciende atravesando su pecho, un grito espantoso inunda mis oídos.- Nadie se acerca a este lugar.- los ojos del rebelde pierden el color indicándome que está muerto.

-¡Hemsworth!- escucho al director.

-¡Señor!- le respondo.

-¡A mi oficina! Alguien saque ese cuerpo y notifíquelo a los soldados que llegaron esta mañana para custodiar el instituto gracias a Hemsworth.- enfundó mi espada, silbo y la armadura de desprender conforme avanzó hacia la oficina del director, mi armadura regresa a mi departamento.

-Sí, señor.- murmuro cuando termina mi armadura de retirarse, los murmullos no pueden faltar al ver mi rostro salpicado de la sangre del rebelde, parpadeo, las llamas cesan, mis ojos vuelven a ser normales, entro a su oficina.- Lamento el desastre, no esperaba que uno de ellos irrumpiera en el instituto buscando matarme.- levanta una mano como si ese asunto fuera de menor importancia.

-Tú padre dejó claro que ellos vendrían mientras estuvieras aquí, me alegro que lo hayas matado con tus propias armas y sin ayuda de nadie, das un buen ejemplo de tu posición pero hay una chico que dice conocerte.- Lo miro confundida, unos brazos me rodean, me giro a ver al chico y me encuentro con mi hermano gemelo, Evan.