Relato

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Ya no hay nada más que aire entre los dos, tenemos que dejarnos de una vez.

Soltarnos, dejarlo fluir, para que seguir con algo tan tóxico, las peleas, las palabras hirientes, todo eso está jugando en nuestra contra, y por más que sigamos intentando, siempre volvemos a la misma partida, ni siquiera cambiamos el tablero de juego.

Capaz que la vida no no quiera en este momento juntos, capaz que nos encontremos en otro momento, maduros, sonriendo, pasando por alto los problemas y arreglandolos como realmente se hace y no discutiendo, o gritandonos.

Dentro de dos o cinco años nos encontremos y nos terminemos riendo por las estupideces por las que peleabamos, por más que muy, muy en el fondo, sepamos que cada uno tenía sus razones y no eran porque si.

Veníamos con cicatrices que no habían sanado por completo, y todavía no terminaban de cerrarse, y por el más mínimo esfuerzo, sabíamos, que eso se terminaría o abriendo o desgarrándose poco a poco, con más dolor del necesario.

No lo dejamos estar, capaz que íbamos demasiado rápido.

Lo que yo sabía es que no media la velocidad y la distancia con la que estaba por colisionar con el muro y que el seguro no se haría cargo de nada.

Paso todo tan de repente, que ni siquiera me di cuenta cuando me empecé a enamorar.

Eso fue, no medimos la velocidad, ni el tiempo, ni la distancia en la que estábamos uno del otro y de nuestros sentimientos.

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