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- No creo que sea buena idea...

- ¡Tonterías! – la mire y le regale una sonrisa por su amabilidad – La fiesta va a estar buena, Aria, de verdad.

- No me van las fiestas – Nos detuvimos un instante en la entrada del comedor, me miro con severidad e inquirí – ¿Qué?

- Voy a hacer de cuenta que jamás dijiste eso...

- Es la verdad - trate de defenderme.

- No, claro que no, te hemos visto en clubes nocturnos. – su mirada rebosaba de indignación, sabía que podía tratarla de mentirosa en cualquier momento. Pero se apresuró – Mira, ve, si quieres hazlo. Estas invitadas.

Y se fue, camino en dirección contraria. ingrese en el comedor y tome mis refrigerios, Salí de ahí y comí dentro del salón. Pensaba una y otra vez en la idea de ir a esa fiesta... pero encontraba un montón de razones por las cuales no sería buena idea. Y no era ninguna sorpresa el que no me agraden mis compañeros, no pase por encima de ello, pero tampoco podía recluirme siempre.

Salí del salón tan inmersa en mis pensamientos que no me di cuenta que alguien estaba frente a mí, levante la vista justo a tiempo y frene. Me miro divertido y me regalo una sonrisa preciosa, sus labios se movieron en un susurro– Casi...

Me quede estática, asentí y sonreí nerviosa, me aleje. Sus ojos me atraparon de una forma distinta a las que ya conocía, lastimosamente los ojos de las personas que me habían rodeado eran fuertes y gélidos, Pero sus ojos eran distintos. Volví mi vista atrás, sentía que seguía observándome, y así era.

Me miraba con atención, observando mi cuerpo de una forma que hacia que ardiese, sus ojos negros me persiguieron durante mucho tiempo. La forma en la que lo atrape viéndome, como si fuera una maldita gacela y el un enorme cocodrilo. Los escalofríos recorrieron mi cuerpo mientras me alejaba a paso rápido.

Agradecí mucho cunado la campana me dejo marcharme, lo vi en el estacionamiento y apreté otra vez el paso.




Cuando el amanecer del día siguiente me sorprendió tarde dos segundos en comenzar a correr alterada, estaba llegando terriblemente tarde, mi madre no tardaría en golpear mi puerta. Me palmee la espalda por ducharme apenas llegue a casa la anterior noche, me dolía un poco la cabeza, River me había llevado a un sitio completamente lleno de gente. Tomamos un par de cervezas...

Me senté un momento en el retrete del baño, con el cepillo de dientes entre los labios traté de recordar, me aterraba la idea de haber metido la pata. Y es que el problema no era que el me gustase, los errores se cometen a veces sin sentimientos de por medio.

Me lave los dientes rápido conforme con lo que recordaba, sali de casa por la noche, me divertí, baile con alguien... River me trajo a casa antes de que bese a un desconocido y me duche.

Listo, eso había sido todo. Me metí entre los jeans ceñidos y me calé una sudadera encima del sostén deportivo. Acomode mi cabello como pude y con la mochila entre los hombros me lance por la puerta.

Llegue hasta la institución casi jadeando, los cigarrillos me estaban pasando factura, al llegar a la entrada me apoye sobre mis rodillas y respire hondo, ascendí los escalones de dos en dos y corrí por el pasillo hasta mi salón, mire en todas direcciones esperando que nadie me estuviera viendo.

Entonces una de las puertas de los tantos salones estaba abierta y como no, el chico cocodrilo estaba allí, en el primer pupitre mirándome.

El timbre del receso retumbo en mis oídos, golpee mis costados y observe como todos los alumnos salían de sus salones para buscar su refrigerio. Torcí el gesto y me propuse a buscar mi comida aun con la mochila sobre los hombros, por lo menos llegué a la hora del desayuno. Al volver en dirección a mi respectivo salón pase a su lado, comenzaba a sacarme de quicio, por el rabillo del ojo lo veía mirarme de arriba abajo como si fuer aun pedazo de carne. Tomé valor y me senté ahí mismo.

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⏰ Última actualización: Feb 22, 2019 ⏰

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Monstruos Detrás Del Armario | 1° libro #MddaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora