Capítulo 3 - La nueva, en dos sentidos

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Segundo día de clase, y adivinad qué... ¡llegaba tarde! El maldito despertador no había sonado. Me levanté de la cama lo más rápido que pude y me dirigí al armario.

Tropecé tres veces antes de llegar a él, y a la cuarta se me acabó la paciencia y recogí del suelo el libro de inglés con el que había topado.

- Se acabó. Estoy muy harta de ti. Siempre molestando -vale. Hablaba con un libro. Esto es normal en mí-. ¡Muere! - Grité con todas mis fuerzas y tiré el libro lo más fuerte que pude contra la pared.

Entonces rebotó y calló sobre la mesilla de noche, le dio al despertador y este acabó en el suelo deshecho en mil pedazos.

<<Toma ya, un 2X1>>, me alegré. <<Mierda>>, pensé negativamente. Vale ya la había liado pero bien. Me acerqué corriendo hacia los restos de lo que era un bonito despertador y añadí, hablando con él:

- Tú muerte también estaba escrita. Esto te pasa por no despertarme por las mañanas -y metí los trocitos debajo de la cama-. Luego te entierro, pero ahora llego tarde.

Una vez ya vestida, bajé los escalones y desayuné lo primero que vi en la mesa, como siempre un vaso de leche y una tostada. Me puse los zapatos y abrí la puerta de la calle. Notaba que se me olvidaba algo.

A la misma vez que yo salía, mi vecino pelirrojo, Ootani, también se despedía de su madre. Se ve que nos leíamos el pensamiento o algo parecido.

- ¡Oh, mierda! ¡Las lentillas! -exclamé enfadada-. Bueno pero ya no puedo entrar en casa o llegaré tarde.

Seguía lloviendo como los últimos cuatro días. Tuve que coger el paraguas del día anterior.

- Hotaru -me llamó mi vecino-. Déjame meterme debajo de tu paraguas, que yo no tengo más en mi casa. Se los han llevado mis padres al trabajo.

- Ni lo sueñes. Ahora es mío - y dicho esto salí corriendo en dirección norte.

El pobre chico me perseguía intentando meterse debajo y no mojarse. La verdad es que me daba un poco de pena, pero no habérmelo regalado. Al final, decidí esperarle en una esquina para que se metiera debajo. Aunque no me hizo ninguna gracia. Durante todo el camino restante me iba echando una buena reprimenda. Llevaba todo el uniforme empapado.

Entramos en el aula. Habíamos tenido suerte, la profesora aún no estaba allí. Kilari me dijo que me sentase con ella, mientras Ootani se sentó con Riku, el único chico lo bastante guapo en toda la clase para llamar mi atención.

Pasados unos cinco minutos entró un profesor, que desde luego no se parecía en nada a la profesora de francés que nos tocaba en aquel momento.

- Buenos días, alumnos -saludó, seriamente.

- Buenos días, señor -dijimos.

- Me temo que la profesora Mizuki está de baja durante una semana por enfermedad. Ha debido de pillar un resfriado por culpa de estos últimos días de lluvia.

- Entonces, ¿qué hacemos? -preguntó un chico que tenía pinta de sabiondo.

- Pues primero, para los que no me conozcáis, me llamo Ryu, soy el profesor de educación física. He pensado, si estáis todos de acuerdo, en bajar al pabellón, que ahora mismo está libre, y jugar a lo que queráis cada uno.

- ¡Bien! ¡Vámonos! -gritamos todos muy emocionados.

- Creo que os ha entusiasmado la idea. Pues venga, en fila por las escaleras y sin hacer ruido -nos ordenó.

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