XVIII

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Taché el 1 de agosto en el calendario cuando Matt se dio la vuelta para sacar la leche de la nevera. Hoy me marchaba a Sheffield y en cuatro días me iría a New York.

-¿En qué estábamos?, -Matt tragó la bocanada de sandwich que tenía en la boca – ¡Ah sí! No le digas a mamá que te vas sola a New York, dile que te vas con Holly o inventa a alguien más -nos sirvió leche a ambos –Come Meg.

-No tengo hambre. Comeré algo en la estación de trenes Matt, tranquilo.

Esperé a que mi hermano terminara su desayuno mientras me preparaba para lo siguiente: buscar mis cosas en casa de Jamie. Siendo esa la verdadera razón por la que no tenía ni el más mínimo apetito.

La ansiedad dentro de mí se hizo más fuerte cuando Matt agarró las llaves del carro. Llego el momento. Como siempre, mi hermano y yo nos distrajimos durante el corto trayecto en carro hablando de cualquier tema al azar, algo que ayudo a tranquilizarme, pero en mi mente persistía la necesidad de darle una explicación a Jamie.

Cuando estábamos más cerca del edificio, Matt se quedó en silencio. No debía ser fácil para él. Su hermana y su amigo. No tenía por qué defenderme o darme la razón, pero tenerlo a mi lado era un gran alivio. ‘’Estaré siempre contigo, no importa los desastres que hagas’’ me dijo cuando le conté la verdadera historia de qué había pasado cuando Jamie y yo estuvimos juntos en aquel hotel.

Por otro lado, me sorprendí al saber que Nick nos acompañaría a la estación de trenes más tarde. Además, había recibido un mensaje de Alex la noche anterior.

‘’¿Todo bien, bonita?’’ leí, sintiendo su coqueta timidez de siempre.

‘’Bien bien, no. Pero sobreviviré’’

Era extraño saber que quienes me apoyaban eran los mismos que apoyarían a Jamie, pero es normal supongo, tomando en cuenta lo cercanos que todos nos habíamos convertido. Todo quedaba entre nosotros.

Entre un pensamiento y otro, no me di cuenta cuando Matt se detuvo frente al edificio de Jamie. Me apresuré a quitarme el cinturón de seguridad pero mi hermano me detuvo.

-Creo que es mejor que me esperes aquí.

Abrí la boca para protestar pero solo negué con la cabeza. Estaba indignada, aunque en el fondo sabía que Matt tenía razón. Lo vi cruzar la calle y desaparecer en la recepción.

No pude evitar imaginar la escena. Un saludo cálido e, inevitablemente, incómodo entre ambos. Jamie preparó algo de comer e invita a Matt a desayunar,  pero este se niega ahorrándose la molestia de decirle que estoy esperando en el auto, aunque Jamie lo sospecha. Jamie le entrega una caja con mis cosas a Matt que, por educación, no revisa. Se dan un apretón de manos antes de que Matt suba al ascensor y aparezca de nuevo en el lobby.

Me quedé viendo hacía el interior del edificio, pero mi hermano apareció 30 minutos más tarde. No importaba cuantas veces lo imaginara, nunca sabría con exactitud lo que había pasado esa mañana en el apartamento de Jamie.

Subió al carro con un bolso y una caja. Se detuvo un segundo a verme, pero yo estaba inexpresiva viendo a las personas que cruzaban frente a nosotros. Soltó un fuerte suspiro antes de encender el motor y regresar a casa.

Me dejo sola en su cuarto para terminar los últimos detalles antes de partir a Sheffield. Abrí la caja para revisar su interior. Ropa, revistas, libros, esmaltes de uñas... nada faltaba. El dolor en mi pecho que había comenzado hace algunos días cada vez era más fuerte y pesado.

Siempre había soñado con mi historia de amor trágica, pero ahora que la tenía, no estaba feliz, por el contrario, estaba increíblemente triste. Desde el punto de vista médico: sí, ambos estábamos vivos. Sí, ambos teníamos pulso en nuestras arterías. Pero eso no importaba, pues definitivamente algo había muerto en mí; la sensación de seguridad y las ganas de nadar contra la corriente. Mi historia era tan trágica como la de Julieta, y no me importa si el mismo Shakespeare regresaba a la vida para contradecirme, pues no me haría cambiar de parecer.

Luego de separar mis cosas entre las que llevaría a Sheffield y las que no, me recosté unos minutos sobre la cama y no pude evitar dormirme.

Me desperté cuando sonó el timbre. Nick había llegado. Me levanté ansiosa y saqué la maleta al salón principal. Solo era un fin de semana en Sheffield, pero mientras más se acercaba el momento más me emocionaba. Saludé a Nick con afecto.

-Pensé que esto te serviría para distraerte un poco en el tren –me dio algo envuelto. Quité el papel de regalo y vi un pequeño libro en su interior. 14.000 cosas por las que estar feliz, sentí que algo en mí sonreía por primera vez en horas.

-Es bueno saber que todavía hay cosas por las que estar feliz –dije en voz alta lo que era más bien un pensamiento.

-14.000 cosas –aclaró Nick sonriendo.

-¿Les provoca tomarse algo antes de irnos? –añadió Matt, ajeno a la conversación. Nick y yo asentimos.

Para nosotros, los ingleses, la puntualidad es casi un reflejo, como lo es pestañear, ni siquiera necesitamos intentar llegar temprano a un lugar, simplemente lo hacemos, así que las cervezas que cargábamos en nuestro organismo no nos impidieron llegar un cuarto de hora antes de que el tren partiera.

-¿Un último cigarro antes de decir adiós? –dijo Matt con poca voz.

-No es como si estuviera muriéndome Matt –sonreí, pero un afilado cuchillo apuñaleo mi pecho al entender a lo que se refería. No iba a ser el último cigarrillo que compartiéramos, pero si sería el último que compartiéramos en varios meses. Tragué saliva y asentí, volviendo a sonreír.

Nick se quedo a nuestro lado, más callado que antes. La imponente estructura vidriosa de la estación me permitió ver desde afuera las pantallas con los horarios de partida. Ya es hora, me dije antes de apagar el cigarro con las botas.

Adolescencia FluorescenteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora