XII

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-Necesito ir a mi apartamento a buscar unas cosas –mi estadía en el apartamento de Jamie se había extendido más de lo que esperaba (dos semanas) y necesitaba buscar más ropa.

-¿Qué tipo de cosas? –preguntó curioso, mientras tocaba algunas notas al azar en la guitarra.

-Cosas.

-¿Puedo saber cuáles? –el interés en sus ojos se hizo aún mayor, incluso dejo de tocar el instrumento. Levanté una ceja -Vale, entiendo. ¿Te llevo ahora?

-Si puedes.

Apagó el amplificador y colocó la guitarra en el stand. Antes de salir, cogí mi abrigo de invierno y Jamie su chaqueta negra de cuero. Tomé las llaves del apartamento y un bolso vacio para guardar las cosas que iba a buscar. No sé por qué, pero los viajes en ascensor pueden ser un momento agradable o un desastre total, pero nunca pueden ser ambas.

-Estaba pensando en pasar el día con Holly–comenté cuando íbamos por el piso tres. Jamie frunció el ceño. Habíamos pasado tanto tiempo juntos, que la idea de estar separados parecía absurda.

-¿En serio? Qué bien, pero ¿mañana estas libre? –mañana era su cumpleaños, por lo que su pregunta era lógica y predecible. Le sonreí y estuve a punto de besarlo cuando las puertas del ascensor se abrieron.

Atravesamos la recepción y fuimos al estacionamiento. Abroché mi cinturón de seguridad y lo solté cuando estuvimos frente a mi edificio. Me coloqué el abrigo, sabiendo que mi apartamento sin calefacción era más frío que las mismas calles de Londres (gracias a la altura y las corrientes de aire).

-Suerte en el ártico –bromeó Jamie, haciendo una clara referencia a lo que, más que su banda, era su vida. Lo besé antes de bajarme, dándome el gusto de tomar entre mis manos sus rosados cachetes.

Subí por las escaleras al mismo tiempo que escribía un mensaje de texto.

‘’¿Dónde estás?’’

‘’Llego en 5 minutos, me detuve a comprar una caja de cigarros’’

‘’¿Ahora fumas?’’

Llegué al apartamento y me apresuré a buscar algunos conjuntos de ropa y pares de ropa interior. Encendí un cigarrillo cuando estuve en el cuarto para ocultar el olor a humedad de las cortinas. Mi cama seguía igual a como la había dejado; por alguna razón no me gustan las camas completamente hechas, así que me recosté y jugué un poco con las sábanas. Listo, con el olor a cigarro y las sábanas vueltas un desastre, me volví a sentir como en casa.

Mi ritual de adaptación se vio interrumpido con el agudo sonido del timbre.

-¿Quieres entrar?

-No te ofendas, -dijo Alex –pero no. Esta jodidamente frío allí adentro.

Reí –Busco mi bolso y nos vamos.

Alex estacionó el carro a varias cuadras, por lo que tuvimos que caminar un rato. Él encendió un cigarro, respondiendo la pregunta que le había hecho por mensajes.

-¿Desde cuándo el vicio, Turner?

-Es temporal.

-Claro –no iba a serlo.

-¿Has pensado en el regalo de Jamie? –dio una larga calada al cigarro y pensé que tosería.

-Quiero comprarle un estuche para su guitarra.

-¿Y quieres que te ayude a escogerlo? –asentí.

Recorrimos varias tiendas, recibiendo un trato especial hacía Alex de parte de todos los vendedores, hasta que conseguimos un imponente estuche de cuero marrón y delicados acabados en acero.

‘’Saludos a Holly’’ decía un mensaje de Jamie, recordándome mi pequeña mentira.

Empezó a caer la noche, así que Alex me llevó de regreso al apartamento que ahora Jamie y yo compartíamos. Dejé el estuche de guitarra con el recepcionista, quien amablemente había aceptado ser mi cómplice, y subí al ascensor.

Un fuerte olor a cotufas inundaba el apartamento acompañado de distintas voces que provenían de la habitación principal. Jamie estaba concentrado en una película, pero de todas maneras me saludó y me preguntó sobre que había hecho en el día. Como era de esperarse, inventé un día de mujeres en el centro comercial. Me quité el abrigo y el reloj antes de acostarme a su lado. No nos tomó mucho tiempo dejar de ver la película, dándole más importancia a besarnos y quitarnos las prendas de ropa que aún traíamos puestas. No era una escena exageradamente sensual y lujuriosa, solo nosotros desafiándonos el uno al otro a tomar el control de la situación mientras que sonaban algunos disparos en el fondo (de la película, por supuesto) y de vez en cuando soltando una carcajada por algún sonido gutural que se haya escapado. Sabía que Jamie me había extrañado, pero no tanto.

Cuando todo terminó,  fui a buscar un vaso de agua. A los pocos segundos, Jamie llego a la cocina usando unos shorts y un peinado poco glamuroso.

-Sonaste como Frank Sinatra allá adentro –bromeé para romper la tensión.

-Cállate –respondió sonriendo.

Silencio.

-Deberías ser el vocalista de la banda –dije al final.

Fijé mi vista en el reloj de agujas que teníamos en la pared. Faltaba un minuto para las doce así que empecé un conteo regresivo en mi cabeza.

 

Sesenta, cincuenta y nueve, cincuenta y ocho, cincuenta y siete…

Adolescencia FluorescenteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora