Ha pasado un mes desde aquel incidente. Un mes desde que empezó a ver demonios al salvar a una niña llamada Yuri. Un mes desde que descubrió que él era un demonio. Un mes desde la muerte de su padre adoptivo, Fujimoto Shirō, a manos de su padre biológico, Satán. Desde aquel día, Okumura Rin juró frente a su tumba convertirse en exorcista para derrotar a Satanás.
Suena la alarma a las 8.20 de la mañana. Rin, molesto por el sonido, busca vagamente con su mano el despertador. Lo apaga, y sin apenas esfuerzo, se da media vuelta entre las sábanas. Pasan unos minutos hasta que se vuelve a dar media vuelta. Mira de reojo el reloj que tiene a su lado. Marca las 8.57. Sobresaltado, salió de su cama con rapidez, cogió su uniforme y empezó a cambiarse. Mientras se abrochaba los botones de la camisa, se quedó contemplando unos segundos su espada, la Kurikara, donde en ella se encuentra sellados sus poderes demoníacos. Antes de suicidarse, el padre Fujimoto le había dicho que llevara siempre consigo la espada, que no le apartase la vista de encima ni siquiera al dormir, que jamás se la diera a alguien y que la valorase como su propia vida.
Una vez listo y con la Kurikara enganchada a su espalda por medio de una correa, salió del dormitorio y se dirigió a toda velocidad hacia el comedor. Al llegar, se encontró a su hermano gemelo, Okumura Yuito, quien no heredó los poderes de Satán. Había terminado de desayunar y se disponía a llevar su bandeja a una mesa enfrente de la cocina.
- Veo que te has levantado, nii-san -dijo con un tono molesto pero a su vez indiferente
- ¿Por qué no me despertaste? -le exigió Rin.
- ¡Lo intenté! ¡Muchas veces! Pero como no pude, te dejé dormir -respondió.- Si no te das prisa, llegarás tarde a clase y si sigues así, no conseguirás convertirte en un exorcista.
- Que llegue tarde no significa que no pueda convertirme en el mejor exorcista que haya existido -respondió malhumorado.
- Que llegues tarde significa que no te tomas en serio las clases. Y, si no te lo tomas en serio, no podrás convertirte en un exorcista para acabar con Satán -aclaró Yuito molesto por la insensatez de su hermano.
Lo dijo. Para Rin, cualquier cosa que tuviera que ver con su lado demoníaco o con su progenitor, era un tema delicado del que no quería saber nada. Durante unos instantes, el silencio se adueñó del lugar. Yuito decidió que era mejor irse, así que dejó a Rin desayunando.
- Te veré en clase -dijo Yuito para romper el silencio incómodo.
Rin asintió mientras se terminaba el bol de arroz. Mientras se acababa lo que le quedaba del desayuno, se perdió en sus pensamientos. Primero, empezó a divagar sobre todo lo que le había pasado hasta ahora. Desde que tenía cuatro años, empezó a sospechar de su identidad como demonio ya que no paraba de oírselo a los vecinos y a sus profesores en el jardín de infancia. Además de que siempre tuvo una gran fuerza que superaba el de un humano corriente. Entre tantos recuerdos, suspiró. Gracias a eso, volvió en sí, se levantó para dejar su bandeja al lado de la de su hermano y puso rumbo hacia la clase.
- Veamos... creo que la clase que toca ahora es... demonología... -dijo haciendo memoria- otra clase aburrida e inútil -se quejó.- Además de que siempre termino durmiéndome en clase y no tengo ni idea del porqué...
Desde el día en el que le fue entregada la Kurikara, Rin se pasaba, como mínimo, 11 horas al día durmiendo. Su hermano Yuito y sus amigos de la clase de exorcismo siempre se quejan de lo irresponsable y dormilón que es Rin pero él no tenía la culpa de eso ya que antes de que la espada estuviera en manos de Rin, se encontraba sellada en un baúl custodiada por el padre Fujimoto. El sello se rompió debido a que su poder crecía cada vez más y, por lo tanto, la espada ya no podía contener más del que podía, es decir, había llegado a su límite. Como forma para contrarrestar la falta de contención de la Kōmaken, Rin dormía más de lo necesario para mantener el poder bajo control.
LLegó a la entrada del aula y no se apresuró en entrar. Se tomó unos segundos antes de abrir la puerta para despejar su mente y concentrarse en su meta actual. Al entrar, se percató de que las miradas de sus compañeros y la de su profesor se habían puesto sobre él. No le dio importancia y siguió caminando hasta llegar a su pupitre. Se sentó y acto seguido, el profesor dijo:
- Veo que has llegado a tiempo a mi clase, Okumura. ¿Acaso eso significa que has decidido dejar de perder el tiempo y ponerte a estudiar?
Los alumnos empezaron a reír. A Rin no le gustó nada, pero no estaba de humor para aclararle a sus compañeros de que por fin se había decidido a tomárselo en serio. La hermosa chica que se sentaba a su lado, Moriyama Shiemi, que vestía un precioso kimono, se dio cuenta de que el joven Okumura estaba diferente de lo habitual, así que se decidió a preguntarle:
- Rin... ¿acaso te pasó algo? No pareces el de siempre...
- Últimamente he estado pensando en un montón de cosas, eso es todo -respondió indiferente.
- Ya veo... ¿Sabes una cosa? Gracias a que te conocí aquel día, estoy aquí ahora y conseguí superar lo de mi abuela. Así que para devolverte el favor, puedes contar conmigo para cualquier cosa -dijo alegremente.
Rin dejó escapar una leve sonrisa.
- Sí, gracias, Shiemi, lo tendré en cuenta.
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Me gustaría saber qué opináis sobre mi forma de expresarme y como de bien veis las ideas que voy teniendo a lo largo de la historia 😊
PS: no me critiquéis mucho, por favor, que es el primer fanfic que hago.
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Los capítulos serán SEMANALES debido a la complejidad de la trama.
Fecha de publicación del siguiente capítulo: 18/01/19
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La chica que vino en busca de Okumura Rin (燐を探しに来た女の子)
FanfictionDesde cierto día, los poderes de Okumura Rin, el hijo de Satán, empiezan a despertar, desencadenando acontecimientos indeseables. Durante su estancia en la escuela para exorcistas, aparece ante él una chica que tiene un interés en él. Pero, ¿quién e...