Capítulo 4.

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¿Tu casa?- preguntó Annie sorprendida.

-Sí, mi casa.

-Pero... esta no puede ser tu casa- Negué.

-¿Por qué no? ¿No doy el pego?-Rió.

-No.

-Bueno, pues es mi casa ¿Vais a decirme ya que estáis haciendo aquí?

-Pero no subiste a nuestro avión -Dijo Annie, extrañada- ¿Cómo has llegado?

-Mmm, ya bueno, sobre eso... Espera, no me cambiéis de tema ¿Qué demonios estáis haciendo aquí?

Miré a Annie preocupada, esto no iba a salir bien. El chico me miró con una sonrisa de oreja a oreja, le miré desafiante con el ceño fruncido. No quería saber con que saldría ahora.

-No os habréis enamorado de mí y me habréis seguido, ¿Verdad?-Sonrió pícaramente.

Predecible.

-Mira, señor idiota arrogante del aeropuerto, no tenemos tiempo para tus tonterías, así que di nos donde estamos o ayudanos a llamar a un taxi.-Escupí enfurecida.

-¿Taxi? ¿Dónde tenéis que ir?

Suspiré, intentando relajarme.

-Tenemos un apartamento cerca de Seal Beach.

Nos miró pensativo por un momento y después sonrió ampliamente.

-Yo os llevo. -Sonrió.

¿Qué? Abrí los ojos poniéndolos como platos, sorprendida ¿El idiota arrogante ofreciéndonos ayuda? Que alguien me pellizque.

-¿De verdad? - Preguntó Annie ilusionada.

-Claro.

-¿Dónde está la trampa? -Fruncí el ceño.

El me miró, confundido al principio, después sus ojos emitieron un destello y sus comisuras se elevaron formando una sonrisa. Había trampa.

-Una cita. Tú y yo ¿Qué te parece? -Sonrió pícaramente.

¡Já! ¿Una cita? Ni en broma, antes preferiría saltar desde un edificio de 40 metros, atada en un camión con la insignia de "pollos  planes" y un mono bailando en su interior, sería más bonito.

-Me parece que ese casco -el de la moto- te ha debido de apretar demasiado y ahora tienes alucinaciones.

Él rió y se acercó poco a poco a mí hasta quedar a pocos centímetros, noté como comenzaban a sudarme las manos, como mi corazón aumentaba su ritmo y como el calor inundaba mis mejillas. Él se dio cuenta de mi estado y sonrió para acercarse un poco más, hasta que nuestras frentes estaban juntas y nuestra respiración se había mezclado.

-Cielito, era una broma, jamás saldría con alguien como tú.

Espera, espera, espera... ¿Alguien como yo?

El idiota arrogante se alejó y comenzó a reírse a carcajadas. De nuevo el calor inundó mis mejillas, pero esta vez de rabia. Estúpido, estúpido, estúpido, estúpido, estúpido. Le iba a dar su merecido. Alcé el puño, desde detrás de mí, cogiendo carrerilla, cogiendo velocidad, directo a su estómago. Mi puño entró en contacto con la suave tela de su camiseta y descargué toda mi rabia en el golpe, algo duro chocó contra mi puño haciendo que apareciera un dolor punzante en este. El idiota arrogante me miraba sorprendido y confundido, hasta que se dio cuenta de la situación y comenzó a reírse de nuevo. Este chico me exasperaba tanto que me daban ganas de tirarle un panal de avispas en su perfecta cabeza.

Solté un gruñido y me di la vuelta enfurecida, miré a Annie de reojo que me miraba sonriente (oh, vamos) y comencé a caminar. No necesitaba su ayuda, lo conseguiría yo sola.

-Princesa, vuelve, puedo llevaros no está muy lejos- Dijo detrás de mí.

¿Princesa? puaj.

-No necesito tu ayuda, puedo hacerlo yo sola...

Unas manos viajaron al rededor de mi cintura, elevándome con facilidad. Maldito idiota arrogante.

Comencé a gritar y a patalear pero él apretó el agarre, dio la vuelta y comenzó a caminar. El pelo me tapaba la vista, mis piernas colgaban dando patadas al aire y mis manos estaban en el brazo que rodeaba mi cintura, intentando liberarme.

-¿Qué demonios estás haciendo?- Escupí.

-Relajate y disfruta del paseo princesa.

-Aj, no me vuelvas a llamar princesa.

-¿Por qué? ¿Te enamora?

-Más quisieras.

Levanté la cabeza echando mi pelo hacia atrás. Estábamos en frente de una gran puerta blanca, parecía de un garaje. Miré hacia atrás y allí estaba Annie, mirándome con una expresión divertida. Bufé mientras observaba como la puerta del garaje se abría dejando ver un deportivo rojo.

Entramos dentro y el idiota me sentó en el asiento del copiloto.

Ah, no. No pensaba ir a su lado, ni en broma, me niego.

Intenté levantarme y abrir la puerta del coche para poder salir, pero antes de poder decir misión cumplida, él pasó su mano por delante y presionó en mi estómago empujandome suavemente hacia atrás, me puso el cinturón y sonrió.

-No te contengas, princesa.

-No me llames princesa -Gruñí.

-Bueno, no sé tu nombre. Yo soy Patrick, por cierto.

-Bien, tampoco me interesa, no pienso volverte a ver.

Él sonrió, arrancó el coche, que bajó su capó y se convirtió en un descapotable, salió de la urbanización y llegó a la carretera justo cuando 'Sing!' de Ed Sheeran, comenzó a sonar. Miré a Annie que estaba en la parte trasera del coche. Sonreí y las dos empezamos a tararear.

-Podéis cantar si queréis, no me importa.

-Jamás cantaría delante de ti.

-No es lo que suelen decir todas -Sonrió.

¿Todas? ¿No me digas que también es un mujeriego? Puf, es obvio que sí, va con su carácter utilizar a las mujeres. Genial.

-Claro...

-¿Sabes que aún no me has dicho tu nombre?

-Ni pienso hacerlo.

-¿Por qué? Las princesas como tú deberían tener una mejor educación -Sonrió

Bufé, incluso en América me decían como debía comportarme. Menuda mierda.

-Si he venido hasta América ha sido para olvidarme de toda esa mierda de la educación, y no me llames princesa -Suspiré cansada.

Noté su mirada en mí, se la devolví y fue cuando me di cuenta de que me miraba serio, curioso, la expresión divertida había desaparecido y ahora tenía una pensativa. Él apartó la mirada y suspiró. Parece que él también tiene sus demonios...

-Bibi...

Él me miró sorprendido, alternando su mirada entre mis ojos y la carretera, Long Way Home de 5sos comenzó a sonar, el viento acariciaba mi pelo enviándome una sensación muy agradable de libertad, por fin, era la primera vez en mi vida que me sentía libre, sin cadenas. Cerré los ojos y saqué una mano por la ventanilla, sintiendo como si acariciara el viento, dejándome llevar. Se sentía increíblemente bien. Sonreí.

-Es un nombre raro... es bonito

-Lo sé.

-Se siente muy bien ¿verdad?

-Sí, te sientes libre.

¿Quién lo iba a decir? Tal vez incluso el idiota arrogante podía ser simpático.

Ojalá pudiera quedarme así por siempre...

Lost In Your Eyes.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora