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De verdad que lo intentaba. Cada vez que pasaba, reprimía esas ganas de girarme y mirar al frente, salir a balcón de forma escurridiza y observar con deleite como mi nuevo vecino se follaba a sus chicos y chicas.
Por un momento quise ser uno de esos que llevaba a su cama, y que me hiciera llegar al éxtasis como nunca antes nadie lo hizo.
Era imposible no hacerlo, y una vez más, con sus acciones provocativas, mi pene se deleitaba con mi mano, en unos acelerados vaivenes.
Los gemidos de la chica entre los brazos de mi vecino, eran audible y excitantes. Su falo extenso se introducía una y otra vez en esa estrecha cavidad, más y más fuerte.
No sabia su nombre, pero en realidad lo único que me importaba era ver como ponía en marcha su morbo y cada uno de sus juegos.
Un leve jadeo de escapó de mis labios, cuando mi vecino con brusquedad puso en cuatro a la chica, le pego un azote y se metió fuertemente hasta el fondo. La luz amarilla en su habitación daba un toque aún más candente.
Mi vientre bajo se contrajo y justo ahí, supe que terminaría junto a ellos.
Con un, mierda, mi semilla se escurrió por mi camisa y mis manos, al mismo tiempo que en la habitación de mi vecino, su gemido pronunció en su boca fuerte y dejándome sin cordura.
Salió de la chica para luego cerrar la cortina de las ventanas de su habitación, su balcón quedo iluminado por una tenue luz y yo quedé, como siempre una vez más, sastifecho.
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