Capitulo uno: El crío / niño de los planes.

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Los personajes y hechos retratados en esta historia provienen en su mayoría de la ficción. Cualquier parecido con personas verdaderas, vivas o muertas, o con hechos reales es pura coincidencia.

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Luego de una terapia de choques, el paramédico verifico mi pulso, parecía más tranquilo después de que mi corazón volviera a trabajar.

/Como lo note se preguntaran, pues.../

Me encontraba en un estado aparentemente inconsciente para los paramédicos, aunqué por mi parte  podía escuchar y sentir la mayoría de acciones que se me realizaban, era como flotar entre mi cuerpo y la cabina de la ambulancia que me transportaba hacia el hospital más cercano, sinceramente esperaba llegar lo más pronto.

- - - Supongo que les interesa el saber, él porque de mi situación, de lo contrario estarían leyendo historias de acción o aventura, las cuales alguna vez fueron mis favoritas o algún relato erótico en alguna página de esa índole, pues prosigamos.

Comencemos desde el inicio, en un principio Dios creo el cielo y la tierra... No que es broma, el big bang me parece más apropiado para empezar con la historia, pero no es mi intención aburrir con eso así que estaría bien retomar desde mis 4 años de edad aproximadamente. ---

Era el inicio de los dos mil, para ser más específico el año dos mil dos, me encontraba en mi casa de residencia en ese entonces en un barrio tranquilo de una zona residencial con varios años a sus espaldas, recuerdo que era una mañana de un domingo cualquiera, no sería falso el suponer que a tan corta edad los días comienzan tarde y terminan temprano, pues eso era casi siempre mi caso, mis días empezaban generalmente después de las diez de la mañana, salvo días puntuales en los que mi reloj interno se adelantaba de cuatro a dos horas. Y...

¿Porque el asistir a la escuela a los cuatro años? Bueno eso tiene una respuesta semi-corta.

Poco después de cumplir los cuatro años, mi madre me despertó ese día "x" con la noticia de que desde mañana asistiría a clases "regulares" en la jornada vespertina ósea en la tarde, y así fue como mi madre me había inscrito sin preguntarme en ninguna ocasión previa si me gustaría asistir a una escuela.

Aunqué para aclarar en mi país antes de la primaria se encuentra una especie de guardería en la que se enseña medianamente o la aproximación a lo que sería el escribir y leer para esas edades, además de tratar de aprender a relacionarse o convivir con los demás entes / compañeros que asisten a la misma clase que tú, lo cual dura aproximadamente tres años si inicias desde los cuatro como fue mi caso.

Retomando el norte de mi anécdota, uno de los recuerdos que poseo después de iniciar mi asistencia a la escuela es el de "ayudar" a una compañera, en el primer día de clases y para muchos uno de sus mayores desafíos hasta ese momento, que vendría siendo de la siguiente forma:

Recuerda que estaré esperándote cuando salgas. - decía una mujer de veintitantos años, caminando hacia la escuela con su hijo tomado de la mano.

Si. - era la respuesta de su hijo, el cuál portaba una mochila con lo que la escuela pedía a su alumnos más peques, además de un biberón alias tarro o contenedor con leche para tomarlo durante el receso.

Y con esta singular escena se dirigían nuestra peculiar pareja de madre e hijo desde la parada de autobús más cercana, pasando por las calles próximas a la escuela, para dirigirse al acceso de esta.

La entrada al centro educativo estaba casi desierta ya que nuestra pareja había tomado la precaución necesaria para evitar atascos del primer día y decidieron tomar rumbo a la escuela aproximadamente de treinta a cuarenta y cinco minutos antes de la entrada normal de los infantes.

Anecdotas de un ayer, experiencias del ahora y experimentos del mañana.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora