Se podría decir que la finalidad de las relaciones humanas son con un propósito de ahuyentar la soledad, o simplemente descartarla como una posibilidad de vida.
Solemos acostumbrarnos a la compañía del alma gemela que encontramos, por ejemplo, en el trabajo o en una cafetería. Pero, ¿Y si tener a uno no era suficiente? ¿Si compartir tu vida entera con una persona, al vez de ser placentero te produzca incomodidad? ¿Y qué pasaría si vivir como una familia tipo, con esposa e hijos, teniendo un trabajo fijo y vacaciones pagas no fuera lo que más se desease? ¿Qué pasaría si se quería vivir una vida llena de aventuras, sin pensar en el mañana o disfrutando del ahora, de lo que se consigue día a día? ¿Seré raro si sólo quiero follarme a todas las minas que se pasean delante revoloteando sus impetuosas tetas como si fuesen dos globos que agitar? La verdad que no sé qué ocurre, pero vivir la vida de esa manera era una buena forma de vivirla y disfrutarla...
Stefano Di Gregorio, con un porte poderoso, ojos claros, demasiado claros para su tono de piel. Cabello oscuro, muy oscuro como el carbón, una ancha espalda y uno de los cuerpos más envidiados en silencio por cualquier hombre que cruzase su camino, era atractivo desde cualquier vista posible. El rugby durante el secundario le había favorecido a lo grande, y la equitación había logrado en él una precisión que incorporó también en su nueva empresa millonaria.
Fishler era una empresa de ropa masculina que había ganado gran prestigio gracias a sus inigualables comerciales, y con el tiempo, su jefe se convirtió en toda una celebridad entre las prestigiosas marcas de ropa.
Con fama, dinero y mucha belleza que irradiaba, Stefano fue abriéndose camino en el mundo de la avaricia, el egoísmo, la codicia, el sexo y la lujuria. Tener que enfrentar todos los días el duro trabajo de tener cámaras siguiéndolo, observando qué hace y hasta con las personas con las que se encunetra fue algo que con el tiempo lo asimiló. Su obseción por el sexo opuesto lo llevó a una desenfrenada vida de lo cual se sentía muy orgulloso. Sin relaciones sentimentales, sin ataduras, sin llamadas, sin celos, sin nisiquiera importarle el bienestar del otro, y primordialmente si sentimientos eran las reglas básicas para tener una potente, erótica e inimaginable aventura con el Señor Di Gregorio. Cada mujer que cruzaba delante suyo era una presa fácil de manipular; una bonita cara, un cuerpo de infarto y una sonrisa muy sensual eran rasgos para ganar, y todos los rasgos que calificaban a Stefano.
¿Qué pasaba si algún día se enamoraba? ¿Si aparecía alguna mujer con la que quisiera tener siempre a su lado?
Eran preguntas que lo atormentaban con gran ímpetu, y para que eso no ocurriese, cerró de manera hermética toda chispa de felicidad o cualquier tipo de sentimiento que su corazón poseía con tal de no sentir nunca nada, más allá de los fascinantes orgasmos.
Pero aún así, con todas las seguridades que se infringía, se dejó caer ante Sofía,una estúpida y molesta fotógrafa y músico, independiente y liberal, con el ligero e inútil intento de salvar al mundo de los capitalistas como Stefano. Era un desperdicio hablar con ella sin que saltase con sus comentarios agresivos hacia la clase alta. Desde cualquier punto de vista era una renegada que odiaba con profundidad el egocentrismo que éstos divulgaban con sus características sonrisas, aunque ella en el fondo era una de esas personas sólo que no lo aceptaba, no quería.
Stefano y Sofía se conocerán por accidente, pero se enamorarán profundamente el uno del otro, aunque la moral de ambos lo impidese, caerán rendidos en una nube de pasión y lujuria de la que luego terminarán por amarse desenfrenadamente. Completamente locos el uno por el otro, tratarán de construir un futuro incierto lleno de peligrosas bestias que sucumben el pasado de ambos.