El restaurante era lujoso y con muchos detalles que lo posicionaban como el mejor lugar de comidas, pero el aire y los nervios que inundaban la cabeza de Christian lo hicieron espantoso. Y luego, mientras esperaba, un hombre de altura media, con anteojos y cabello rubio lo llamó para que ingresase. Las piernas le temblaron y rezó por dentro para poder obtener el puesto de sus sueños.
-¡Eran solamente unas fotos! ¡No sabía que tenía que pedir permiso para sacar una putas fotos!- se defendió Sofía arrodillándose sobre el frío suelo y recogiendo los pedazos de su antigua y duradera cámara.
-Dile a Julia que si quiere fotos mías puede pedírmelas personalmente.- la tomó del brazo para que lo viera y la levantó del suelo.
-¡Quién mierda es Julia, estás enfermo!- gritó zafándose de su brazo.
-Deja de mentir estúpida, te contrató Julia para realizar una madlita nota periodística.- cruzó los brazos y la observó tirada en el suelo, recogiendo los pedazos de su cámara.
-No sé de qué mierda me estás hablando. Maldita sea.- se levantó y alzó los brazos enrollándolos detrás de la cabeza. Y comenzó a llorar.
-¡Ay dios! - refunfuñó Stefano.- No puedes llorar, eres una maricona. - sacó su teléfono y leyó un mensaje que le había llegado.
-Mierda.- secó sus lágrimas con el buzo de lana verde militar que tenía y recogió la memoria de la cámara. Se la guardó disimuladamente en el bolsillo trasero de su pantalón negro con tachas, y se fue hacia su coche. Era la cámara que su abuela le había regalado, tenía años, pero funcionaba perfectamente.
-¿Ahora vas irte llorando idiota?- le gritó Stefano.
-Sos una mierda.- se volteó un momento y luego lo vió tan cerca de ella.
-Deja de llorar, te compraré otra si la necesitas para tus persecusiones, puedo comprarte las que quieras y más todavía.- se acercó a Sofía y le secó una lágrima. Ese hombre era una ruleta, hacía pocos minutos la llamaba idiota y ahora se entristecía por la pérdida que él le había ocasionado.
-No me toques. No sé quién mierda sea Julia ni de lo que estás hablando. Yo sólo te vi perfecto para una foto. Era sólo eso, una puta foto. Eres un animal y un maleducado egocéntrico.- lo empujó con ambas manos y se fue casi corriendo para huir de aquel ególatra dirigiéndose hacia su coche en la vered del frente.
-¡Oye!- la agarró del brazo y la tironeó para que se cayera sobre él. Sus delgados brazos los abrazaron y su cabeza se recostó sobre su pecho. Él tomó su mejilla y le levantó la cara. Un colectivo a toda marcha pasó justo por el lugar en el que Sofía pensaba cruzar. Casi rozándolos, el colectivero sólo tocó la bocina y siguió su camino. Si Stefano no la hubiera empujado unos pasos hacía atrás, probablemente estaría llamando a una ambulancia y comunicando una próxima muerte.
-Soy un animal y un maleducado pero acabo de salvarte la vida.- sonrió de medio ladio, mostrando un hueco en su mejilla. Sofía se quedó impregnada a ese hombre y no dejaba de observar sus ojos. Era perfecto, hermoso y una criatura celestial. -Deja de mirarme, no soy una excibición para que la analices.- levantó la vista y miró a ambos costados.- Ya puedes cruzar.- dijo colocándose los anteojos pero todavía reteniéndola con una mano el brazo y con la otra la mejilla.
-Lo haría, pero tienes que soltarme.- repuso ella enderezándose y cambiando de postura.
-Perdón. Vete ahora, me enferma tu presencia.- comentó en un leve murmuro.
Sofía frunció el entrecejo y asimilaba las palabras de él. No podía creer que fuese tan cruel.
-Eres un creído y un idiota. Crees que cualquiera puede caer a tus pies cuando tu mentalidad alcanza a la de un nene pequeño. Eres un asco de persona y ojalá nunca más volver a verte. Imbécil.- tironeó de su brazo enjaulado en la enorme mano de Stefano y cruzó la calle hasta su coche.