Sofía y Jamie seguían divirtiéndose en el jardín trasero del Hotel. Christian disfrutaba de la maravillosa noche junto a la pelirroja, de nombre Valeria, que agradecida con él, decidió presentarle a sus amigos y socios más respetados con el fin de aumentar su carrera de chef. Christian se lo correspondió con una noche salvaje de pasión en un hotel cercano. Valeria disfrutó satisfecha con el poder de sus manos y su cuerpo para poseerla de la manera en que solamente él lo hacía.
Stefano echó un rápido y estupendo polvo con Victoria, la rubia de vestido azul. Pero luego la ignoró durante toda la noche, por lo que, resentida con aquél magnífico hombre, comenzó a seducir a sus amigos. Stefano no aguantaba más la risa.
-¿Quieres irte de aquí?- le preguntó Jamie al oído. Ella movió la cabeza afirmando la invitación, y luego sonrió como una colegiala enamorada. Haber fumado cuatro fasos de marihuana estaba afectándola notoriamente. Necesitaba a Christian, urgentemente.
-Tengo que buscar a mi amigo, decírle dónde voy a estar.- se levantó rápidamente, se acomodó la abertura del vestido y agarró sus zapatos pisando la cartera de mano. Luego caminó descalza hasta el interior del Hotel y se dirigió al salón.
Aunque tropezó con el pecho de un hombre. Un fornido pecho masculino que la embistió salvajemente. El cerebro le rovotó en el interior de la cabeza, se sintió mareada y con ganas de dormir. Maldita sea la droga esa, la estaba haciendo divagar en sus fantasías.
-Auu...- dijo riendo, se llevó la mano a la cabeza para luego observar a su agresor.
-¿Fumaste....marihuana?- le preguntó Stefano oliendo el distinguido olor de la planta. Le agarró el menton con sus largos dedos y levantó su rostro. Tenía los ojos completamente rojos, las pupilas dilatadas y las mejillas sonrojadas. Frunció el entrecejo y maldijo en su interior. Ese inglés la había drogado.
Sofía se desmoronó sobre el cuello de Stefano. Lo abrazó con sus delgados brazos y apoyó su rostro sobre su pecho.
-Llévame a un bonito lugar.- mumuró, y luego se quedó dormida.
-Mierda.- exclamó cuando sintió como ella no lo soltaba.- Lo que me faltaba.- refunfuñó luego.
La levantó en brazos, agarró sus zapatos y cartera y se los entregó a su chofer, la metió en el auto y luego se introdujo él. La subió sobre su regazo y ella descansó su cabeza sobre el hombro izquierdo de Stefano. Éste sonrió, había ganado, cuando creía que la mano estaba terminada, la última carta aún se encontraba oculta bajo su manga.
Era cálida, hermosa y bastante cariñosa. Aún cuando no estaba dormida, sus dedos acariciaban la cabellera de Stefano, lo cual lo molestó soberanamente. No es que odiase esa muestra de afecto, sino que como nunca la había sentido, le resultó raro que aquella rubia tonta lo hiciese. Posiblemente no era tan tonta como él pensaba.
En pleno silencio, con su respiración cerca de su oído, Stefano levantó su mano y la dirigió a su cabellera, luego paseó sus dedos por sus mechones de cabello, acariciándola. Su cabello era sedoso, largo y olía bastante bien. La coleta que tenía en un principio se deshizo cuando el inglés se recostó cerca de ella.
-Tienes un hermoso cabello.- le dijo a su lado, pero Sofía no escuchaba, dormía profundamente bajo los poderes relajantes de la marihuana.
Stefano siguió acariciándola, pero bajó su mano hasta su mejilla izquierda, luego hasta su cuello y llegó hasta el tatuaje que dibujaba su hombro.
Recorrió el tatuaje varias veces, lo dibujó como si él mismo la hubiese tatuado. Era un precioso tatuaje, ella era hermosa, afectuosa, pero tonta. O almenos eso creía.