Capitulo 4

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Maldición. Cada uno de los instintos protectores de John lo patearon sobreexcitados. Verdaderamente era una inocente en una situación mala.

− Necesito hablar con Peter y los gemelos, pero buscaremos una forma para llevarte a casa, ¿bien?

Ella le recorrió con la mirada temerosamente, y él se preguntó qué diablos estaba pasando. Ella quería ir a casa, ¿no?

− Pero..., - ella le echó una mirada a Matt sobre el hombro de John, - pero Matt pagó por doce meses.

John se relajó un poco mientras caía en la cuenta de su cadena de pensamientos. Aun tan incómoda como ella parecía ante la idea de cubrir sus necesidades sexuales, había esperado totalmente tener que cumplir el acuerdo.

John se movió para estar sentado sobre la cama al lado de ella y sonrió de modo tranquilizador.

− Te llevaremos a casa en forma segura. No te preocupes por el dinero.

− Pero, yo, uhm, lo mínimo que puedo hacer es devolveros el dinero. - Él estaba a punto de desechar sus palabras cuando notó la inclinación terca de su cabeza y su mandíbula apretada. La mujer parecía tener orgullo en abundancia. No era algo con lo que él tuviera experiencia reciente, para ser honestos. Todas las mujeres que había conocido en este planeta habían sido putas, así es que el orgullo no era realmente algo que hacían público. Podrían poseer la cualidad, pero nunca se la habían mostrado a él.

John recorrió con la mirada a su hermano y vio la decisión de Matt evidente en sus ojos, Mikayla se iría a su casa en el futuro, y nadie la utilizaría como una puta. John hundió su cabeza en aceptación.

− Está bien, lo llamaremos un préstamo. Te llevaremos a casa, y nos podrás pagar la deuda cuando estés asentada.

Mikayla asintió con la cabeza mientras las lágrimas se concentraron en sus ojos. Parpadeó rápidamente, negándose a dejarlas caer, y de algún modo ésa simple acción las hicieron cien veces más llamativas. Él medio tropezó con sus pies, logró un adiós dicho entre dientes, y salió del cuarto apresuradamente. Su hermano le había pegado un puñetazo en la nariz una vez ya hoy. No podía predecir lo que Matt podría hacer si notaba la dura rabia que John repentinamente tenía por la mujer que ambos habían convenido que no tocarían.

*****

Matt dio un paso más junto a la cama después de la retirada apresurada de su hermano.

Sólo había visto a John sonrojarse una vez. Ambos tenían quince años de edad y coqueteaban con una chica dos años mayor. De hecho, si la memoria le funcionaba correctamente, John no había hecho una salida diferente a la que acababa de ver.

− ¿Está bien él? - preguntó Mikayla.

− Él estará bien. - Él no quería hablar de su hermano, pero por otra parte eso realmente no le dejaba mucho de qué hablar. Ya habían acordado enviarla a casa tan pronto como fuera posible, y una vez que Matt y John terminaran de explicar la cantidad de dinero enorme que él había gastado y por qué, tenía la seguridad de que sus hermanos la ayudarían en lo posible.

Antes de que pudiese pensar acerca de un tema del que conversar, ella hizo una pregunta. - ¿De quién es la cama en la que estoy?

− Mía, - dijo él sin una pizca de incomodidad. Él la quería en su cama, sólo para dormir, pero realmente no podría explicar por qué.

Ni siquiera a sí mismo.

Ella se arrastró hasta el borde de la cama, el tazón vacío se balanceó precariamente en su mano mientras intentaba deslizarse fuera del colchón sin mover las cuerdas que parcialmente ocultaban su feminidad. Mikayla parecía muy incómoda, pero al final refunfuñó por la frustración, se dio por vencida por el intento de modestia, y bajó gateando fuera de la cama.

Los Hombres de Mik 1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora