Es martes 5, y no puedo dejar de mirar el reloj de la biblioteca.
Son las 5.00pm, se supone que Juan Pablo estaría acá a las 4:00pm y me estoy empezando a desesperar. Miro alrededor e intento distraerme, pero mi mente sólo va del reloj a los ojos de Juan Pablo que por alguna razón parecen cambiar de color.
Y es que ni podía entender cómo había llegado hasta este punto, esperándolo en la biblioteca, exasperada porque no llegaba. Todo había pasado demasiado rápido, ni me había fijado en que Juan Pablo y yo veíamos esa clase juntos, pero cuando nos asignaron un trabajo juntos, mi mundo se puso de cabeza.
Ahora, estoy sentada en una incómoda silla de madera, golpeando mi pie contra el piso, ¿por qué no llega?. Pero justo antes de que pueda formular otra pregunta sin sentido en mi cabeza, la puerta de la biblioteca se abre de repente haciéndome pegar un salto en mi silla.
Tras la puerta aparece Juan Pablo, tiene la camisa mal acomodada y varios mechones de pelo le caen por la frente, parece que se hubiera quedado dormido en el suelo y no puedo hacer más que sonreír como una completa idiota.
Me busca con la mirada por un rato y cuando me ve se acerca corriendo a mi, con una cara de preocupación que hace que mi corazón se detenga. Cuando por fin está en frente mío toma una gran bocanada de aire y me pone una mano en el hombro.
-No me vayas a matar por favor- suelta casi de corrido, sin siquiera saludar.
-¿Perdón? - suelto, con la cara de confusión más genuina del universo. Él me mira un rato a los ojos, más del necesario, y yo me remuevo incómoda en la silla, fijada a la superficie por su mano, que aún sostiene mi hombro.
El parece darse cuenta de mi incomodidad y quita rápido su mano, pasándola por detrás de su cabeza, parece intentar formar una frase coherente, y justo cuando abre la boca para hablar, un grito lo interrumpe.
-¡Papo, qué pasa! ¿Vamos o qué? - Reconozco al dueño de la voz como a Juan Pablo Isaza y siento como mi corazón se vuelve a ir a mis pies lentamente. Lo miro interrogante y me cruzo de brazos. El suspira y, casi como si tuviera afán de que le robaran las palabras, suelta:
-Salió algo y no puedo hoy Mía, perdón por siempre quedarte mal. - Da la vuelta y casi corriendo sale de la biblioteca a encontrarse con Isaza. Me quedo quieta con la vista al frente y vuelvo a supirar.
-Ah, bueno. Éste man me volvió a dejar mirando un chispero.- digo más para mi misma que para la chica que estaba a mi lado. Pongo mi mano en mi frente y me levanto de la silla, no tiene caso seguir sentada acá.
En el autobús de vuelta a casa, pienso en la escena y el corazón se me detiene más veces de las necesarias. Vuelvo a sacar mi teléfono y casi dejándome llevar por la rabia, escribo:
Martes 5, y no puedes.
Borro el mensaje, no tiene ningún sentido. ¿Por qué será tan difícil hacer un trabajo con un músico?