10/02/19

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Me primera noche en el departamento de Yaneth, pasó bastante rápido después de haber tomado unas cuantas cervezas con ella y Chip, Allan no apreció y tampoco en la cena.

Cuando desperté lo primero que hice fue organizar mis cosas en la habitación que me asignó Yaneth, luego de eso tomé un baño de unos veinte minutos. Mientras estaba en la ducha también lloré, porque a ese imbécil realmente lo amaba y creía que él era el amor de mi vida, pero estaba muy equivocada. Quien sabe cuántas veces me engañó y yo como estúpida creyéndome todas sus mentiras.

No sé porque ninguno de los novios que he tenido ha valido la pena, he tenido tres novios oficiales, los demás sólo se han basado en citas y no ha funcionado, el primer novio oficial que tuve, después de cinco meses me di cuenta que era alcohólico, el segundo era perfecto o al menos lo aparentaba muy bien, porque resultó ser gay y me di cuenta después de casi un año juntos. Y el tercero, bueno, ese resultó ser un mujeriego de lo peor.

Cuando estuve lista bajé a desayunar, en la cocina ya estaban, Yaneth, Chip y hasta Allan. Mi amiga me dijo que me sentara y lo hice frente a Chip, pues era el único espacio vacío, Allan y Yaneth estaban sentados en la cabecera de la mesa.

—¿Dormiste bien, Lina? —me preguntó Yaneth.

—Sí, muy bien —sonreí.

—¿Cómo no después de esas cervezas? —Chip río y yo también lo hice.

—Oye Allan —lo llamó su prima y él la vio.

—¿Cuándo piensas buscar un empleo? —rodó los ojos.

—Todas las mañanas es lo mismo.

—Tal vez así te dignas a trabajar.

—Aún no, sigo deprimido y aparte mi papá paga todo.

—Sin vergüenza.

—Fastidiosa.

—Idiota.

—Tarada.

—Bruto.

—Niñita.

—Amor, ya —dijo Chip—. Acostumbrate a esto, porque es todos los días —me dijo a mí.

—Esto será muy interesante entonces.


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Luego de desayunar Chip y Yaneth se fueron, están organizando una fiesta y tenían muchas cosas que hacer. A la hora del almuerzo yo lo preparé, hice espaguetis con albóndigas, es mi platillo favorito.

—Allan, ¿quieres comer espaguetis con albóndigas? —le pregunté cuando pasó por la cocina.

—Claro, es mi comida favorita —me sorprendió la coincidencia.

—También el mío —sonrió un poco—. Siéntate —lo hizo y puse un plato frente a él.

—Gracias —ambos empezamos a comer—. Whoau —levanté la mirada y lo vi—. Están muy ricos —su sonrisa ésta vez fue más grande que la anterior.

—Me alegra que te hayan gustado.

—¿Gustar? —frunció el ceño—. No, me encantaron.

—Mejor aún —realmente cuando te acostumbras a él te agrada, esto no estará tan mal.


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Pasé por la sala y Allan estaba sentado en el balcón con su laptop, estaba aburrida así que me acerqué a él para intentar hacer plática, a la hora del almuerzo me funcionó esa técnica.

—Hola —me vio.

—Hola —no me había dado cuenta que estaba tomando, a su lado tenía una botella de whisky ya a la mitad—. ¿Qué pasa? —bebió de su trago.

—Sólo estaba aburrida y quería saber que hacías —me encogí de hombros.

—Estaba leyendo algo acerca de las almas gemelas. Siéntate acá —señaló la silla a su lado—. ¿Has escuchado acerca del hilo rojo?

—Sí, un poco —asentí—. Y me pregunto donde estará el otro extremo de mi hilo rojo.

—La misma pregunta me hago yo —bufó.

—Oye, ¿quieres un trago? —señaló su vaso.

—Claro.

—Voy por un vaso —mientras el volvía me quedé leyendo un poco acerca de la leyenda.

Sería lindo que esto fuera real, que en alguna parte esté una persona perfecta para ti y que no importa lo que hagas, la vas a encontrar y siempre vas a estar con ella. Pero en la vida real esas cosas no pasan, las personas ahora ya no se enamoran, sólo dejan llevar por la apariencia y el placer.

—Toma —no me había dado cuenta que Allan tenía un vaso con whisky frente a mí.

—Gracias.

—Hay que seguir leyendo esta tontería que me dijo mi prima para seguir haciéndonos ilusiones de que el amor existe.

—Salud por los falsos amores —ambos brindamos.

—Por aquellos que han sido infieles y algún día les llegará su momento de sufrir.

—Salud —volvimos a brindar.

Veinte minutos después, la botella ya se había acabado y ambos estábamos bastante borrachos. Así que como queríamos seguir tomando, salimos y fuimos a comprar una botella que empezamos a tomar en la calle.

Como a las once y cuarenta de la noche Yaneth me llamó asustada para saber donde estábamos, le conté un poco de lo que había pasado y se emocionó al saber que su primo había salido. Después de eso sólo me dijo que tuviéramos cuidado.

—¿No te gustaría encontrar al amor de tu vida, hoy? —vi a Allan.

—Por supuesto —me encogí de hombros.

—¿Y por qué no buscamos nuestro otro extremo?

—¿Ahorita? —fruncí el ceño.

—Por supuesto.

—Pues bueno. ¿Qué más podemos perder?

El otro extremo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora