14/02/19

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Dejé las rosas y los chocolates sobre la mesa de noche de Lina que seguía durmiendo y me quedé viéndola un rato, me alegra verla tranquila, más después de lo que pasó. Salí de su habitación y fui a la sala, mi prima y Chip que traían poca ropa, estaban sentados en el sillón.

—Ay, por favor, yo también me siento ahí y ahora cada vez que lo haga pensaré en ustedes dejando sus... Bendiciones y ganas ahí —me senté en el otro sillón.

—No te hagas el santo con nosotros —dijo mi prima que estaba en las piernas de Chip.

—Después de tanto tiempo creo que ya soy virgen —eché mi cabeza hacia atrás.

—Pobrecito —Chip río.

—No es para reírse —lo vi mal—. Por cierto, ¿te gustaron las flores? —le pregunté a Yaneth.

—Sí, gracias —se levantó y vino a abrazarme.

—¡Ay no! Puedo sentir tus cosas muy cerca de mí.

—Ya cállate —me dio un beso en la mejilla.

—Ponte más ropa, la camisa de Chip el enano no te cubre nada.

—Ese tamaño no importa —él río y yo rodeé los ojos.

—Vamos al cuarto —ambos se pusieron de pie y se fueron.

Estoy traumado.

—¿Fuiste tú? —Lina estaba parada a mi lado.

—¿De qué hablas? —me puse de pie.

—De las flores y los chocolates.

—Sí, pensé que te... —se lanzó a mis brazos.

—Gracias, me encantaron —besó mi mejilla—. Feliz día de San Valentín.

—Feliz día para ti también.

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Jamás pensé que este 14 de febrero sería tan agitado, durante todo el día no paramos con los últimos preparativos. Regresamos a casa dos horas antes de la fiesta, de inmediato todos nos fuimos a bañar y a vestir.

Fui el primero en terminar, luego lo hizo Chip y las chicas, bueno, aún no habían esperanzas de que ellas salieran. Diez minutos después, Yaneth apareció con un vestido rojo demasiado San Valentín, para mi gusto. Segundos después Lina llegó hasta nosotros con su hermoso vestido blanco, lo que hizo que ganara elogios de parte de mi prima y su novio.

—Por cierto, esos colores te quedan bien —me dijo mi prima y forcé una sonrisa—. Yo sé que los amas.

—Por supuesto que no —negué—. Ya vámonos.


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—Un whisky con soda, por favor —le pedí al barman.

—Es extraño que lo pidas con soda —Lina llevó la pajilla a sus labios.

—No quiero emborracharme antes de que llegue el momento y terminar buscando mi otro extremo entre los hombres —río—. Gracias —le dije al barman cuando me dio mi whisky.

—Aún no me explico como hay tantos chistes en ese cuerpo con aspecto serio —empecé a mover mi cabeza al compás de la musica y vi a Lina.

—Deja de ver mi cuerpo, soy irresistible y después no respondo —lanzó una carcajada.

—Eres un payaso —tomé su mano y ambos empezamos a bailar, con cuidado de no enredar nuestros hilos.

Aún sigo pensando que esto fue mala idea, parece una telaraña, aunque debo aceptar que las poleas funcionan bien pues cada vez que me alejo del corazón mi hilo se hace más largo y cuando me acerco más corto. O sea que no es una telaraña enredada por completo.

—¡Llegó el momento! —dijo mi prima a través del micrófono—. ¿Quienes quieren conocer al otro extremo de su hilo rojo?

—¡Yo! —gritaron todos y Lina a mi lado

—¿Qué tal si mi otro extremo es una botella de whisky? —Lina me vio—. Sería muy feliz.

—Morirás joven —me empujó. Yo reí, como ya es costumbre hacerlo cuando estoy con ella.

—Es hora de conocer a quién será su alma gemela.

En ese momento el enorme corazón se abrió, los hilos se soltaron, todos empezaron a halar su hilo y empezaron a encontrar a su otro extremo. Yo me quedé quieto, me gusta que me busquen.

—Llegó la hora, mi querido amigo —dijo Lina y empezó a jalar su hilo.

—Carajo, alguien me está jalando —levanté mi hilo.

—Estoy cerca —Lina estaba emocionada y yo esperando a que vinieran por mí—. Allan —vi a Lina.

—¿Sí? —seguía moviendo mi cabeza por la música.

—¿Ya viste tu... Mano? —fruncí el ceño.

—¿Qué te dije de ver mi cuerpo? —río y negó.

Vi mi mano, el hilo rojo que estaba atado a mi muñeca terminaba en la de Lina que tenía demasiado hilo en sus manos. Esto fue una mala idea y desperdicio de estambre...

¡Lina es mi otro extremo!

—¡Eres mi otro extremo! —reí.

—Eso trataba de decirte, Sherlock —la abracé.

—Me encanta que seas tú —la separé de mi pecho—. Lina, jamás pensé volver a decir esto, pero...

—¡Es hora del beso! —las luces se volvieron rojas.

—Lina, yo...

—¡Beso! —mi prima y Chip nos empujaron.

—Creo que debemos hacerlo —Lina puso sus manos detrás de mi cuello y me atrajo hacia sus labios. El beso fue corto, pero maravilloso.

—Me gustas —dije al fin sin ser interrumpido—. Me gustas mucho.

—Y tú a mí —sonreí.

—Esto es real —levanté mi muñeca.

—El hilo rojo si une a las almas gemelas, porque estoy segura que tú eres la mía.

—Llegaste de repente y así de repente te metiste en mi corazón —sólo unos días bastaron para sentirme atraído a esta chica y quererla como lo hago.

—El destino.

—Objetivo cumplido, otro extremo encontrado —volvimos a besarnos.

El otro extremo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora