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Y así, al día siguiente todo estaba tranquilo.
Tweek de catorce había pasado toda la noche anterior llorando como una perra por que se sentía rechazado.
Luego, cuando vio fotocopias de su carta pegadas por todo el instituto se sintió realmente herido.
Leyó cada línea de sus más profundos y sinceros pensamientos.
Leyó de su puño y letra una confesión de cuánto amaba al pelinegro ojiazul de la clase de al lado.
Y lo leyeron profesores y alumnos también.
Una hermosa sensación de pánico se le extendió desde la cabeza hasta la punta de los dedos.
Las risas y expresiones de pena no iban para nada dirigidas a otro que no fuera él.
Y Tweek lloro mucho más después de eso.
Tonto... Torpe e ingenuo yo.

Y-llowDonde viven las historias. Descúbrelo ahora