Si algún día te pierdes
sigue a la señora fantasma.Fue igual a aquel día hace tres años.
Los inviernos siempre han sido una prueba de resistencia. Por lo menos diez personas morirán congeladas cada año. O es mejor decir que solo diez cuerpos serán encontrados una vez que la nieve se derrita. Los niños son, por supuesto, los más vulnerables y Seriu no era ninguna excepción. En su casa no había leña ni carbón para prender una fogata, tampoco comida.
Pero había visto cómo otros niños en las mismas condiciones que él conseguían lo que necesitaban. Sin pensarlo mucho comenzó a seguir a cierto grupo. Cuando Tash noto que los observaba sin atreverse a acercarse más le sonrió y lanzó una manzana. Justo como un animal callejero al que se alimenta sintió inmensa gratitud hacia Tash. Casi podría haberlo considerado su primer amigo.
Con Tash aprendió a robar, aunque sabía que estaba mal, no pudo evitar sentirse satisfecho después de comer hasta llenarse. También amaba el calor del fuego que se prendía con el carbón de los puestos de comida y la suavidad de la manta recién lavada y colgada en la casa de alguna señora desconocida. Si los adultos tenían tanto y ellos tan poco ¿Por qué estaba mal tomar un par de cosas solo para vivir?
Seriu nunca tuvo nada que perder en primer lugar, además de su vida, por eso no entendía que la reacción natural de las personas cuando se les arrebata algo es el enojo.
La ignorancia no es pecado pero trae tantos problemas...
Ni siquiera tardaron un mes en romper su confianza. Cierto día se decidieron por intentar algo nuevo. Era un plan simple pero para que fuera efectivo se necesitaba un chivo expiatorio. Incluso su joven mente lo entendía. Lo que nunca se imaginó fue que era él a quien sacrificarían. Cuando llego el momento de escaparse saltando una barda Tash soltó su mano y cayó, muy duro, sobre la fría nieve acumulada. Antes de que pudiera ponerse de pie lo golpearon, una y otra vez.
¿Quién hubiera pensado que un simple trozo de madera dolería tanto?
Y aunque era igual de lamentable que un animal herido y gimiendo por ayuda no hubo una sola mano que lo ayudara, en su lugar sonaban muchas voces que gritaban: "¡Ladrón!"
Tenía sangre en su boca, era la suya. Su efecto no era el mismo que con la sangre de otras personas, sin embargo, todavía coloreaba sus ojos de un espeluznante tono carmín. Entonces la palabra que gritaban cambio por: "Demonio" "Monstruo". Aunque el odio impregnado en ellas fue el mismo. Esta por demás decir que no volvió a hablar con Tash ni ningún otro niño de su grupo. Robar sólo era arriesgado para un niño tan pequeño, todo lo que podía hacer era volver a rogar por algo de caridad. Pero ladrón una vez ladrón para siempre. Ante los ojos de las personas ya no era un niño, puede que ni siquiera un ser humano.
Estuvo a punto de morir de dolor y hambre pero no lo hizo. Se aferró a la vida con todo el odio que le tenía. Puede que su cuerpo sobreviviera y se recuperara pero no fue lo mismo con su corazón.
Para cuando recupero un poco de lucidez yacía acostado sobre algo que no era el polvoso suelo. Miraba un techo de madera sin goteras. Un lugar desconocido pero... Rhet estaba a su lado. Todo bien. La punta de su nariz y las esquinas de sus ojos estaban rojos, señal de que lloro mucho antes de quedarse dormido. Los dos apenas se acomodaban en la estera, Rhet estaba muy pegado a su cuerpo. Le dolía la cara y en general todo. El brazo que Rhet usaba como almohada lo mataba pero no se atrevió a moverlo y despertarlo.
Suspiro y cerró los ojos.
Seguramente porque las personas al otro lado de la pantalla pensaron que seguía dormido hablaron sin moderar su voz.
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El Conejo y la Serpiente
FantasyHabía una vez un adorable conejo que nació en el nido de una serpiente venenosa. Pero no murió. Aunque quizás eso hubiera sido lo mejor.