El primero sonreía tanto que resultaba falso y el segundo era demasiado sombrío.
La oscuridad antes del amanecer ciertamente es más intensa. Era de madrugada cuando Alyan regreso a su casa. Temblando de frío con sus ropas de apariencia fina y ligera. La esquina inferior izquierda de su labio estaba partido y tenía sangre seca. En la frente, cerca del nacimiento del cabello, tenia un golpe y su piel era morada con matices rojos. Las monedas en su gastada bolsita eran más pesadas de lo usual. La encargada le dio un poco de dinero extra por el incidente y le dijo que se podía recuperar en casa. Pero de todos modos no creía poder quedarse más de dos días en casa con todos los gastos que debía cubrir. Si atendiera a los clientes hasta el final, como muchas otras, tendría un mejor salario en lugar de miserables propinas. Sin embargo mientras pudiera evitarlo...
Además dos hijos ya era suficiente responsabilidad. Una que no estaba sobrellevando adecuadamente.
Entró a la casa tan silenciosa como una débil alma vagando por el mundo. Seriu y Rhet ya estaban dormidos muy juntos el uno del otro. Alyan tendía a dormir en el piso pero esta vez cedió al capricho de acurrucarse en una esquina, y tras dudar un rato, rodeo a sus hijos con un brazo delicado. Era cálido.
Desde hace mucho que ya no sabía cómo tratar ni comunicarse con Seriu, sin embargo, cuando lo veía dormir todavía suspiraba con cariño y remordimiento. Ojala pudiera darles una vida mejor.
Por la mañana despertó sola.
Seriu y Rhet estaban en el patio. El mayor de los dos tenía una vara corta qué movía de un lado a otro al hablar: —La traición se castiga con la muerte, engaños y mentiras también. Mientras sean otras personas no me importara pero si tu me traicionas jamás te perdonaré, ¿entendido?
Apuntó justo sobre la nariz de Rhet qué, pese a no entender, asintió lleno de convicción. Diría que si a todo lo que saliera de la boca de su hermano mayor.
Seriu se quedó satisfecho. Tras el incidente con Trash se removieron viejos y desagradables recuerdos. Y surgió el odioso pensamiento de que, algun dia en el futuro, Rhet tambien iba a dejarlo. Quería reafirmar su lealtad para sentirse seguro. Cada que recordaba la forma en que todos le dieron la espalda miraba a Rhet y le hacía preguntas cómo: ¿Me quieres? ¿Te gusta estar conmigo? ¿Si algún rico quisiera llevarte irías con él? ¿Me dejarías? Cuando seamos grandes todavía estaremos juntos ¿verdad?
¿Me quieres? ¿De verdad me quieres?
Entre más preguntaba más ansioso se sentía. Rhet aprendió a responder cada pregunta de forma eficiente. Ya fuera asintiendo, abrazando, o con un beso en la mejilla. Solo así aplacaría a Seriu. Pero no por mucho. La inseguridad era como un fuego que se negaba a morir por mucha agua qué le vertieran encima. Incapaz de sofocarla, apenas manteniéndola a raya.
Alyan los vio desde la ventana de la cocina y creyó que jugaban. Se puso a preparar algo para desayunar y llamó a sus hijos para que entraran. Cuando Rhet la vio a detalle su cara se puso infeliz. Primero lastimaban a su hermano y después también a su madre, ¿qué se supone que debía hacer?
—He pensado —dijo Alyan sirviendo la comida— que quizás podríamos ir al festival esta noche... ¿Les gustaría?
A finales de verano tenía lugar un pequeño festival en honor al dios de la tierra, para dar gracias por las buenas cosechas y pedir buena fortuna para la siguiente estación. Aunque más bien era solo una excusa para que las personas lo pasaran bien después de varias jornadas bajo el implacable sol.
Seriu tomo su plato viejo de madera y cuchara: —¿Con qué dinero?
Rhet todavía no podía subir a una silla por su cuenta y Seriu tuvo que ayudarlo. Puso en frente del menor un pequeño plato hondo de porcelana blanca con una esquina agrietada.
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El Conejo y la Serpiente
FantasyHabía una vez un adorable conejo que nació en el nido de una serpiente venenosa. Pero no murió. Aunque quizás eso hubiera sido lo mejor.