I. Un mal día lo tiene cualquiera ¿Cierto?

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-Mamá, yo no he hecho nada, te lo juro por lo que más quiero que no he hecho nada, no, debió de ser un error, la justicia aveces se equivoca, pero mama no ha sido nada, yo no he atropellando a alguien, deberíamos de cambiar de abogado, joder mamá.- Aunque la relación con mi madre nunca fue sana, en este momento necesitaba a mi madre a mi lado y ella no cogía el teléfono por lo que la deje un mensaje. Lo único que espero es que lo oiga y me conteste. Colge el teléfono ya que un funcionario de prisión me estaba presionando.

-¿Ya has acabado? ¡Por fin! Venga, vamos- El funcionario me agarró fuertemente del brazo y me adentro en una sala en la que había un preso con muchas bandejas alrededor suyo. Caminé y me paré enfrente del preso mientras que el funcionario revisaba mi pequeña bolsa que llevaba con cosas típicas de viaje.

-Muy bien, soy Ron McGovney, mientras que te reviso todo tu equipaje tu vete pensando un número de teléfono de urgencias-

-¿Pero para que? - Pregunté confundido -¿Que tipo de urgencia?-

-Un desmayo, peleas... Y más- dijo el tal Ron McGovney mientras que el preso le interrumpió.

-O simplemente una pelea en la que salgas perdiendo o que te claven algún destornillador, no sé supongo que cosas normales- Habló aquel preso bajito, yo le mire aterrado pero rápidamente le interrumpió Ron mandandole callar.

Después de revisar toda mi bolsa finalmente me acabo quitando todo y poniéndola en una bandeja con mi nombre y varios números, Ron se acerco a mi mientras sujetaba una hoja.

-Y bien, entonces, ¿ya has pensado el número?-

-Si, te daré el de mi madre... -

Le di el teléfono de mi madre, aunque sabía que ella nunca me cogería el teléfono. Él me llevó a un cuarto con más presos y comenzó a registrarme, después mandó desnudarme y bueno, ya sabéis el resto, aunque lo único bueno es que nos explico que debemos hacer, Ron decía que al ser novatos los presos veteranos se aprovecharían de nosotros.

Abrieron la puerta de la cárcel, todo el mundo empezó a gritar y a dar golpes al las celdas, yo mire hacia alrededor, me quedé embobado, sentía miedo e impotencia, ganas de salir de allí corriendo. Ron se dirigió hacia mi celda, la abrió y me hizo un gesto en la cabeza para que entrará dentro, una persona pelirroja de pelo largo se paró enfrente mío.

-No va a entrar aquí- dijo él firmemente

-Va a entrar- Respondió Ron

-Somos muchos, ¿no crees?- el pelirrojo miro a su alrededor, la verdad es que era cierto, aunque quedaba un cama para una persona más.

-Dave, aparta y Kirk ¡entra!-

-Pero esperate, Ron, somos muchas personas, es que ¿de verdad no lo ves?- Hablo respetuosamente aquel chico de ojos verdes, el mismo chico que me atendió la primera vez.

-kirk ¡entra!- Respondió Ron ignorando a aquel chico y empujándome a mi más adentro -Te crees que puedes controlar todo, pero no controlas nada-

-Tal vez crees que no tengo todo controlado, eso es lo que tu crees- dijo Dave riendo

-Tranquilo, Dave, no gastes tus palabras en este mierda de funcionario- Hablo un chico nuevo, era realmente musculoso, con el pelo largo negro, parecía de nacionalidad mexicana.

Yo solo miraba al suelo, de verdad esos chicos me intimidaban con la mirada, por eso yo mantenía mi mirada en el suelo, por suerte creo que Ron decidió cambiarme de celda, seguramente él temía por mi seguridad, finalmente me acabaron sacando de allí para meterme en otra celda.

Vis a Vis. (Metallica)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora