Garah.

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Nota: esto es muy kinky
pareja: sarah x griffin. | número de palabras: 639.

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—Estuve pensando en una última cosa que hacer antes de que esto comience —dijo Sarah, con la voz cantarina que salía desde lo profundo de su garganta cada vez que algo descabellado se le ocurría.

Movió la taza vacía sobre la mesa, mirando las cortinas de fondo danzar por la brisa veraniega. El par de ojos restantes en la habitación la miraban, suponiendo de antemano que alguna idea curiosa pasaba por su cabeza.

Barbara tragó su té, pasando una pierna por encima de la otra, observando como inconscientemente Sarah acariciaba los dedos de su otra mano. Sostuvo la taza de porcelana entre ambas manos, forzando su expresión a una natural. Dejar el comentario en el aire y pasarlo por alto sería en vano, sabía que tarde o temprano volvería a intentar comunicarlo:
—¿Qué?  

—Quiero verla —contestó, casi se escuchó como el maullido de un pequeño gatito, de no ser porque Barbara estaba del otro lado de la mesa ratona, quizá no lo hubiese escuchado. Sarah miró sus manos, una acariciando la piel de la otra, como si la sensación fuera desconocida para ella—. Todavía hay tiempo.

—Es de mala suerte —la contraria asintió, apenada. Intentaba esquivar el contacto de sus ojos, y eso le provocaba cierta gracia—, pero no te importa lo que diga porque vas a ir igual. No me molesta.

Señaló a la puerta con un ademán con la cabeza, sopló el té para enfriarlo y cerró los ojos dándole otro largo sorbo. La otra ya se había marchado.

Sarah tocó dos veces a la puerta de madera, esperó unos segundos, y tocó dos veces más. Del otro lado, pudo escuchar el sonido de zapatos repiquetear sobre la madera del suelo, casi corriendo para atender. La puerta se abrió un poco, con dos ojos grandes y curiosos asomando. 

—¿Quién es? —preguntó en el momento exacto donde abrió. Soltó una risilla infantil, achinando los ojos al verle parada allí— Es de mala suerte ver a la novia antes de la boda.

Suspiró. La actitud infante de la menor de las dos logró inflar su pecho de amor.  

—Lo sé, pero te sentí nerviosa —hacía referencia al tacto sobre sus manos, a algo más allá de una simple corazonada—, pensé que necesitabas verme. Yo lo necesitaba. ¿Puedo pasar?

Griffin asintió del otro lado de la puerta, sabiendo que en realidad no podía ver más que sus ojos:
—Dame un segundo, cariño. En seguida vuelvo, ¿está bien?

Volvió a cerrarle la puerta en la cara sin esperar por una respuesta. Lo único que pudo escuchar dentro del cuarto era el sonido de los tacones correr en el suelo de un lado a otro por no mucho más de treinta segundos. Entonces regresó a la puerta, y la dejó entreabierta para que entrara por su cuenta.

Griffin estaba sentada en la cama, tapada hasta las orejas con una sabana que claramente había sacado de la misma cuando su prometida entró a la habitación. Tomó asiento junto a ella, esperando a que alguna hablara. 

—En realidad si te necesitaba, estuve tocando mis manos intentando saber lo que sentías, pero te sentí en calma. Creo que te pedí ayuda sin saberlo.

—¿Es malo si digo algunas palabras positivas sobre mi propia boda? —la mayor bromeó, sacando una risotada en su pareja. Tomó sus manos, acunándolas entre las suyas propias y tratando de darle calor, de transmitirle todo su cariño mediante aquella conexión tan única que tenían—. Vamos a hacerlo bien, cariño. Este es, por lejos, el día más feliz de mi vida, y no hay nadie más con quien quisiera compartirlo.

Griffin sonrió. Una lagrima se le asomó por el rabillo del ojo y Sarah tuvo que quitársela.

—Te amo.  

—Yo a ti. Con toda mi alma. —besó suavemente sus labios. 

Griffin supo, entonces, que era un beso especial, el comienzo del comienzo, podría decirse. 


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⏰ Última actualización: Jan 14, 2019 ⏰

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