Capítulo 4 - New York desde arriba

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CAPÍTULO 4

NEW YORK DESDE ARRIBA


Se volvió a dormir eventualmente, y despertó sólo cuando el sol salió y le dio en los ojos cerrados. Las lágrimas en sus mejillas estaban ya secas y tiraban de su piel. Se limpió el rostro de forma tradicional con agua, aunque su magia habría sido suficiente; necesitaba despejarse.

No necesitaba ver el reloj para saber la hora; su reloj interno se la indicaba. Seis de la mañana. Cambió su atuendo por un traje azul oscuro impecable y luego de un momento de duda cruzó la puerta que separaba su habitación de la de Darcy Lewis.

Se sentó en un sofá de la nueva habitación de ella, y la miró dormir por un momento. Recorrió con los ojos su rostro, enterrado a medias en la almohada. Estaba dormida profundamente, aunque él sabía que se había quedado despierta hasta tarde.

No sentía culpa; él no sentiría eso, menos aún por una mortal a la que acababa de conocer. Sentía cierta lástima, eso sí. Ella no lo merecía, de no ser porque había aparecido en el espejo de Frigga. Se le ocurrió en ese momento que si lo del espejo era verdad, al traerla a sus aposentos él había empezado a cumplirlo. Si la hubiese matado como a los demás... Si la hubiese dejado ir sin volver a mirarla... Pero no, la había hecho entrar a su vida por decisión propia. Puedo matarla todavía, pensó, pero la imagen de Darcy dormida pacíficamente quitó esa idea de su cabeza tan rápido como había venido. No iba a matarla, y ni él sabía por qué. Simplemente no parecía... correcto. ¿Correcto? ¿Desde cuándo te guías por lo que es "correcto?

Apoyó el codo en el apoyabrazos del sillón, y la boca en la mano, dándole vueltas a la situación. La tenía ahí, no podía dejarla ir tan fácil ni tan pronto para mantener su imagen, pero tampoco quería dañarla a menos que ella le diese razones. Ya la dañaste. Psicológicamente. Era su cumpleaños y todo eso que dijo.

Un cumpleaños. En un cumpleaños se daban regalos. No le regalaría la libertad total, pero podía regalarle libertad por todo el edificio, que le pertenecía a él y que tenía guardias en cada puerta. ¿Apreciaría ella eso o no? Decidió que no le importaba realmente; él haría su regalo, y ella podía tomarlo o rechazarlo como le viniese en gana. Si lo rechazaba era peor para ella nada más, después de todo.

* * *

Estuvo sentado cerca de media hora en el sillón; estaba sumido en sus pensamientos, pero atento a la figura de Darcy. Ella lucía incómoda, no físicamente sino de forma mental. Estuvo tentado de acercarse y tocarla para ver qué es lo que soñaba, pero decidió no hacerlo al final. Nunca le había gustado ver los sueños de otro; lo mareaban y le quitaban la concentración, porque los sueños no son racionales, no se pueden analizar. Así que se quedó en donde estaba. Tenía tiempo.

Con un movimiento brusco que le hizo dar un respingo a él también, la mujer se sentó de golpe en la cama, como si una pesadilla la hubiese despertado de una patada. Eso nunca pasaba con Loki.

Darcy no pareció reparar en su presencia al principio. Bostezó y se desperezó estirando los brazos. Lucía como Thor cuando se levantaba: despeinada, soñolienta y un desastre en general.

—Estar encerrada aquí ya está afectando hasta a mis sueños —murmuró ella, y luego alzó la mirada y sus ojos se encontraron con los de Loki. Él detectó un leve rubor de vergüenza en sus mejillas, y esbozó una pequeña sonrisa bastante fría—. ¿Qué haces aquí? ¿Viniste a observarme dormir? —espetó Darcy, pasando sus manos por sus ojos para despejarse.

El dios se puso de pie sin inmutarse ante el tono con que ella se había dirigido a él. Alzó una mano señalando una puerta cerrada cerca de la cama y movió sólo un dedo. La puerta se abrió sin hacer ruido hasta mostrar la habitación que había detrás.

Síndrome de Estocolmo ✵ Loki & Darcy (Loki's POV)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora