#1 Seducción

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No lo podía creer, todo aquello parecía un sueño, el final de ciclo había concluído tan fluida y tranquilamente que no parecía ser el mismo equipo doncella que conoció por vez primera, por increíble que pareciera los manuscritos habían sido entregados a tiempo, muy a tiempo, con la cooperación absoluta de todos los autores, y los editores no parecían a punto de colapsar como sucedía cada mes.

Y como se los habían prometido, todo  el equipo de Emerald tendría libre el resto de la semana hasta presentarse nuevamente el  día lunes.

Dentro de los planes de cierto ojiesmeralda sólo se encontraban el dormir, comer, e ir a la biblioteca por un buen libro de literatura, pues ya hacia bastante tiempo de aquellas lecturas que tanto amaba. Pero eso, no estaba contemplado en las cosas por hacer del hombre de ojos avellanas que miraba fijamente como aquel castaño ya estaba en las nubes soñando con un buen libro, no, definitivamente en sus planes estaba pasar los días y por qué no, las noches entre los brazos del castaño, que por más que lo negara, por mucho que le dijera una y otra vez que no lo amaba, Takano Masamune estaba seguro de que sus sentimientos eran correspondidos por el menor.

Salió del trabajo y regresó a su departamento solo, en el  fondo, muy en el fondo esperaba encontrar a su jefe camino a su casa y escuchar nuevamente como aquel azabache le decía “te amo”, pero al parecer tenía que permanecer un poco más de tiempo en la oficina  así que tuvo que volver solo...

Al llegar se sorprendió de lo que encontró al atravesar la puerta de su departamento... Sí, había pasado nuevamente y pasaba su mano entre sus cabellos viendo aquello no sabiendo si debía sentirse frustrado o culpable, no era su culpa, solo... Pasaba...

Y pasaba que al abrir la puerta de su departamento encontró un sobre rojo, de tamaño mediano, una vez se aseguro que no rondaba nadie alrededor, entró y cerró la puerta, tomó el sobre y abriéndolo encontró lo que tanto temía: Una carta de amor firmada anónimamente.

Esto ya le había ocurrido con anterioridad, y todas aquellas cartas las leía, sin querer las fue guardando en una caja que mantenía escondida al fondo de su ropero, para que nadie pudiera verlas, de alguna forma... Amaba las palabras que le dedicaban en aquellas cartas y eso era lo que le hacía sentir culpable.

Él amaba a Masamune...

Pero también amaba las bellas palabras escritas en el papel...

Amaba la forma de ser de Takano, tanto en el trabajo como a solas...

Pero amaba esos detalles que aparecían debajo de su puerta con bastante regularidad...

Amaba el conocer nuevas facetas de la personalidad de su hasta ahora amante...

A aquel anónimo ni siquiera lo conocía, no sabía quién era... Y hasta un psicópata podría escribir cosas lindas con tal de conseguir lo que quería...
Pero sin duda alguna... No podía dejarse llevar por una simple  ilusión...

Cuando llevaba poco más de diez años enamorado de la misma persona...

Si tenía que decidir...

Definitivamente se quedaría con Masamune...

Era la mejor opción... La única que podría aceptar.

Tenía que deshacerse de aquello que según él, lo incriminaba.

Ya antes lo había pensado: en deshacerse de todas aquellas cartas misteriosas que un día llegaron a su puerta como una dulce tentación... Alguna vez pensó que era el mismo Masamune quien las ponía allí, pero los horarios que tenían no coincidían con la aparición de las cartas, es decir, ambos salían al mismo tiempo hacia el trabajo, no había nada cuando él salía de casa, Ritsu volvía primero y encontraba aquella carta, no podría ser Masamune si él todavía no volvía del trabajo.

Pero siempre dudaba, si aceptar aquellas proposiciones o no...

La última vez, se prometió a sí mismo no caer en ese juego de seducción...

Su corazón ya estaba siendo ocupado y no cabía, no existía espacio para nadie más que él, Saga... Takano... No importaba el nombre, la persona seguía siendo la misma, su esencia no cambiaba, seguía siendo él,  Masamune el único dueño de su corazón.

Se acercó lo más rápido que pudo a su habitación, abrió el ropero con desesperación y se hincó buscando entre las cosas revueltas que se hallaban hasta abajo aquella caja llena de cartas, la encontró y la sacó dejándola tendida sobre la cama, una vez más miraba aquellas cartas, todos esos sobres de diferentes colores  eran detalles que le enviaron, donde el remitente le declaraba su amor, sacudió la cabeza, no debía conservar más aquellas cosas, salió de su cuarto hacia la cocina  buscando una bolsa negra para echar todos esos sobres, no  había notado que tardó demasiado en hacerlo ya que, cuando volvió a su habitación se encontró la escena que menos quería ver... Ahí estaba, Masamune leía una de aquellas cartas con los ojos muy abiertos por la sorpresa, sobre la cama pudo ver como varios sobres más habían sido abiertos, permaneció ahí de pie, congelado al no saber que hacer o decir, cuando Takano se dió cuenta de la presencia de Ritsu, su mirada era algo que a Ritsu le dolió ver... Decepción... Mas que tristeza.

---¿c-cómo entraste?

---la puerta estaba entreabierta.--- no dijo más, miró hacia otro lado, no parecía tener intenciones de reclamar o preguntar que hacían todas aquellas cartas ahí, parecía incluso indiferente hacia el hecho, esa indiferencia le carcomía hasta los huesos al castaño... Escuchó suspirar al azabache y eso lo sacó de su congelamiento.

--- yo... Déjame explicarte...

---¿explicarme? No hay nada que explicar, ya todo está muy claro...--- dijo aventando el sobre y carta que aún permanecían en sus manos hacia el montón que yacía sobre la cama.

---No, yo... Yo debo...

--- No tienes porque, lamento si te he molestado, me retiro--- Takano dió vuelta hacia la puerta, pasó al lado de Ritsu sin voltear a verle. Si no hacia nada le perdería, si no hablaba aquel no tendría nada que escuchar y él deseaba ser escuchado, se giró precipitadamente y lo alcanzó antes de que el más alto siquiera llegara a la puerta de salida, lo rodeó con sus brazos en un abrazo fuerte y firme, sin intenciones de soltarlo.

Cerró los ojos con fuerza sintiendo como su abrazo no era  correspondido. --- aquellas cartas... Aparecieron un día en mi puerta, no las quiero, no las necesito.

---¿qué no las quieres? ¿Qué no las necesitas? Pues déjame decirte que se ven muy bien guardadas y conservadas, no soy idiota y puedo ver perfectamente el desgaste de cada una de ellas, debe haber pasado tiempo desde que la primera apareció.

---voy a tirarlas, ¡por eso están ahí! Yo... Sólo estaba buscando una bolsa de basura para deshacerme de ellas porque... No las quiero.

--- vuelves a lo mismo, no puedo creerte

---lo diré las veces que sea necesario, ¡no las quiero!

---¿cómo puedes estar tan seguro de tus palabras?

---...porque yo...--- ahí estaba, sabía que tenía que decirlo pero, realmente le parecía algo difícil de hacer, sus palabras quedaban atoradas en su garganta y de su boca no salía ningún sonido,--- ...yo no amo a unas cartas... No amo a unos papeles... No amo a un desconocido...

---¿entonces a quién amas?---

Su corazón se aceleró, sus brazos se aferraron aún más al otro, un rojo intenso se apoderó de sus mejillas y sus ojos parecían reflejar su alma--- ...a ti...

---¿qué?

--- ...que yo... te amo a ti...--- los ojos del azabache se abrieron nuevamente en sorpresa, se giró a ver el rostro del menor, y todo de él le decían que no mentía, se acercó nuevamente y tomándolo entre sus brazos acercó sus labios para fundirse en un beso.
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La mañana llegó, Ritsu se encontraba durmiendo plácidamente a su lado, acarició sus cabellos y con suavidad lo atrajo hacia sí en un abrazo, entre tanto se preguntaba si alguna vez, debería confesarle al castaño que había sido él, aquel autor anónimo de todas esas cartas que aún se encontraban regadas por toda la habitación.

One-shotsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora