Capitulo 4

8 0 0
                                    

Como olvidar a una mujer.

Por primera vez en la historia escuchaba el sermón en la iglesia, con toda la devoción necesaria.

—Hermanos, Dios nos exige ser mansos y humildes  —expresaba el pastor.

—Amén —gritaba yo, con mas fuerza que los otros feligreses, y hasta consideraba seriamente volverme un cristiano protestante.

—¡Porque si no hay humildad en el creyente!  ¡Entonces no reinará el Señor en ese corazón!

—Amén —volví a gritar, con toda espiritualidad. 

—No pierdan sus esperanzas en estos tiempos turbulentos

—¡Aleluya!

Y por primera vez en mi historia, comencé a ver las noticias, dandome cuenta de la realidad nacional; de un país que estaba de mal en peor en cuanto al déficit financiero que desató una serie de suicidios, robos, secuestros, pues la delincuencia había aumentado en los últimos meses por la escasez de empleo y para colmo, el volcán Guagua Pichincha estaba erupcionando.

Mi vecino de enfrente era un ejemplo de la desgracia del país, pues fue hallado ahorcado,  y se convirtió en noticia nacional.  

Mis otros vecinos, que eran pescadores, dejaron sus redes por seguir al narcotráfico.

Comencé a pasar al pizarrón voluntariamente, convirtiendome en el alumno mas querido de los profesores, excepto para el profesor Gabriel, que aún así yo estaba reprobado para él.

—Adrián, no pienses que has ganado puntos por tu participación —me recordaba a diario el profesor Gabriel. Pero eso no importaba, porque me sentía libre, ya no era prisionero del amor, y no me importaba Vanessa...

—Adrián ¿Me estas evitando? —me preguntó ella, acercandose a mí.

—No, Vanessa... sólo... sólo trato de superar.. agh... sólo intento... sólo intento superar mi desamor.

—Así no lograrás superar a alguien, pues el mundo es pequeño y no importa donde te escondas, un día te reencontrarás conmigo.

—Sí... pero no puedo seguir con esto... te quiero... y necesito... ¡Debo superarte! ... ¡Perdóname! ¡Pero necesito distancia! ... me urge superarte.

Entonces me fui lentamente, dejandola intacta allí de pié, con la mirada turbia... y mientras me alejaba, ella fue al aula y sacó el dibujo de una carpeta, aquel retrato dibujado de su dulce mirada... y lo  contempló.

Cuando llegó el receso, me senté a tomar una cola negra en una banca del aula, y de pronto; Bryan cerró la puerta y se acercó y me arrebató la gaseosa y la derramó.

—¡Así que te crees muy bravo! Eh ¡Maricón! —expresó muy furioso y me tomó de la camiseta, forzandome a poner de pié.
—Bryan, por favor... no quiero problemas —contesté y me empujó.

—Me golpeaste... ¿Lo recuerdas? —al decir esto me empujó de nuevo, pero con mucha fuerza y caí de espaldas.

—¡Ahg! ... ¡Imbécil! —expresé casi sin aliento debido al dolor de la caída, entonces intenté reincorporarme

—¡Claro que no lo recuerdas! Porque estabas drogado —al decir esto me dió una patada en las costillas izquierdas, dejandome sin aire.

De allí vendría lo peor... la segunda patada con el triple de fuerza, pero alguien lo tomó de la espalda, y de inmediato, Bryan se volteó para atacar; pero esa persona le dio un puñetazo, y luego una patada lateral inversa, derribandolo.

¿Quien era la persona que salvó mi trasero esa mañana? ... Nada más que Vanessa

—No vuelvas a golpearlo o te la verás conmigo —le gritó ella, dejandolo con un par de heridas en la cara. Luego me ayudó a levantar.

Una Cita en la Mitad del Mundo Donde viven las historias. Descúbrelo ahora