Y así fue como Ofo volvió a respirar el aire de la superficie y sentir el viento en su piel. La vida fluía en el aire y en sus barbas, pasaba por debajo de su mentón haciendo revoluciones renovado, se perdía bajo las barbas de Garga. Ese único aire que los tocaba a todos por igual sin ser nunca el mismo, lo hacía sentirse también una misma cosa con la vegetación, naturaleza que bajo la tierra no existía. Un sinfín de objetos inertes cambiaban implacablemente con el tiempo en ciclos definidos. Crecían hasta extinguirse en los tamaños más diversos, manteniendo siempre su lugar inamovible.
El equipo de Miyu también bajaba a Sulga a través de un túnel secreto que conectaba con sus respectivas cupas. Desde allí habitaban la ciudad con normalidad, con menor frecuencia que el resto de sus vecinos. Nadie los había notado pues en una ciudad tan grande pocos muquis se veían dos veces las caras. Ipu era el único que vivía en el sector más profundo de Sulga, por lo que su cupa no contaba con un acceso directo a la superficie, con la cantidad de excavaciones que se hacían y deshacían hacia arriba, era muy probable que un túnel allí fuese descubierto. Por esa razón pasaba más que el resto en la ciudad. Garga volvió a su vida como siempre y Ofo, a ojos de todos, también. Continuó cavando como siempre lo había hecho, sin que nadie sospechase que en cada día libre recorría la superficie junto al equipo de Miyu.
El patriarca Gafoda no estaba al tanto de las actividades en la superficie, pero sí sabía que Miyu aún estaba viva y que probablemente estaba en alguna parte de la península. Miyu había intentado razonar con él la necesidad de mantener supervisión sobre las actividades humanas, pero se rehusaba y mantenía la idea de que mientras permanecieran bajo tierra, no había motivo de preocupación.
En el tiempo antes de que Ofo se uniera al grupo, se habían dedicado a recorrer la zona extensa de la península férrica, Ipu la había cartografiado en varios mapas. También se habían dedicado a clasificar la fauna nativa y determinar puntos estratégicos. La llegada de Ofo abría la posibilidad de trazar túneles superficiales que les permitiesen desplazarse con libertad en caso de surgir un nuevo avistamiento de humanos. Corolaro y Yik habían definido los puntos más importantes desde los que sería posible observar la península y sus alrededores. La mayoría se encontraban en las montañas, cosa que era desventajosa, ya que la temperatura en esos lugares era demasiado baja como para levantar guardia, incluso llevando abrigo. Llegar a dichos lugares a través de túneles facilitaba un poco las cosas, aunque de todas formas no permitía levantar guardia fija.
Ipu y Miyu habían trazado tentativamente una primera red modesta de seis túneles que cubrirían la península pasando por los bordes, debajo del monolito humano, y por el interior de los cordones montañosos. El primer túnel transversal se construyó completo desde un peñasco de la costa hasta la primera cumbre de la cordillera, donde comenzarían los dos túneles laterales, el primer túnel longitudinal se había cavado hasta el monolito, cuando se informó de un nuevo avistamiento. Los humanos habían regresado y esta vez eran más. No sonó ninguna alarma, no era necesario, sólo el equipo de superficie debía saberlo. El primero en verlos fue Corolaro, que de vez en cuando se asomaba al otro lado de los cerros en un acto de precaución que sus compañeros no entendían. Ese día su recelo había tenido base, un grupo de humanos se aproximaba acompañado de enormes cuadrúpedos que cargaban bultos más grandes que ellos mismos. El tiempo restante era mínimo, aunque el paso de los humanos no era apresurado, en menos de dos días probablemente estarían del mismo lado de la cordillera. Era imposible finalizar los túneles, pero había que avanzarlos lo más posible.
—Es crucial tener los puntos de visión. Vamos a tener que sacrificar las líneas de la costa y el valle, y tratar de finalizar la de las cumbres antes de que lleguen.
—No— Ipu interrumpió a Miyu con poca certeza, se encontraba aún en medio de sus reflexiones. —Nunca hemos visto humanos viviendo en la cima de un cerro.
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La Mariposa de Hierro (Parte 2 de La Ciudad Desesperada)
FantasyEl segundo de tres relatos en mundos y tiempos distintos, una misma historia. Los muquis son criaturas que habitan bajo tierra, lejos de los peligrosos humanos. Bajo la Península Férrica se encuentra la ciudad muqui más grande del planeta y el único...