Hundir lo terreno

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—¿Cuál es la idea de esto?— Preguntó Toval severo echando una mirada al pergamino.

—Es lo que queda, es la forma en que salvamos este desastre, y a Sulga, de los humanos.

—¿De los humanos? Los humanos son lo mínimo, meter un humano acá fue lo que provocó todo esto, ¡salir a la superficie fue lo que provocó todo esto!

—Es cierto patriarca, entendemos que no hay que repetir los errores, pero el error más garrafal sería pensar que con dejar las cosas como están, podemos olvidarnos de todo.

—El humo atraerá la curiosidad de los humanos con certeza, ya sean los de la península férrica o, nos guarde Nutpariya, otros más viciosos. El volcán más cercano está a miles de kilómetros, una salida por agua nos obligaría a clausurar la ciudad completa. Esta es la única solución real.

—¡En ese caso clausuraremos la ciudad completa! ¡No arriesgaré más vidas por una aberración!

—No has cambiado nada.

—Qué quieres decir, Angudo.

—Cuando te conocimos estabas haciendo lo mismo que ahora.

Ofo se puso completamente rojo, ciertamente a sus ciento sesenta años estaba tras la puerta tratando de escuchar lo que se hablaba al interior de la misma cupa en la que un siglo y medio antes casi lo había atravesado la flecha de Yik. Pero también era cierto que era un adulto y tenía derecho a saber de lo que se trataba allí dentro, hacía mucho que estaba involucrado. Yik abrió la puerta al escuchar sus voces.

—Ofo, ven adentro— le indicó Toval con un tono pesado que lo hacía sentir aún más infante. —Es hora de que nos hagamos cargo de algunas cosas. Angudo, tú también.

Angudo echó una mirada y permaneció afuera haciendo caso omiso. Toval insistió, dándole a entender que aquello no era una invitación opcional, de manera que no le quedó más opción que ingresar.

—Sí— Inició Ipu. —Más vale que aclaremos la historia desde el principio para todos— Continuó relatando lo sucedido en la superficie, para sorpresa de Ofo, que hasta entonces no se había enterado del encuentro con un humano. —Habíamos estado discutiendo el aumento de la disposición de cuerpos muquis a la absorción del gran huevo de luminita.

—¿La ceremonia de los patriarcas?

—Tal cual, ahora será para todos. Además, por la situación que surgió con el humano, decidimos hacer lo mismo.

—¿Decidimos?— Se levantó Toval de su lugar.

Ipu se quedó mirándolo fijamente, casi desafiante y sin quitarle la mirada de los ojos— Fue idea mía. Un humano pesa ocho veces la masa de un adulto promedio, si proyectamos la energía necesaria en simple relación con la cantidad de años que vive cada uno, un humano debería necesitar al menos cincuenta veces más energía que un muqui.

—Están diciendo que...— Ofo no pudo evitar titubear al preguntar.

—El humano está en el huevo. Junto con todos nuestros patriarcas.

—Eso fue lo que provocó el humo y la luz, sólo podemos hablar de una sobrecarga de energía.

—Pero entonces, ¿por qué sigue saliendo el humo?

—No lo sabemos, pero esa es la situación a la que debemos dar solución ahora.

El consejo estaba de acuerdo en que era necesario aislar el huevo, incluso sacrificando la fuente de luz, pues el humo continuaba contaminando la ciudad. Al poco tiempo se habían cubierto todos los accesos al huevo y se había clausurado el vacío central, ahora era usado para evacuar el humo continuamente hacia la superficie. El problema era que una llamativa columna de humo en la superficie delataba la ciudad.

La Mariposa de Hierro (Parte 2 de La Ciudad Desesperada)Where stories live. Discover now