Regalos

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La brillante monedita de oro que se hallaba en su palma saco de el una nueva risita complacida.

La miro y la giro repetidas veces examinándola de ambos lados, prestando especial atención a los relieves que se hallaban en ese metal precioso, y los que formaban letras que el nunca en toda su vida había visto y que por lo tanto nunca entendería y la imagen de un árbol bastante lindo y esponjoso que lo hacía suponer era el sello de tal moneda.

Se dirigió a su cuarto y como era costumbre desde que las extrañas moneditas comenzaron a aparecer a lo largo de su casa, la guardo junto con las otras, en una pequeño baúl de madera 《El cual fue un regalo que su amiga Nami le dio hace más de 4 años, en una navidad, cuando los dos aún eran unos adolescentes 》 y se sorprendió bastante al darse cuenta que dichas plaquitas redondas ya por poco llenaban el pequeño cofre.

Todas las monedas de oro era diferentes, cada una tenía un sello diferente,  por ejemplo la primera que recibió tenía la figura del capullo de una rosa y la anterior a la que recibió hoy tenía grabado un hermosos paisajes, con montañas y valles.

- Si le regalará esto a Nami seguro me amaría por el resto de sus días - pensó en voz alta al ver el gran tesoro del cual era poseedor.

Un pequeño gruñido de disgusto y un objeto impactado en su cabeza al ser lanzado de alguna parte de su habitación, le recordó que no se hallaba sólo y que a su acompañante no le gustaba para nada la idea de regalar esos presentes.

Rodó los ojos en una mueca divertida, cerrando de nuevo el baúl y acomodandolo de forma delicada sobre su mesita de noche, para luego girarse y sin dirigirse a un punto en especifico le hablo al intruso.

-No puedes estar tirando mis cosas- miro toda su habitación esperando ver cualquier mínimo movimiento que revelará donde se hallaba oculto - y menos tirarmelas a mi- del lado contrario de donde tenía fija su mirada, otro objeto salió disparado en su dirección, pero al no encontrarse con la guardia baja, pudo evadirlo con mucha facilidad.

Al ya saber la localización de su pequeño invitado, se acercó con pasos rápidos, tropezando en más de una ocasión y antes de que el otro pudiera escapar, lo acorralo con su cuerpo, usando a su favor la gran diferencia de estaturas y corpulencia.

Y hay lo vio, a su pequeño admirador, de no más de 20 centímetros, con la piel de un lindo color madera, un enorme sombrero verde y ropas extremadamente llamativas, con combinaciones de colores como lo era el rojo y verde, orejitas pequeñas y puntiagudas y piecitos descalzos, llenos de tierra seca.

- Te encontre- hablo feliz el rubio, disfrutando de la grata sensación que le producía ver cara a cara a ese ser mágico y no de reojo o como una sombra que siempre se lograba escabullir de su ágil mirada.

Lo vio poner una mala cara, arrugado sus pequeñas facciones en claro signo de molestia, y antes de que el rubio pudiera volver a hablar el pequeño había desaparecido dejando a un estupefacto rubio mirando a la nada.

-¿Pero que demonios? - hablo con escepticismo al presenciar esa desaparecido- Mierda- se quejo haciendo un adorable e infantil berrinche al dejarse caer al suelo lanzando una que otra patada en disgusto.

Se quedó un rato en silencio, esperando volver a ver al pequeñito ser, pero este no aparecía.

-Se que estas hay- hablo deseando ser escuchado- Usopp, un amigo mio me contó que los duendes se hacen invisibles para que nosotros los humanos no los veamos, así que no me ignores- hablo esperando una respuesta o alguna señal de que tenía razón pero el pasar de los minutos le dieron la negativa. Bastante triste el joven humano se paró del suelo, sacudiendo sus ropas y decidiéndose a regresar a la cocina donde encontro esa monedita que causo este encuenteo y así poder seguir con los deberes que había pospuesto para ir a guardar su regaló.

Se dirigio a la puerta con pasos pesado y antes de salir se giro una vez más y agregó - Fue broma lo que dije antes, yo nunca le regalaría a nadie esas monedas- dijo bajo esperando que el mensaje llegará a los oídos de la persona deseada- tu me las diste y eso las vuelve especiales para mi- declaró sincero y un poco chibiado por la confesión - sólo quería que lo supieras y también deseaba agradecerte por siempre dejarme esos obsequios, son hermosos- espero alguna respuesta pero no llego y eso solo le confirmo que en realidad estaba solo y que el ser mágico no se había hecho invisible como el suponía.

Bastante decaído el rubio se fue, cerrando la puerta a sus espaldas sin prestar atención al cuerpo que de un momento a otro se hizo visible y lo miro con sorpresa y deleite al ser testigo de tal declaración

Pièces d'orDonde viven las historias. Descúbrelo ahora