Zeff sabe algo

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Zeff no se consideraba el mejor padre del mundo. 

El sabía que como mentor de Sanji tenia un sin fin de deficiencias y un número infinito de fallas.

No era un padre amoroso o siquiera cariñoso.

En toda la vida del pequeño, nunca se atrevió a darle un abrazo, ni mencionar el darle un beso o palabras de aliento.
El era frío y hasta un poco bruto con respecto a la relación que los dos mantenian. Aveces llegando al punto de hacer llorar a la berenjena cuando esta era mas joven, todo por sus altas exigencias.

Pero el hecho de que fuera pésimo en demostrar su amor por el rubio menor, no significaba que no velará por su seguridad y que no lo conociera mejor de lo que cualquiera podría.

Es por eso que de inmediato detectó el cambio de rutina y actitud del menor.

Lo veía más torpe, pegándose aquí, cayéndose halla. Olvidando donde dejaba las cosas y encerrándose la mayor parte del día en su habitación.

Esas acciones de su hijo eran tan opuestas a su persona. Pues el pequeño renacuajo era astuto, ágil y de mente privilegiada, todo gracias al entrenamiento que el mismo Zeff se encargo de impartir en el desde que era un chiquitín de 8 años.

Es por eso que comenzó a crear hipótesis, para explicar su anormal comportamiento y debía aceptar que se sorprendió al llegar al meollo del asunto.

Su pequeño niño se había enamorado.

No había mejor explicación a su falta de concentración y a su torpeza. El chico andaba con la mente en las nubes y el corazón en otra parte. Posiblemente en la sonrisa de una muchacha preciosa.

El quería conocer a la causante de tan gracioso comportamiento por parte de su berenjena, pero a pesar de sus ansias y fuertes deseos, sabía que no debía presionar.
Si Sanji aún no se la presentaba, era porque no eran formales o porque no era correspondido.
Zeff deseo que fuera la primera razón. Pues no soportaría ver a una berenjena con el corazón roto.

Pero a pesar de que sabía que no debía meterse, el era un padre entrometido.
Es por eso que apenas su hijo salió a pasear por el bosque (pasatiempo que recientemente había adoptado), el salió disparando por la casa, con dirección a la habitación de su hijo.
El viejo chef se sintió avergonzado consigo mismo cuando escucho el derrapar desesperado de su pierna de palo. Pero era grande su interés, que se permitió pasar esa acción infantil por alto.

Una vez entró a los aposentos de su hijo, sus ojos se dedicaron a escanear todo el lugar, buscando quizás la foto de la julieta de su pequeño romeo. Pero nada encontró a plena vista.

-Quizás esta en algún cajón- dijo, mientras comenzaba a abrir los cajones de todos los muebles con cuidado.  Más no encontró ni un nombre y menos una foto. Absolutamente nada.
Eso lo extraño, conociendo al pequeño renacuajo el esperaba encontrar cartas o poemas de amor dirigidos a su enamorada, más no había pistas de cualquiera de esas cosas, solo había recetas de cocina, un libro sobre criaturas mágicas y trabajos de la escuela.

-Quizás mal entendí la actitud de la berenjena y este aún no está  enamorado- se dijo mientras jugaba con su trenzado bigote, pasándolo entre sus dedos, de manera distraída- No- negó con la cabeza- Lo conozco lo suficiente- recordó el brillo deslumbrante de los ojos del joven, ese que solo una persona con el corazón flechado por cupido puede tener.

Otra mirada más detallada, lo llevó a fijar sus ojos en algo que había pasado por alto. Un baúl de madera.
Si mal no recordaba, este había sido un regalo por parte de la pelirroja amiga de su hijo.

Tal vez Nami era su enamorada.
La idea no lo extraño, conociendo la adoración que tenia su hijo por la muchacha le parecía algo de lo más normal.

Abrió el pequeño objeto de madera, esperando encontrar en el la evidencia del romance de los dos, más lo que encontró lo sorprendió.

-¿Que mierda?- Sus ojos se abrieron en asombro sin creer lo que veía.

Oro. Todo el baúl estaba lleno de preciosas y valiosas monedas de oro.

-¿No me digas que la berenjena ha conseguido todo esto para cortejar a Nami?- su ceño se frunció, recordado la ambición que la chiquilla tenia por el dinero- Será bruto- gruño con molestia.

Cerró el baúl y se dirigió a la sala de su casa, a la espera de su hijo. El tenía una platica muy seria que darle, sobre la diferencia de que había de ganar un corazón y de comprar uno.

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⏰ Última actualización: Apr 22, 2019 ⏰

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