Día 2: Coqueteo.

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Un paseo en el parque.

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*Nota: Este drabble es una continuación del anterior. Estos dos serán los únicos relacionados. Los de días posteriores tendrán interacciones y situaciones diferentes.

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Había pasado casi un mes desde que había adoptado a Cosmo, y Keith no podía recordar una época en la que se sintiera tan feliz como lo era desde que Cosmo estaba en su vida.

El cachorro había crecido bastante durante aquel tiempo, más de lo que pensó que podría. También había resultado ser una mascota bastante cariñosa, y extremadamente inteligente. Keith se había dedicado cada día a entrenarlo lo mejor que pudo, y aquello resultó más fácil de lo que imaginaba. Sin lugar a dudas, aquel chico en el refugio de animales le había ayudado a encontrar al perro ideal.

Shiro. El chico pasaba por su cabeza de vez en cuando, y cuando menos lo esperaba. Simplemente aparecía en sus pensamientos a la mitad de una clase, mientras escuchaba una canción, cuando le parecía escuchar su voz, o cuando reconocía el esbozo de su sonrisa en cualquier otra persona, solo para llevarse la gran decepción de no encontrarlo a él.

Muchas veces había pensado en pedirle a Pidge su número, o alguna otra forma de contactarlo, dado que trabaja con él. También había cruzado por su mente el llegar al refugio, múltiples veces, pero ninguna de las excusas en las que pensaba para ir le parecían buenas. Tal vez solo pasar a saludarlo, o para hablarle sobre Cosmo. Pero, cuando lo pensaba bien, todo aquello le parecía ridículo. Se vería como un estúpido adolescente enamorado... o peor, como un acosador obsesionado con aquel extraño que simplemente había sido amable con él porque era su trabajo.

Cuando su mente se empeñaba en recordarle a Shiro, en la calidez que su sonrisa transmitía y en lo extrañamente cómodo que lo había hecho sentir su presencia, Keith simplemente tenía que recordarse con amargura que, aún si no fueran unos completos desconocidos, Shiro jamás estaría con alguien como él. Entonces todo volvía relativamente a la normalidad, y podía seguir con su vida.

Y una parte importante en su vida era, sin duda, Cosmo... y las visitas al parque que solían hacer todos los días, sin falta. Era algo que se había incorporado a la rutina de ambos y que Cosmo exigía cumplir estrictamente... aún así, Keith no tenía objeción para ello. Amaba pasear con Cosmo, y era el único momento del día en el que podía dejar de lado cualquier preocupación o tarea pendiente que tuviera.

Justo como ese día, que había estado enfrascado en una de su tareas por la última media hora. Comenzaba a sentirse demasiado frustrado, y estaba a nada de lanzar el cuaderno hacia el otro lado de la habitación, cuando sintió como un par de patas se apoyaron en su regazo. Cosmo lo miraba con ojos expectantes y las orejas hacia atrás, su forma usual de pedirle algo a Keith. Este acarició su cabeza distraídamente y siguió con su tarea, hasta que escuchó un chillido por parte del cachorro que le hizo volver su atención a él.

—¿Quieres salir a pasear, Cosmo? —preguntó, aunque la respuesta era obvia. Cosmo comenzó a ladrar alegremente, antes de que se pusiera a dar vueltas por todo el lugar. A Keith aquello no dejaba de parecerle adorable.— Está bien, chico. Tranquilo. Iré a buscar tu correa...

Pero eso no fue necesario, pues incluso antes de que Keith se levantara de su asiento Cosmo ya había ido por ella. Keith acarició su cabeza nuevamente, felicitándolo mientras le colocaba la correa. Tomó una de los suéteres que tenía en su sillón y, tras recordarse que tenía que guardarlos al regresar, tomó las llaves de su apartamento y uno de los juguetes del cachorro. Sujetó la correa de Cosmo y ambos salieron hacia el parque.

Sheith: Fluff Month. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora