«Es este un gran misterio, y yo lo refiero a Cristo y a la Iglesia. Palabra de Dios».
Amén...—Repetí a unisono con toda la iglesia, sujetando las manos del que sería mi marido de ahora en adelante.—
Aquel día hice lo que se esperaba de una mujer, complacer a mi marido en la noche de bodas, esperar que de aquel encuentro, tuviésemos el primer eslabón de nuestra descendencia.
Manne, ese primer eslabón. Durante sus dos primeros años de vida su pelo era rubio ceniza, hasta que al cumplir la edad de tres años se fue oscureciendo. Este detalle no parece un gran dato, pero cuando ni yo, ni su padre, ni ningún miembro de la familia más cercana, había tenido jamás el cabello de aquel color, se podría llegar a sospechar la existencia de otro hombre en mi vida.
Jamás me había acostado con otro hombre, un acto vergonzoso como ese, ni imaginarlo. Pero las malas lenguas no entienden de genética.
Me da vergüenza salir con el puto niño a la calle, en el trabajo no dejan de hablar sobre que te follaste a un alemán.—Su mirada estaba perdida, pero cada palabra que decía se transformaba en una puñalada punzante. Las migajas de pan caían desde su boca a la mesa a medida que su furia se disparaba.—
Gudmund, relájate, tiene tus ojos, no hay duda alguna ¿Dónde encontraría yo un alemán? No hables así, por favor...—Como era costumbre, mi sonrisa de sumisa apareció para entregarle todo lo que pudiese a mi marido. Mis manos se aproximaron a la botella para rellenar su copa de vino tinto y al terminar de hacerlo, sentencié la única solución disparatada que podría haber pensado.—Tengamos otro hijo, eso calmará tu furia.
¿Quieres que mi desgracia sea doble? Otra boca que alimentar, mientras la gente se pregunta cuál es más bastardo.—Una de sus carcajadas envolvió el ambiente, podría resultarme ciertamente relajante, pero conocía aquella risa, era la detonante de mis angustias.—No eres una puta, Freya, yo lo sé, si Dios quiere este tormento será temporal y el crío conseguirá grandes cosas.
No menciones el nombre de Dios si por tu boca van a salir semejantes vocablos.—Podía ver cómo cambiaba su fachada, cada vez se oscurecía más, como una bestia nocturna en medio del bosque.—
Los hombres cambiamos para poder mantener una familia. Trabajo duro para ti y ahora no puedo hablar como quiero en mi casa.—En aquel instante se escuchó el llanto de Manne, se había despertado y había salvado a su madre.—
Siempre el mismo discurso, él era el hombre fuerte que nos alimentaba y yo su sirvienta, por aquel entonces no habría muerto de hambre, pero sí de pena. Porque la pena te consume y te hace temer del desamparo.
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❝La semilla del mal❞ 🌱
Sonstiges↳ Freya lucha contra su propio destino, el cual se ve afectado por las decisiones de su marido opresor, una sociedad tóxica y oscuros secretos.