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INTERESANTES E INSTRUCTIVAS TRIBULACIONES DE UN PERSA EN LOS SÓTANOS DE LA ÓPERA


Relato del Persa

El propio Persa contó cómo había intentado en vano hasta esa noche penetrar en la morada del Lago por el lago; cómo había descubierto la entrada del tercer sótano, y cómo, finalmente, el vizconde de Chagny y él se enfrentaron con la infernal imaginación del fantasma en la cámara de los tormentos. Éste es el relato escrito que nos dejó (en condiciones que precisaremos más tarde) y en el que no he cambiado ni una palabra. Lo doy tal como está, porque no he creído que deba pasar en silencio las aventuras personales del daroga alrededor de la casa del Lago, antes de caer en ella en compañía de Raoul. Si, durante unos momentos, su principio, muy interesante, parece alejarnos algo de la cámara de los tormentos, no es sino para llevarnos mejor hasta ella inmediatamente, después de haberos explicado cosas importantísimas y ciertas actitudes y maneras de ser del Persa, que pudieron parecer muy extraordinarias.

Era la primera vez que penetraba en la casa del Lago —escribe el Persa—. Había rogado en vano al experto en trampillas —así es como, entre nosotros, en Persia, llamábamos a Erik— que me abriese las misteriosas puertas. Siempre se había negado. Yo, que era pagado para conocer muchos de sus secretos y trucos, había intentado en vano quebrantar, con astucia, la orden. Desde que había vuelto a encontrar a Erik en la Ópera, donde parecía haber elegido su domicilio, le había espiado a menudo, tanto en los corredores superiores, como en los inferiores o en la orilla misma del Lago, cuando él se creía solo, subía a la barquita y atracaba directamente en el muro frontero. Pero la sombra que le rodeaba era siempre demasiado opaca para permitirme ver en qué lugar exacto hacía abrirse la puerta en el muro. La curiosidad, y también una idea temible que se me había ocurrido al meditar algunas palabras que el monstruo me había dicho, me empujaron, cierto día que me creía solo a mi vez, a lanzarme a la barquita y dirigirme hacia aquella parte del muro en que había visto desaparecer a Erik. Fue entonces cuando tuve que enfrentarme a la Sirena que guardaba los accesos de aquellos lugares, y cuyo encanto estuvo a punto de resultarme fatal, en las condiciones precisas que a continuación relato. No acababa de dejar la orilla cuando el silencio en el que navegaba se vio sensiblemente turbado por una especie de soplo cantante que me rodeó. Era a la vez una respiración y una música; ascendía suavemente de las aguas del lago y yo me hallaba envuelto en él sin que lograse descubrir el artificio con que se conseguía. Aquello me seguía, se desplazaba conmigo, y era tan suave que no me daba miedo. Al contrario, con el deseo de acercarme a la fuente de aquella dulce y cautivadora armonía, me incliné, por encima de mi barquita, hacia las aguas, porque no tenía duda de que aquel canto procedía de las aguas mismas. Me hallaba ya en el centro del lago y en la barca sólo estaba yo; la voz —porque ahora se trataba con toda nitidez de una voz— estaba a mi lado, sobre las aguas. Me incliné..., seguí inclinándorne... El lago estaba de una calma perfecta y el rayo de luna que, tras pasar por el tragaluz de la calle Scribe, venía a clarearla, no me mostró absolutamente nada sobre su superficie lisa y negra como la tinta. Me hurgué un poco las orejas con la intención de librarme de un posible zumbido, pero hube de rendirme a la evidencia de que no hay zumbido de oídos tan armonioso como el soplo cantante que me seguía y que, ahora, me atraía.

Si yo hubiera sido un espíritu supersticioso, o fácilmente accesible en puntos flacos, no habría dejado de pensar que tenía que vérmelas con alguna sirena encargada de turbar al viajero lo bastante osado como para viajar sobre las aguas de la casa del Lago, pero, a Dios gracias, soy de un país en el que se ama demasiado lo fantástico para no conocer su fondo, y yo mismo lo había estudiado en otro tiempo: con los trucos más sencillos, quien conozca su oficio puede hacer trabajar la pobre imaginación humana.

El fantasma de la óperaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora