uno

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Valentina se sentó en su mesa favorita, la que permitía ver todo el parque central, estaba sola, ese era el restaurante al que su mamá solía llevarla antes de morir y en el que su papá reunió a todos unos meses atrás para decirles que pensaba casarse de nuevo, con su secretaria. Pero hoy en día las cosas eran muy diferentes, su padre también había muerto durante la celebración de aquella controversial boda y ahora, ella iba ahí cada jueves a tomarse un café, comer un postre, respirar tantito después de tanta tragedia familiar.

Guille:
"Vale, Eva está esperándote para comer ¿vienes?"

Ignoró el mensaje, no porque no apreciara la preocupación de su hermano, sino porque ninguno de ellos conocía aquel ritual secreto que la hacía sentir tan bien, tan tranquila.

-Buenas tardes, ¿Ya sabe que va a ordenar?- preguntó una voz poco familiar, por lo general la atendía una mujer mayor a la que conocía como Chipis.

-Uhm- tartamudeo por la sorpresa, la joven parada frente a ella, parecía tener su edad, el cabello recogido en una coleta y los ojos marrones, hermosos, le quitaron la respiración. Y ella, tampoco pasó desapercibida para la nueva mesera. Sus miradas se encontraron, por varios segundos hasta que Valentina entendió la situación y tomó el menú frente a ella. -Sí, me gustaría ordenar una copa de vino y...pastel de arándanos.

La joven de cabello oscuro apuntó todo en una libreta y sin apartar la mirada le dedicó una sonrisa a Valentina. -En un momento le traigo su orden- murmuró alejándose. Dejándola sentada en la mesa que por primera vez se sentía enorme, extraña bajo sus manos delgadas.

-Deja de mirar a la niña Carvajal, se te van a salir los ojos- Carmelo, el gerente del restaurante le dijo, acomodando en la charola todo lo que se había ordenado. -Está muy fuera de tu alcance, no me lo tomes a mal, pero cada jueves de los últimos cinco años, ella viene, se sienta aquí sola y piensa o lee.

-No, si yo no la estoy viendo y ándale, pon todo en su lugar para que yo pueda dárselo- Juliana, inmersa en sus pensamientos, intentaba recordar en dónde había escuchado ese apellido, porque era tan familiar, y quién era esa chica, esa mujer que estaba sentada inmersa en su propio pensar. -Aquí tienes- colocó la copa de vino y el postre frente a ella, le regaló una sonrisa y se dio la vuelta para dirigirse de nuevo a la cocina.

Guille:
"Eva está como loca, tienes que venir ya"

Ignoró el mensaje de nuevo, sacó de su bolsa un libro y comenzó a leerlo, uno que hablaba sobre la muerte, sobre sanar, sobre cómo no estar tan triste por tener una vida emocionalmente miserable. Antes de darse cuenta ya había terminado de comer y de beber, estaba lista para irse, entonces, pidió la cuenta. Juliana se acercó con el papel y antes de dejarlo sobre la mesa, Valentina se armó de valor, -Disculpa...

-¿Sí?- preguntó la mesera extrañada, asustada porque no estaba segura si la joven había tenido algún problema con la comida.-¿Todo bien?

-Sí, todo perfecto, quería, quería saber tu nombre si no es mucha imprudencia.

-Oh- Juliana intentó no ruborizarse-Mi nombre es Juliana, mucho gusto.

-Bueno, mucho gusto Juliana, soy Valentina.

El celular comenzó a sonar. Era Guille.

-Valentina, mucho gusto...

Lo que no sabían, cuando Valentina se levantó de la mesa y se dirigió a la salida, es que esa no era la última vez que se verían, al contrario, era el inicio de algo más. Tal vez, la amistad que salvaría a Valentina o la que salvaría a Juliana.   

No sin mí (Juliantina)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora