Los viejos tiempos.

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Estábamos en el aeropuerto dentro de una de las pizzerías de cadena que todo aeropuerto en general tiene. Por motivos que no entiendo, Jennie quiso acompañarnos a Tae y a mí a despedir a Megan. Esperaba que hubiera otra guerra, pero para mi sorpresa, las dos se comportaron bastante bien, hasta cierto punto incluso parecían muy buenas amigas, eso me gustaba. En un momento, Meg me sacó de la pizzería y me dijo que la acompañara a comprar unos audífonos, yo no le vi problema y así lo hice. Después de haber comprado los audífonos, Megan me detuvo y me invitó a sentarme de una de las tantas sillas que hay en el aeropuerto, dijo que teníamos que hablar.

—Nena, ¿estás bien aquí? —me preguntó, yo sabía hacia dónde se dirigía.

—Ya te lo he dicho varias veces, no me quiero ir.

— ¿Por qué no? En Italia estaríamos bien, tengo un excelente trabajo, puedo brindarte lo que quieras y lo mejor de todo, estaríamos juntas.

—Si tanto quieres que estemos juntas, ¿por qué sigues allá? Se suponía que sólo ibas a estudiar la carrera y te graduaste hace dos años y no te veo con intenciones de regresar.

—Lisa, no es tan fácil, el derecho no es global, cada constitución cambia de país en país, si me regreso tendría que volver a estudiar todo de nuevo, además aquí no tengo ni la mitad de las oportunidades de trabajo que tengo allá.

—Entonces quédate allá y ven a ver a tu hermana una vez por año, eso haces siempre y al parecer seguirá siendo así —esto último ya lo dije un poco dolida.

—No tiene que ser así, sólo ven conmigo a Italia, allá puedo brindarte una mejor calidad de vida, no tendrás que soportar a el tipo ese —así llamaba Megan a mi padre desde el incidente de mamá—... y estarás conmigo.

— ¿Y qué hay de Tae?

—A él también le ofrecí ir, pero sabes cómo es, dijo que le costaba mucho dejar todo esto.

—Pues a mí también.

—Eso no es cierto, a ti lo que te cuesta es dejarla a ella —dijo señalando el restaurante donde se encontraban Tae y Jen—. ¿De verdad vas a ponerla por encima de mí?

—No hagas eso —la mire indignada—. Sabes perfectamente que por encima de ti no hay nada, pero simplemente no puedo irme.

—Vale, como quieras, no te seguiré insistiendo, pero sabes que tienes un boleto abierto cuantas veces quieras ir a verme.

Se puso de pie y caminó nuevamente hacia la pizzería. Esa discusión ya la habíamos tenido, en mi realidad. Había sido bastante parecida, tal vez con una o dos cosas cambiadas pero al final habíamos llegado a la misma conclusión que llegábamos cada vez que se tocaba el tema, tú te vas, yo me quedo, nos vemos el otro año. Amo a mi hermana, más que a nada en el mundo, la amo demasiado, pero irme, dejar mi universidad, mis amigos, a Jennie, es mucho para mí. Tal vez algún día las cosas mejorarán para que Megan y yo podamos compartir más tiempo que dos semanas al año, pero por ahora las cosas son así.

Todos estábamos frente a la puerta de entrada donde se abordaba el avión rumbo a Roma. Megan se retiró un momento mientras nosotros hacíamos fila, dijo que quería comprar una botella de agua. Jennie la siguió y se acercó a ella para hablar.

— ¿Te molesta si te pregunto una cosa que me tiene pensando? —dijo Jennie muy lenta y dulcemente dándole a entender a Meg que no quería pelear.

—Para nada —dijo mi hermana, pagando la botella.

— ¿Por qué me odias?

Megan miró de golpe a Jennie, no estaba ofendida, o molesta, ni siquiera incómoda, estaba sorprendida.

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