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Miriam

El guía a cargo del recorrido por las cabañas era bastante extraño, casi como si tratase de imitar nuestros movimientos o parecer "más humano".

Lo que era absurdo, ya que es un humano.

—¿Dices que los dueños de estas cabañas son todos como familia y que están relacionados entre ellos?

Como siempre, Judas no tenía ni un poco de tacto en sus preguntas.

—¿Estamos quedandonos en una secta o esto es una especie de familia que no tienen problema con el incesto?

La expresión de Judas era simplemente divertida.

—Ni uno ni lo otro —el guía corrigió el error—. No están en una secta y no estamos relacionados con nuestra misma familia, eso arruinaría nuestro linaje.

Entonces no es que vean mal mezclar sus cuerpos con sus familiares, ellos no lo hacen porque eso arruinaría "su linaje".

Cada vez nuestras vacaciones se parecen más y más al inicio de una mala película americana donde todos mueren.

Le creería a quien me dijese en este mismo instante que soy un personaje de un libro escrito por alguien con poca imaginación... Mierda

—Creo que necesito dormir cuanto antes, ya empecé a disociar —murmuré en voz baja sin querer interrumpir la acalorada conversación entre Judas y el guía.

El aliento a pescado de Mochi se apoderó de mis fosas nasales, mi gato estaba inquieto y cada vez que el guía estaba cerca no dudaba en mostrarle sus dientes.

—Dicen que los gatos presienten cuando su dueño está en peligro —Ava comentó logrando ponerme más paranoica de lo que ya estaba.

Ava es como esas amigas que siempre dice lo que menos quieres escuchar.

—Es natural que eso me odie —el guía comentó señalando a Mochi.

¿Natural?

—Natural es que odien a los perros —me atreví a decir.

Antes de poder responder algo, el transporte que nos llevaría hizo su aparición en el momento exacto.

Art sonrió de una forma aterradora dejando inconclusa la conversación a la que se unió por su cuenta.

Por pedido suyo, nos dirigimos a un auto que tenía toda la pinta de ser usado para negocios ilegales.

El camino hasta el pueblo fue sofocante, había un terrible olor a perro mojado impregnado en cada centímetro del auto.

No tuve el valor de quejarme, las miradas que compartí con Art por el espejo me dejaban fuera de sí.

Decidí huir de la guerra de miradas al mirar por la ventana, mientras Judas estaba en su celular y Ava trataba de salvar su relación como en cada ocasión que salía sin permiso.

Vivir en una ciudad tenía acostumbrado a mis ojos a vistas de grandes edificios y mucha contaminación visual, pero aquí todo era deprimente.

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⏰ Última actualización: Oct 28 ⏰

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Bestia Interior©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora