5.

32 4 0
                                    

Al entrar a la universidad todos se quedaron en silencio mirándola sorprendidos, nadie esperaba verla, no tan pronto al menos. La gente reaccionó y se acercaron a ella atosigandola con preguntas, interesándose por su estado. Un gran número de personas la rodeaba y la cortaba el paso, April se empezó a agobiar, salió corriendo y se encerró en el baño en pleno ataque de ansiedad. No la gustaba ser el centro de atención y eso que ya debería estar acostumbrada, tenía un algo que atraía las miradas de todas las personas y que hacía que todos quedasen prendados de ella casi desde el día en el que nació, y sin el casi también. Cuando sonó el timbre aprovechando la soledad de los pasillos, se marchó a la residencia, no se veía con las suficientes fuerzas como para entrar en clase con todos, además, ¿qué pensarían ahora de ella tras salir corriendo en un ataque de ansiedad? Fijo que la mirarían como si fuese una rarita, aunque bueno muy desencaminados no irían.

Al día siguiente April se acercaba lentamente a la entrada de la universidad cuando desde lejos pudo apreciar mucha gente apelotonada en la entrada. Estando ya más cerca pudo vislumbrar que sus compañeros sostenían una pancarta en la que ponía "BIENVENIDA"

- ¡¡Bienvenida April!! - Gritaron todos al unísono. Su mejor amiga salió corriendo de entre la multitud y se dirigió a ella. La abrazó.

- April, te hemos echado tantísimo de menos... - Dejó de abrazarla.

- Eh, no se que decir, es, woa.

- Sentimos lo de ayer, nos sorprendió tanto verte... No tuvimos en cuenta que podría ser una situación incómoda para ti... Todos estamos muy compungidos.

- Siento haber actuado así, no se que me pasó, me vi rodeada, todos me decíais cosas a la vez... Me agobie.

- Tranquila. Nos has tenido muy preocupados todo este tiempo, algunos te quieren dar algo.

April se acercó a la multitud y muchos le entregaron flores y bombones mientras le decían lo contentos que estaban de que estuviese bien y que volviese. Acto seguido tocó el timbre y  todos se fueron a clase salvo ella, que se quedó guardando todos sus obsequios en la taquilla y su mejor amiga, quien se quedó de pie en mitad del pasillo pensativa con el rostro triste.

- Tara, ¿qué te ocurre? - Esta se puso a llorar y April fue a abrazarla. - ¿Qué pasa?

- Lo-lo lo siento mucho. - Dijo desconsoladamente. - Debí verlo, lo siento... - Se abrazó fuertemente a April. - Debí paralo...

- Tara, no es culpa tuya, no podías hacer nada. - Dejaron de abrazarse.

- Todos sabíamos que no estabais bien, que la cosa entre vosotros no iban bien, debí hacer algo.

- Nadie sabía que esto iba a suceder, él fue el único culpable y lo pagó con creces ¿no crees?

- Tú perdiste dos meses de tu vida.

- Él la perdió toda...

- No me digas que sientes pena.

- No debería haber muerto, no le tocaba a él.

- Claro ¿y a ti sí?

- Ya sabes que sí, el golpe que me di fue mortal...

- April, no pienses así, tienes suerte de estar aquí, no te sientas culpable. - Si tú supieras, pensó April. - Vamos a clase anda.

Acabó de meter el último regalo en la taquilla, se acercó a Tara, la puso la mano en el hombro y fueron a clase. Tras las clases Tara y April fueron a dar un paseo como solían hacer de antes, ambas iban hablando distraídas, sin darse cuenta cruzaron la calle y Tara fue atropellada. Fue despedida varios metros y se dio un gran golpe contra el pavimento, había caído de cara, estaba llena de sangre y no se levantaba. Inmediatamente el conductor y April fueron a socorrerla, no parecía que la hubiese pasado algo muy grave, más bien era feo, se había herido la cara entera y tal vez tendría algún hueso roto. April se agachó hacia ella.

Hasta que la muerte se enamoróDonde viven las historias. Descúbrelo ahora