Capítulo IV

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Di media vuelta de un solo golpe, alcé la mano y palpé la mesilla. Pulsé el botón del despertador y unos números rojos se marcaron en el techo. Las 4 de la madrugada. Me senté en la cama y pasé mis manos por la cara, nerviosa, terminando por hacer un moño deshecho.

Solté mi labio de entre mis dientes y la sábanas de mis manos.

Eder. Ese chico inspiraba confianza y de alguna manera sabía que era peligroso, pero algo me decía que no terminaría herida.

No podía pensar eso. No, él me mataría. Eso dijo  Kit-Kat "Te querrá matar". Tenía que estar atenta, no podía confiar en él. Luego debía hablar de todo esto con Kit-Kat, ella sabría ayudarme. Si, solo ella.

Aparté las sábanas dejando que mis descubiertas piernas se erizaran por el frío. Nada más ponerme en pie el espejo de la habitación me devolvió mi reflejo.

Mi reflejo me avergonzaba, era alta y exageradamente delgada. No podía tener un tipazo porque la electricidad de mi cuerpo quemaba todas las grasas. Pasé mis escuálidos dedos por mis costillas, tocándolas una a una, luego mi cadera, donde se marcaba la pelvis. Parecía un saco de huesos.

La electricidad. Corrientes de luz pasaban por debajo de mi piel haciendola resplandecer bajo mi eterna blancura y sobre ella, soltando de vez en cuando algún que otro chispazo.

Me vestí unos leggings negros, ayudando a mi camiseta negra de dormir a tapar el resto de mis piernas. Me senté en el baúl, frente al espejo. Mis ojos parecían linternas lilas y mi pelo estaba iluminado también con pequeñas corrientes. Era un farolillo andante. Me permití una ligera sonrisa por semejante idea.

Miré mis manos, chispas blancas y lilas saltaban a conjunto de miles de pequeñas corrientes por mis dedos. Suspiré con confianza y recoloqué la espalda.

Moví las manos y seprándolas por escasos 10 centímetros. Una pequeña bola se iba formando. Notaba la satisfacción en mi cuerpo en forma de chispazos morados. Sonreí cuando aparté una de las manos y conseguí manejar la bola en una sola mano.

La observé pasar de una mano a otra. Se me ocurrió entonces mantener la bola en medio de las dos manos a medio metro de altura. La bola se elevó poco a poco, sin prisa, con la adrenalina cubriendo mi cuerpo.

Unos nudillos tocaron la puerta, haciendo que perdiera el control y la bola se desintegrara en mil pedazos como si fuera un fuego artificial. La oscuridad y el silencio volvieron a reinar en la habitación. El sonido contra la puerta se escuchó con más urgencia.

Me levanté y el espejo me proporcionó una visión fantasmagórica de mi propia piel debido al esfuerzo.

Abrí la puerta e iba a cerrarla en sus narices cuando él la paró con la mano. Entonces sentí un déjà vu.

-Elisabeth, tienes que acompañarme-ninguno dejó de empujar-Tienes que verlo, por favor.

La curiosidad mató al gato. Dejé de empujar.-¿Qué quieres?

Eder sus suspiro y le tendió algo sacado de su bolsillo trasero.-Los cogí también. Pensé que te darían más autoconfianza. Por cierto, el color de tu cara te favorece.- Empezó a andar dejandome confundida con unos guantes de plástico morados con puntos blancos. ¿Era eso? ¿Era eso lo que requería tanta urgencia? Sin embargo su incesante parloteo me advirtió que tenía que ir con él. Cerré la puerta y me puse aquellos ridículos guantes.-¿Eli? ¿Beth? ¿Lizzy? Si, Lizzy. ¿Te puedo llamar Lizzy?

-No.

-Bien Liz. Tengo una duda. ¿Tu te chamuscado por dentro con la electricidad?Es decir, tus órganos y así ¿Van bien? Y que me dices de tus ojos, ¿eh? Son realmente impresionantes.

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⏰ Última actualización: Jan 21, 2019 ⏰

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