Capítulo II

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La luz que se colaba por la ventana era cegadora, tanto que tuve que parpadear varias veces para acostumbrarme. Estiré el brazo y miré el despertador eran las 11:17. Retiré el edredón y enseguida noté el frío en mis desnudas piernas, suspiré pesadamente y me erguí quedando ya sin la protección de la manta. 

Me duché y nada más salir tapé todo el agua con toallas para que se secara, desperté a Kit-kat y le prohibí la entrada al baño hasta que se fuera todo el vaho.

" La electricidad pasa por los lugares húmedos y no quiero tener dos heridos en dos días." Eso, se lo había repetido 15 veces en el último maldito minuto.

Por fin, salimos decentemente bien arregladas hacia el comedor del internado donde, como siempre, desayunamos entre murmullos lo más rápido posible.

-A primera hora hay...- dijo mientras rebuscaba en su carpeta color turquesa.

-Historia.

Todo el comedor estaba pendiente de nosotras y con un nudo en la garganta que amenazaba con hacerme llorar, apreté los labios y los puños. ¡Yo no quise esto joder! ¡No quiero eso para nadie! Pero tuve la mala suerte de nacer con lo que mi madre llama don. Pero la realidad es que es un martirio, una mierda, una auténtica y jodida mierda. El ser diferente a los demás ya implica vaciles, bromas e incluso insultos pero esto va más allá. La gente, los estudiantes, no me insultan ni hacen bromas; simplemente no me hablan, apartan la mirada. Me tienen miedo.

Y realmente, desde mi punto de vista, no hay nada peor que ver cómo la gente teme a qué me enfade, a que algo me moleste...con el don de la electricidad, puedo controlar mayormente todo: los aparatos electrónicos, las luces e incluso noto la electricidad en ellos, el nerviosismo que les mueve cuando estoy cerca.

Soy una evolución del ser humano que nace con un avance de sus posibilidades y como resultado tengo un don; algunos tienen la suerte de simplemente poder hablar al revés o la elasticidad... pero luego hay quien tiene un don demasiado potente, demasiado extenso por lo que la gente le tiene miedo, porque es diferente, porque es algo que no pueden controlar.

-Eso ya está olvidado. Buenos días Katie, Elisabeth.- Parpadeé varias veces. ¿Qué hacía él aquí?¿Por qué volvía después de que casi le dejará la mano inválida? Este tío...¿Cómo era? ¡Eder! Definitivamente era masoquista. Volví mi mirada Kit-Kat quien tenía los ojos avellana clavados en los míos con cierto temor y arrepentimiento. Suspiré y me largué de allí al tiempo al que Eder se sentaba.

***

Me sobresalté cuando noté una mano en mi brazo, pero en seguida unos ojos azules intenso aparecieron en mi campo de visión. Rodé los ojos cuando se sentó junto a mi. Pero fue entonces y solamente entonces, cuando me di cuenta de que no le había hecho una quemadura. Me fijé que llevaba unos ridículos guantes de plástico morado y puntos blancos.

- Me acordé de ti nada más verlos y no hizo falta que lo pensase dos veces para cogerlos. Al fin y al cabo, Minnie fue mi ídolo en mi infancia, aunque su color era el rojo no el morado. Supongo que da igual.-me miró con una sonrisa que consiguió que mis labios se curvaran.-Eres retorcida, no consigo saber que piensas.

Miré aquellos ojos hipnotizantes.
-Pienso en que don tienes tu, que te adelantas a todo. El primer día supiste como tratar conmigo para que la cosa no fuera a peor, hace unos minutos has aparecido antes de que todo se descontrolarse con Kit-kat y ahora traes unos guantes para que no te electrocute. Eres listo, pero no creo que sea solo eso. Tienes un don y tengo una ligera sospecha de que sea lectura mental. Aun así, solo te lo voy a preguntar una vez y no me mientas. ¿Quién coño eres y que don tienes?

Fijó la vista al frente y tragó fuerte. Se quitó los guantes y miró mis ojos oscuros. Por un instante me pareció que se me cortaba la respiración.- Soy Eder Scott.-suspiró dubitativo y miró hacia su izquierda justo al lado contrario al mío. Y me fijé como en la parte baja del cuello tenía un tatuaje de lo que parecía ser un reloj de arena.

- ¿Un reloj?-lo presioné. Regresó su mirada a mí mientras tocaba inconscientemente su propio tatuaje.

Asintió lentamente, tragó una vez más y abrió la boca para decir lo que dictaminaría su fin o, en caso contrario, un nuevo principio.- Me llamo Eder Scott, tengo 19 años y soy un fugitivo de la ciencia. Los científicos me llamaban Cronos.-Alzó las cejas- Puedo viajar tanto al pasado como ver el futuro.

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Hola querido lector, ¿cómo va el día? pues tanto si va bien como si va mal, aquí te dejo un pequeño capítulo de nuestra querida Electra.

POR CIERTO, dime que no soy la única que cuando lee "don" se acuerda de la canción de Soy un don.

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