Prólogo

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Allí estaba, sin darse cuenta, desde el segundo uno había captado mi atención al completo, y yo allí observándola con un puño en vez de estómago. Llevaba unos pitillo negros rotos en la rodilla, de estos de talle alto que marcaban más si podían la largura de sus piernas, la sudadera Levis le hacía juego con las zapatillas converse rojas. Me sorprendí a mi misma admirando como colocaba su pelo oscuro tras su oreja. Rezaba para mis adentros para que no me viese, y justo cuando llegaba el tren, levantándome de un salto para esconderme detrás de un hombre corpulento con gabardina, alzó la vista y me vió, como si no hubiese más gente a mi alrededor,  -seguro que llamaron su atención mis pintas- pensé. Sonrió, sonrió y yo me sonrojé, devolviéndole el gesto, hasta que me percaté de que se caminaba en mi dirección.  

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