III. Resaca emocional y coincidencias

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—¡Mami! —gritó Sara, corriendo patosamente hacia mí en cuanto abrí la puerta y entré en mi piso.

Dejé la bolsa en el suelo y abrí los brazos, a la vez que me agachaba para cogerla.

—¡Mi bebé! ¡Feliz año nuevo! —dije sonriendo, mientras la estrechaba entre mis brazos y la alzaba.

Cerré la puerta antes de besar su cabecita y sentir como tiraba suavemente de mis rizos.

—¡Hola Miriam! —Aitana habló desde la cocina, por lo que me dirigí hasta allí.

La vi sentada en un taburete, mientras veía algo en su ordenador, apoyada en la isleta central de la cocina.

—Feliz año, guapa.

—Feliz año, Miri —me respondió, saltando del taburete para darme dos besos.

La verdad es que no parecía haberle importado demasiado el pasar la Nochevieja sola en mi casa, tenía buena cara y estaba de tan buen humor como siempre.

—¿Se ha portado bien Sara? —pregunté, aunque ya conocía la respuesta.

—Es un angelito, ya sabes que sí —respondió ella.

—¿Y tú? —pregunté, levantando una ceja. —¿Te has portado bien?

Aitana apretó los labios en una sonrisa, haciéndome reír.

—Me he portado de lo mejor. Vimos Coco y luego me tragué la gala de Nochevieja de TVE —y luego añadió. —Y no llamé a mi ex.

—Vaya —dije yo. —Realmente impresionada.

—Mami, ¿vienes de una babacoa? —preguntó Sara, así de la nada.

Aitana y yo nos miramos divertidas.

—Barbacoa, cariño. Pero no, no vengo de una. ¿Por qué?

—Tú pelo huele a babacoa.

—Mamá estuvo con unos amigos que fuman —le expliqué. —Como lo hacían dentro de casa, se me pegó el olor.

Sara se rascó la frente un poco confundida. No creo que entendiese muy bien el concepto fumar o que le interesara en absoluto.

—¿Quieres que me espere a que te duches? —preguntó Aitana, en un gesto muy amable por su parte. —No me importa quedarme mientras acabo de ver el capítulo.

—Bua, muchas gracias Aiti, sí. La necesito, la verdad.

Ella asintió sonriente y yo le acaricié el pelo cariñosamente. Dejé a Sara encima del parqué del comedor, donde tenía un libro para colorear con el que parecía entretenerse bastante. Yo fui al recibidor para coger la bolsa y llevarla a mi habitación.

Lola, la gatita que me habían regalado Roi y Cris al mudarme a Madrid, dormitaba encima del sofá. Me acerqué a ella de paso y le acaricié la cabeza mientras me ganaba un suave ronroneo a cambio.

Una vez en mi habitación, empecé a desnudarme. Mi pelo tal vez olía a barbacoa, pero mi cuerpo olía a Mimi.

Me metí en la ducha rápidamente, y sentí el calor placentero del agua tibia corriendo por mi piel. Suspiré; y a la vez, me puse nerviosa recordando la noche anterior y todo lo que había sucedido.

La verdad, es que no me arrepentía de nada. Tenía algunas cosas borrosas, pero besar a Mimi fuera de la casa y bailar con ella muy pegadas toda la noche, lo tenía bastante nítido.  Aunque lo que más claro tenía, era como me había hecho sentir.

Deseada, guapa, querida.

Caliente, también.

Habíamos dormido en la misma habitación, en camas separadas, y aunque ojalá se hubiese metido en la mía, tenía que reconocer que su forma de actuar había sido muy madura en todo momento.

Desde que llegaste 🌈 || MIRIAM²Donde viven las historias. Descúbrelo ahora