XXVII. Papá

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Me dolían cosas que no debían dolerme. 

Lo supe cuando me desperté el sábado por la mañana y me metí en la ducha dejando a Mimi durmiendo profundamente en mi cama, con la boca entreabierta y su melena esparcida en la almohada que unos segundos antes ocupaba mi cabeza. Lo supe porque teniendo a alguien tan increíble como ella al lado, estaba dejando que una persona que no valía nada controlase mi estado de ánimo.

Tenía claro que mis sentimientos por Matías ya eran inexistentes. Entonces, ¿por qué me dolía tanto saber que estaba con Olivia? Mientras me duchaba, intuí que quizás lo hacía porque indignarme cada vez que él se acercaba a una mujer que no era yo, era la costumbre. Era lo que mi cerebro conocía; y tal vez lo hacía por pura inercia, por hábito. El cerebro tiene sus caminos y el de sentirme celosa por las acciones de Matías aun estaba bien trazado en mis neuronas. Si lo comparaba con una adicción, por ejemplo, al alcohol; tal y como Mimi me había dicho el jueves por la noche, mi razonamiento tenía lógica.

Hice el mínimo ruido posible y no salí del baño hasta que no estuve vestida y peinada, preparada como si tuviese que marcharme hacia el trabajo en aquél mismo instante. Eso sí, una vez en mi habitación, miré a Mimi de nuevo y sonreí. Me acerqué a ella con cuidado y sin dejar caer todo mi peso encima de la cama, dejé un beso en sus labios entreabiertos. Eran tan suaves y blanditos que si no fuese porque no quería molestarla excesivamente, me hubiese recreado allí un buen rato.

—Joder, Miriam... —protestó, girándose y escondiendo su cara en su almohada.

Me reí bajito después de murmurar un "gruñona", y salí hacia la cocina. Me preparé un café con leche al que añadí cereales para desayunar fácil y rápido. Ni siquiera encendí la tele o la radio, ya que dejé vagar mi mente y en unos segundos volvía a estar sumida en mis pensamientos. 

Ya prácticamente tenía el bol vacío, cuando escuché unos pasos rápidos sobre el suelo de madera, y aunque primero pensé que sería Lola, vi que se trataba de otra personita en cuanto la tuve delante con los ojos brillantes y los rizos alborotados. Llevaba un pijama verde de una sola pieza que Roi y Cris le habían regalado y que ella había bateado como "el disfraz de ranita".

—Sara cariño, ¿qué haces ya despierta? Es muy temprano... —dije al verla de pie, sin intención de volver a la cama.

—¿Mucho? —me preguntó ella, mirando el reloj de pared.

Por la forma en la que se frotaba los ojos, supe que aun tenía sueño, sin embargo la habría despertado yo haciendo más ruido del que esperaba.

—Un poquito sí. Ven aquí, anda —sonreí mientras le hacía un gesto para que se acercara y la sentaba en mi regazo. 

Hoy no la vería hasta bastante tarde y ya que estaba despierta, quería unos minutos con mi peque.

—¿Puedo despertar a Mimi? —preguntó ya dentro de mi abrazo.

—Mejor que no —negué con la cabeza, al imaginarme la sorpresa de mi hija al ver a Mimi durmiendo desnuda en mi cama. —Mimi tiene que dormir un poquito más, y tu también —añadí, acariciando su pelo. —En un ratito, Mimi se levanta y te despierta ella a ti.

Sara ladeó su cabeza como sospesando mis palabras, y habló después de un breve silencio.

—Mami, ¿Por qué Aitana duerme siempre en mi cuarto, pero Mimi cuando se queda duerme en el tuyo? —preguntó, alzando la cabecita para observarme bien.

Mi mente, que estaba siendo despertada por la cafeína pero aun iba un poco lenta, intentó decir algo coherente ante la inesperada pregunta de Sara. Aunque a lo mejor tampoco lo era tanto. Mimi y yo nos veíamos mucho y muy seguido, y ya no teníamos problemas en incluir a Sara en nuestros planes. Alguna vez nos había visto más melosas de lo que solía ser yo con mis amistades y estaba segura de que a ella no se le había pasado por alto el detalle. Era pequeña pero no tonta, y hay cosas que a veces no hace falta poner en palabras: se sienten.

Desde que llegaste 🌈 || MIRIAM²Donde viven las historias. Descúbrelo ahora