Capítulo 35 || Secretos atroces.

4.3K 394 51
                                    



Inhalo y exhalo frenéticamente todavía unido al cuerpo de Ariadna.

—Nunca podré tener suficiente de esto —musito nublado por la bruma de la magistral corrida que acabo de tener.

Observo el cuerpo desnudo sobre el borde de mi escritorio. Es sorprendente como al habernos descubierto no podemos estar lejos el uno del otro. Pensé que solamente me pasaba a mí esa necesidad por poseerla desde su cumpleaños, hace exactamente una semana, pero no y va en aumento. Me he encontrado desesperado en las reuniones por buscarla, besarla, hacerla mía una y otra vez. Ahora comprendo que le sucede lo mismo. Solo al pasar la puerta de mi oficina y cerrarla con seguro, caminó los cortos pasos hasta sentarse sobre mis piernas y tomar mis labios sin piedad, despertando mi deseo de manera instantánea.

—Yo tampoco —exclama con sus penetrantes ojos puestos en mí, para luego dejar caer su cuerpo por completo.

La vista me recuerda nuestra escapada en el almuerzo hace dos días. Su invitación fue como muchas de las que hemos tenido desde que nos conocimos, lo que nunca esperé fue llegar al hotel y recibir una llave de habitación.

Estaba descolocado, no entendía nada, creí que almorzaríamos en el restaurante del hotel como siempre, pero estaba lejos de la realidad, y una vez entré por la puerta de la habitación todo cambió.

La imagen fue sublime. Me volvió una completa bestia sedienta de su presa verla acostada sobre una mesa completamente desnuda y su cuerpo cubierto por trozos de brownie, mi dulce favorito, y chocolate líquido esparcido en lugares estratégicos. A un costado estaba servido un plato con lo que sería mi almuerzo, el que me hizo comer mientras observaba su cuerpo denudo sobre la mesa como una de las mejores esculturas humanas.

Fue difícil, más no imposible terminar mi plato como lo exigía, muchos menos escuchando sus ronroneos y afirmaciones de que sería su postre. Verla ahí, observarme con sus ojos bañados de deseo me mantuvo con una jodida erección que dolía. Ninguna mujer había hecho algo como aquello y me fascinó. Su iniciativo me dejó... loco.

—Vamos, tomemos una ducha. —La cargo hasta el baño escuchando sus quejas que me hacen sonreír. Dejarla agotada se ha vuelto una tarea fascinante. Arrancarle más de dos orgasmos calma mis expectativas, pero vuelvo a estar como ahora, deseando poseerla mucho más.

—Estoy odiando tener que irme. —Sus labios hacen un tierno puchero.

—Yo mucho más. —Termino de esparcir gel por todo su cuerpo. Paso mi mano sobre su coño. Se estremece y gime débilmente. —Estás muy sensible —le susurro al oído para luego morder el lóbulo de su oreja.

Se estremece.

—Sí —musita con los ojos cerrados—. No hemos tenido descanso.

Se gira por completo riendo.

—Espero estés consciente que al volver no volverás a dormir bien por días. —Pega su cuerpo al mío sin dejar de sostener con ambas manos su cabello para que no se moje.

—¿Una sutil invitación para dormir juntos? —pregunta rozando sus deliciosos labios con los míos.

—¿Qué crees? —susurro sobre sus labios nuevamente excitado al sentir sus pechos presionarse sobre el mío.

Me apresura a salir cuando escucha su teléfono sonar. Me visto observando como envuelve su magnífico cuerpo en un vestido color vino que le queda espectacular.

—Debo irme. Karla está en el aeropuerto. —Observo detenidamente sus ojos. Se acerca con paso pausado. Puedo ver en sus ojos algo que no esperaba ver. Tristeza y asumo se debe al irse después de la increíble semana que hemos pasado.

Theodore Grey || #4 (Saga Sombras,Grey)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora