Rutina

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Tarareando las canciones de Guaco mi mamá limpia la cocina para luego comenzar a barrer, mientras Sofía juega junto a Chiqui en la sala y yo termino el trabajo de química que mi querido profesor con apellido frutal me ha mandado. Son las nueve de la noche y extrañamente se me olvido la tarea del lunes, sinceramente no entiendo por qué haga lo que haga termino haciendo tarea a última hora. Mi papá está en la sala de estar viendo como la selección por fin logra clasificar al mundial, Venezuela ha hecho una bendita hazaña, pero el júbilo no alcanza para calmar la situación del país actualmente.

El gobierno se ha negado a aceptar la ayuda humanitaria y la otra campaña ha logrado alborotar a la gente, bueno realmente hace que la gente entre en razón de que el gobierno no puede seguir con este sistema paternalista erróneo que nos está dejando muy atrás en toda evolución malditamente humana, el gobierno afirma ser socialista y comunista, pero no ven que eso dejo de ser creíble cuando el ex presidente de la izquierda venezolana falleció. Pero prefiero reservar mis comentarios y pensamientos para no tener un colapso cerebral y emociona.

Tan solo me faltan cuatro páginas para poder acabar el trabajo y mañana imprimirlo, las calles están completamente revuelvas allá afuera.

—Alejandra, cierra la ventana —Grita mi mamá desde la cocina

—Voy—Termino la última palabra del texto, me levanto con mi lápiz pequeño en la boca para caminar y cerrar la ventana.

Llego al marco de la ventana y como es de costumbre miro a los lados, el clásico grupo de muchachos está en la calle de al frente. Sinceramente me aterra hasta pensar en el hecho de saludarlos o mirarlos, son difíciles de comprender o complacer para que no te roben, aunque nunca me han tocado ni un solo cabello ni a mi familia los conozco, son malas personas. No vivo en un edificio y menos en una urbanización de clase, es una casa decente con personas decentes ubicada en medio de un barrio para nada educado, limpio y seguro.

— ¡Oye Ale!—Dice la señora Reina desde su ventana la cual está a mi lado derecho casi a cinco centímetros de distancia

—Señora Reina, ¿cómo está?—Digo y me inclino para mirarla mejor, dejo el lápiz en el borde de la ventana.

—Muy bien linda, ¿le podrías dar estas lentejas a tu mamá?—Me pregunta alzando un paquete de lentejas, con rapidez asiento.

—Claro que si ¿cómo sigue Ángelo?—Comento curiosa mientras toma las lentejas

—Mucho mejor mi niña, ya por lo menos se levanta y camina—Me informa animada.

Iba a responder pero el sonido lejano de disparos nos hace callar a todos, desde los muchachos hasta a nosotras. La señora Reina sin despedirse y sin creer en nadie cierra de golpe la ventana.

Yo soy Rocío la curiosa y por eso asomo mi cabeza al lado izquierdo tratando de ver algo en la oscuridad hasta que veo una sombra gigante, sin esperar reconocerla me digo a mi misma que "la curiosidad mato al gato" por lo que cierro la ventana, mis papás están con mis hermanas en la habitación al verme se les relaja.

Le cuento a mi mamá acerca de las lentejas y esta se desvía del tema hablando de la política con mi papá. Me aprecian de una manera especial aquí, así que seguiré con mi trabajo para ir a dormir.

Me siento y busco el libro de química para resumir la información, ahora lo que me falta es el lápiz. Lo tenía hace rato de seguro lo tomo Sophia ¡Hasta cuando!, me levanto como Terminator hasta nuestra habitación y apago el televisor.

— ¿¡Pero que!?—Me mira confundida

—Mi lápiz, ¡deja de tocar mis cosas!—Le exijo con una mirada asesina

Ӝ  Panitas  ӜDonde viven las historias. Descúbrelo ahora