Son alrededor de las tres de la mañana y yo muero de un dolor de cabeza y cuerpo que nunca había sentido. Busco en la gaveta que siempre tiene medicamentos y me tomo un calmante, miro la lámina que contiene las pastillas y leo otro nombre al de la caja, mis ojos se alarman pero me relajo al ver que me tome un calmante similar. De vaina me intoxico.
Esas son obras de mi papá, toma las pastillas y las guarda en la primera caja vacía que consigue o simplemente deja las láminas regadas en la gaveta. Suspiro fuertemente y me asomo en la ventana, aunque está cerrada el frio que hace a esta ahora la mantiene empañada, paso mi mano y entonces veo hacia la entrada de las escaleras hacia mi casa, un vacío y decepción se posan en mi estómago.
Miro al grupo de muchachos, el grupo de Carlos que siempre se pone frente a mi casa, veo como se inyectan algo y encender un porro de marihuana. Miles de jóvenes queriendo surgir para buscar un mejor futuro y ellos derrochando la vida en eso. Uno de los que más sobresale en ese grupo es Miguel, el hermano de Carlos, esos dos hermanos son los muchachos más bellos que viven por mi casa, pero son los que más problemas traen.
Todos son mayores de edad pero la mayoría actúa como niñatos, son alrededor de diez pero hay veces que vienen varios más de otros barrios, los cuales traían problemas también, uno de mis primos Marco se junta con ellos de vez en cuando pero hace que toda la familia se tense cuando pasa algo y él está ahí. Los observo por más rato y me percato de que mi primo no está ahí.
Me acuesto en la cama y doy vuelta hasta que pienso en lo que paso en esa quinta, las siete caras aparecen en mi mente y me detengo en cada una, primero me fijo en los dos muchachos que considero morochos, con la única diferencia de que uno era un poco más alto que el otro y el cabello era más oscuro que del más bajo. Fue a ellos a quien ayude con sus heridas. Gabriel y Roger
Luego estaba un muchacho alto y algo relleno, él era el que más gritos pegada en las consignas y fue quien me tiro el pote de agua mineral, tenía rasgos árabes porque en él me fije mucho y estoy muy segura de que es así. Le decían Kale, no sé si era su apellido o era un simple apodo, tampoco es como si me importara tanto.
También estaba la muchacha, Helena, ella definitivamente tenía descendencia europea, esos ojos azules y nariz y piernas de portuguesa, además mientras me hablaba su apellido salió a flote, Goncalves, eso es portugués. Lo que me parecía gracioso en ella era que se pintaba el cabello muy mal, una lado era azul y el otro verde oscuro, sencillamente me refleja que su personalidad era muy predominante en ella.
Daniel, el muchacho que me ayudó era un caso diferente, moreno y alto, mentiría si digo que no era una potencia de muchacho. Su actitud a pesar de que me ayudo no me gusto para nada al comienzo pero luego se me hizo agradable, él sabía que estaban haciendo algo malo y su arrogancia creció cada vez más pero al ser regañado por Helena se limitó a pasar a segundo plano y dejo que Víctor tomara el control. Cuando le agradecí fue amable conmigo y me dijo que me cuidara, una carcajada brota de mí cuando recuerdo la mueca que me hizo al ser regañado por Helena.
Giro a ver a las niñas que duermen cerca de mí y me relajo cuando las veo dormidas, me giro y abrazo la almohada. Víctor fue el más dominante de todos, el beso que le dio a ella, cuando me siguió, sinceramente es alguien que está acostumbrado a controlar, y se le da de maravilla. Da miedo en realidad. Era el único que tenía el cabello pintado, un estilo moderno en su corte y en su manera de vestir.
Mis ojos se abren como platos al recordar que mi suéter de promoción quedo en esa quinta ya que no podíamos salir con la misma ropa con la que estábamos en la protesta. Miro mi teléfono en la mesita de noche que esta frente a mi cara, lo tomo y me fijo en la hora, ya son las tres y media de la mañana. La imagen de mis hermanas se refleja en la pantalla y entonces recuerdo que debía buscar la carta, me levanto y tomo mi bolso, la encuentro en la carpeta y revise más de dos veces. La leo y la dejo a un lado, Desbloquee mi teléfono y tomo el papel con el número de Víctor, solo guardo su número y tras pensarlo decido escribirle aprovechando que no está en línea.
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Ӝ Panitas Ӝ
RomansEl venezolano es muy particular, es un coño de su madre a donde vaya. Somos especiales, únicos y sobre todo inolvidables. Su historia no es la excepción.