XVIII La Lune

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Sus ojos se abrieron pesadamente viendo la oscuridad. Su cuerpo se sentía pesado, pegajoso… adolorido. Sus hombros punzaban de manera horrible, como si agujas se incrustarán en su piel cada vez que se movía.

Sus ojos de color rojizo fueron a dar contra el reloj en la mesa de noche marcando justo las 4:30 de la madrugada. Inevitable le fue el fruncir el seño, pero no duró tanto tiempo hasta que suspiro pesadamente cerrando con algo de pesar sus ojos.

Cálido… esas palabras expresaban lo que sentía en esos momentos al estar en la misma cama con el otro.

Agradable… el aroma que se formaba cuando sus olores se mezclaban. No era empalagoso, pero tampoco amargo, le gustaba. Era un perfecto balance con el cual podías deleitarte.

Nuevamente sus ojos se abrieron, pero esta vez fijándose en la persona que dormía tranquilamente a su lado.

Las bestias al dormir se ven tan tranquilas… ¿Quién pensaría que este hombre pudiera ser semejante monstruo?

Irónico… irónico en verdad. Esas noches furtiva eran las únicas ocasiones donde podía ver a aquella bestia “domada”. Donde podía ver otras expresiones del otro que no fueran esa ira incontrolable, aquellas miradas asesinas a su persona, esas miradas de molestia y asco.

Qué cosa más irónica ¿no lo creen? Era una ironía pura y de la buena. De esa que desgarra tus entrañas a penas al escucharla. Que punzaba mucho más que aquellas mordidas, porque estas no punzaban piel; se metía dentro de tu sistema como un veneno, como un odioso veneno que quemaba tu corazón y cerebro. Lo fundía de tal manera que querías gritar ¡Basta!

La mente de una bestia es demasiado primitiva para poder analizarla.
Tampoco era algo que valiera la pena, un ser que se comportaba más como un animal que un humano.

Pero…

Los sentimientos propios también son un enigma. Siendo una persona a que puede predecir a los otros, un dios en su propia naturaleza. Jugando, controlando a sus amados humanos como simples marionetas.

¿Por qué todo se sentía tan amargo?
¿Por qué todo se desgarraba?

Su mente y su corazón nunca habían hecho contacto. No entendía los sentimientos humanos aunque tratara. Sabía que botón tocar para lograr cosas en otros, pero… los de él eran extraños.

Siempre se dijo a sí mismo que odiaba a aquella bestia, lo detestaba y quería matarlo. Incluso esa idea era tentativa al tenerlo allí dormido, tal era así que se clavaba en su sistema; como si algo la martillara… una y otra vez.

Otra parte de él quería apegarse al otro, respirar aquel aroma molesto que el otro emanaba y fundirse en este por siempre.

Luego aquella idea sonaba asquerosa.

La bestia lo odiaba, desde el primer momento en que le vio en Raira, y él en respuesta quiso hacerle la vida cuadritos. Así lo hizo, se encargo de hacer miserable a aquella bestia que lo detestaba sin siquiera conocerlo, a aquel animal que atacaba a la mínima provocación.

Shizuo era fácil de provocar, se volvió una insana adicción sin darse cuenta, todo por el rechazo.

¿Su omega interior se sentía atraído por el otro? ¿Por eso lo odiaba? ¿Por qué era más fácil odiarlo para no sentirse miserable? ¿Por qué su omega interior lloraba una y otra vez por ser rechazado por el único alfa que había llamado su atención? ¿Por qué por más que intentará solo sería algo de una noche para volver a matarse al día siguiente? ¿Por qué nunca alcanzaría el corazón del otro a menos que le clavara un cuchillo? Y aún así con cuchillo y todo, el corazón del otro seguiría lejos. Muy lejos.

Por qué esa eran las cosas que le aquejaban. El estar tan cerca y a la vez tan lejos, era tan frustrante que quería romperlo. Romperlo en pedazos y grabar su nombre en el otro.

Es enfermizo lo que puede hacer el instinto.

Su omega interior quería poseer afecto, y no de cualquier ser humano. Aquella faceta de superioridad no lo dejaba conformarse con algo mínimo, deseaba a la bestia. A aquel monstruo.

Y odiaba eso… lo detestaba. El como aquello podía controlarle y querer hacerle cometer locuras.

¿Quién posee a quien?

Muchos dicen que los alfas son los que poseen a los débiles, que los controlan a su antojo cuando los marcan… ¿Aquello era tan cierto? No, no lo era. Lo había visto.

Conocía omegas que controlaban a sus alfas, y estos eran mucho más peligrosos que aquellos que se hacían llamar depredadores.

¿Por qué? Porque podían hacerlos luchar hasta la muerte por protegerlos, podían controlarle de tal manera con su olor que era algo peligroso. Los omegas igual tenían voz, aunque esta no era una voz de “mando” sino que era una voz de “suplica” o así la denominaban los “expertos”; los cuales no eran más que un montón de idiotas sin cerebro.

En sus observaciones a sus amados humanos los había visto, incluso si el omega era sumamente pasivo la usaría si estaba en problemas, y el alfa ligado a este iría a su rescate con una ira ciega, tratando de reafirmar su dominio a lo que autodenominaban su “propiedad”. Muriendo incluso por eso.

Aquellos era divertido. Muy divertido. Aunque dejaba de serlo cuando él estaba en ese problema con sus instintos.

Volvió a cerrar sus ojos tratando de olvidar aquellas ideas, de controlar ese instinto que tenía. Al abrirlos se fijo en la leve luz de luna que entraba por la ventana.

La oscuridad y aquellos matices eran reconfortantes.

Con sumo cuidado se reincorporó en la cama, se sentía adolorido. Sus caderas punzaban al igual que sus hombros por las mordidas.

¿Era masoquista? Quizás, era probable. Sabia que el sexo no sería tan placentero si fuese beta, ya que al ser omega hacia que las mordidas en los actos sexuales no dolieran tanto como debían. Era extraño que los cuerpos de ambos se acoplaran de esa manera, calzaban tan bien pero el problema allí eran sus personalidades que chocaban una y otra vez.

Los rubíes se detuvieron a admirar al rubio dormido a su lado. Tan cerca, tan lejos. Con su mano podía alcanzarlo y tocarlo.

Allí fue cuando se dio cuenta, un escalofrío recorrido su espalda al detenerse. Su corazón palpitaba tan fuerte que lo escuchaban en sus oídos. Un calor en sus mejillas con la respiración algo agitada.

La naturaleza a veces es más fuerte que uno mismo.

Su mano se movió rápidamente a su pecho, apresando su muñeca con la mano libre; claro, como si al detener su muñeca con su mano pudiera retomar el control de nuevo… Casi la había jodido. Estaba perdiendo su juego, o… ¿ya lo había perdido?

No, no lo había hecho. Solo su instinto primitivo quería controlarle, pero el no era un humano, el era un dios y podía controlarlo hasta que todo terminará.

El rubio nunca lo amaría. Nunca le daría una oportunidad. El otro amaba a aquella muñeca sin vida. A aquella rusa con esa pobre personalidad.

–Shizu-chan… tienes complejo de hermano – Susurro suavemente mientras sonreía de manera juguetona mirando al otro por unos momentos.

Parecía que el rubio había visto en Vorona a Kasuka, aquella personalidad tan aburrida y aquella expresiones tan falta de emoción, pero a diferencia de Kasuka, Vorona si le parecía alguien detestable.

Esa mujer era solo una herramienta.

Un leve suspiro salió de sus labios para ver las cartas sobre su mesa de noche. Apreciando por unos momentos las cartas que deseaba usar.

El sol y la luna.

Tanto opuestos uno de otro, pero aún así compartían el mismo cielo.

Mientras divagaba en aquellos pensamientos sobre esos dos astros, se levantó de la cama para tomar una bata con la cual tapo su desnudez. A pasos lentos camino hacia la puerta saliendo del cuarto y dirigiéndose a uno de los cuartos de invitados.

Allí entró para ir al baño y dar el agua de la bañera. Solía evitar el bañarse en el baño de su cuarto para no despertar a la bestia. Prefería la calma, si el otro despertaba de malas tenía miedo de armar un pelea en su cuarto.

Mientras la bañera se llenaba, se lavo el cuerpo con una regadera de mano que tenía allí, quitando la suciedad de su cuerpo. Cuando quito todo lo pegajoso de metió a la tina.

El agua tibia era relajante, se dejó perder en sus pensamientos mientras estaba allí. No podía evitar el dar vuelta a aquel asunto, le estaba afectando más de lo que él quería admitir.

Las cartas que había dejado en su mesa significaban tanto, y a la vez tan poco… sus formas de ser, su relación y más…

Día y noche. Dos opuestos.
Luna y sol. Compartiendo el mismo cielo, pero al juntarlos podían eclipsar todo. Como cuando se veían en Ikebukuro y hacían un desastre.

El rubio con otras personas aún siendo un monstruo podía ser radiante. Dejando de lado el significado de esa carta y más representando lo que el sol significaba normalmente. Era radiante. Aquellas sonrisas sinceras que daba a otras personas, y lo cálido que a veces podía llegar a ser. La fuerza y la fiereza de esa bestia. Era radiante y molesto.

El por su lado era más cauteloso, e incluso podía decir que el significado de la luna, de esa carta le quedaba como anillo al dedo.

Tantas cosas que le hacían pensar… quería deshacerse de aquello, y por eso terminó por sumergirse completamente en el agua.

Se quedó debajo de esta hasta que el aire se le terminó, al sacar la cabeza del agua volvió a respirar. Quizás así se sentiría algo más en control. Bajo un tanto dejando que el agua le llegara hasta la nariz mientras miraba la superficie de esta. Dándose cuenta de pequeños invitados.

¿Cuándo había lanzado a aquella familia de patos al agua? ¿Había sido la costumbre?

Recordaba que cuando las gemelas eran más pequeñas solía bañarlas con aquellos patitos. Estos evitaban que lo lanzarán al agua para que se bañara con ellas. Y ahora estaban en ese cuarto que estas a veces usaban cuando iban a verlo.

Acerco una de sus manos a uno de esos patitos mientras los miraba. Moviéndolo un poco. Sabia el porque sus padres lo habían dejado a cargo de esas dos, y era para que aceptará su ser, que era un omega. Esperaban que aquello lo hiciera cambiar de opinión, y aunque quería a sus hermanas; la crianza que les dio fue bastante mala… no era bueno criando, y eso fue por culpa de tanta soledad cuando niño.

¿Culpaba a su madre? Si, lo hacía. Sin embargo, no la culpaba por todo lo malo que le había pasado, él se lo había buscado. Aunque había cosas que Kyoko había hecho que le hacían enojar. Su madre le había abandonado de cierta forma, y aunque luego trató de compensarlo con sobreprotección, eso le hizo peor. Tan tarde se dio cuenta de las cosas... que ya no quería nada. No lo necesitaba.

Cerro sus ojos dejando que el agua se llevara todos sus pensamientos. Ya no quería pensar en nada, no quería recordar nada… solo dejarse llevar por lo que ahora acontecía en Ikebukuro y sus alrededores.

Sería divertido el tener más piezas en el juego.

Luego de pasar un rato en la bañera salió de allí, en una toalla para ir a vestirse al cuarto. Igual tenía ropa suya en uno que otro cuarto, era precavido en eso.

Se le antojaba un café, un café algo amargo para amenizar las cosas agarradas en su garganta.

Al llegar a la cocina luego de vestirse encendió la cafetera. No podía dejar de divagar en aquel hombre que estaba en su cuarto dormido.

El olor del otro le llamaba aunque no le gustaba mucho lo dulce. Quizás por ese olor a café le agradaba. Quería matar esos sentimientos atorados en su garganta.

Los pitidos de la cafetera le hicieron despertar. Necesitaba el dejar de darle importancia a sus deseos ocultos. Tomó la taza con café para ir a su escritorio, empezaría con su trabajo. Shiki le había pedido información y esa tarde necesitaba dar un informe.

Lo bueno es que sabía que allí se encontraría una persona con la que deseaba hablar.

Con esos pensamientos en mente inicio su trabajo de manera placentera, sin dar vueltas a aquel asunto del rubio el cual no tenía solución. Era un caso perdido el pensar y tratar de analizar la mente de un animal. No perdería su tiempo.

O eso es lo que pensaba.


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Notitas:

Hola, hola~
Tanto tiempo ¿no?
Bueno, esta es la parte de Izaya, pero tuve que dividir el cap en 2, sino saldría muy largo.

Ya habíamos visto el lado de Shizuo sobre los alfas, ahora es Izaya quien indaga más en la naturaleza de los omegas y el como se comportan. Además de ver el despertar de este y su pelea interna por sus instintos.

Me demore algo en escribir el capitulo, pero como siempre la música ayuda demasiado :3

Debería estar dibujando, pero quería escribir hoy.

Animales de Cristal (Omegaverse) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora