Bajos Instintos

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Estaba ya trabajando, sentado en la silla giratoria mientras miraba su computador, escribía con su mano izquierda mientras que con la derecha tenía sujeto su celular.

Un ruido se escucho en su departamento. Aquellos pasos ya los conocía… la bestia había despertado.

Como siempre, no fue necesario hablar o algo. El otro solo se dirigió a la cocina, lo más probable que fue por una de las botellas de leche que habían allí. Últimamente las tenía que reponer una que otra vez, más que nada por si el rubio venia.

Los pasos hacia la puerta, no era necesario el despegar su mirada de sus pantallas. Así eran las mañanas… no cruzaban palabras más que para una amenaza.

—Pulga no vuelvas a Ikebukuro, o te mataré — No pudo evitar sonreír de manera juguetona hacia las palabras del otro. Y fue en esos momentos… solo en esos momentos que despegó su vista de las pantallas.

—Como si fuera a hacerle caso a las amenazas de una bestia — Esas palabras salieron de manera juguetona y cantarina. No pudo evitarlo. Quería molestar al otro.

Pero el rubio solo salió de la casa sin siquiera mirar atrás. Al ver la puerta cerrarse solo se desplomó un tanto en su silla dejando su celular en la mesa.

Toda esa extraña relación le estaba pasando la factura. Solo se puso a dar vueltas a su silla, quería alejar tantos pensamientos enredados de su cabeza. Era una mezcla de emociones molesta, odiaba el sentirla. A como todo iba terminaría enloqueciendo mucho más y esto por culpa de sus instintos.

-Pareces una gata – La voz de su secretaria lo hizo parar de lo que estaba haciendo. La miro por unos momentos, con una mirada algo cansada. No la escucho entrar por estar en sus pensamientos.

-No se de lo que estas hablando Namie-san –

-Que las gatas cuando terminan de aparearse dan vueltas – Dijo la mujer divertida con los brazos cruzados – Y ya que vi a Heiwajima salir de aquí – Lo último lo dijo con una risita; realmente su secretaria hacía asimilaciones bastante extrañas.

-Lo siento por romper tus sueños Namie-san, pero no soy una gata. Además la bestia solo vino a molestarme en la mañana, no se que pulga le habrá picado – Se encogió un tanto de hombros, aunque luego se arrepintió por la punzada que le dio. Llevo una de su manos al hombro derecho que era el más afectado por aquellas mordidas.

-Claro… como digas. Al menos esta vez el escritorio quedó en pie. Aunque no del todo parado – La castaña movió un poco la mesa haciendo que esta se tambaleara algo. Se notaba lo suelta que estaba, se movía como gelatina.

Al azabache no le agradaba la sonrisa que tenía su secretaria, a veces deseaba que no fuera tan metiche.

-¿Puedes pararte? –La vio levantar una ceja, pero aún así está tenía una sonrisa divertida.

-Te dije que solo fue un pelea. Y claro que puedo pararme, no hicimos nada de lo que crees – Deseaba que la otra dejara ese tema de lado, aunque la otra lo supiera, no admitiría que se encamaba con el rubio.

-Claro, claro. Lo que digas – Aún y cuando su secretaria lo dejó en paz, podía ver su sonrisita en el rostro.

Siguió con aquel trabajo tratando de no prestar m atención a aquella mujer, o a sus molestos pensamientos.

No se demoro mucho en tener ordenada la información. Estaba todo listo, sabía que es reunión era importante; todo se estaba poniendo turbio y le molestaba el no estar del todo envuelto; necesitaba entrar de alguna manera a ese nuevo grupo.

-¡Ahaa! – Soltó un grito cuando sintió como unas manos se posaron en sus hombros. El dolor le hizo encogerse mientras se dejaba caer en el escritorio. Sentía la maldita sonrisa de su secretaria. La otra lo había agarrado descuidado, sabía que había notado que tenía los hombros delicados.

-Recuerda tu cita de hoy – La voz de la otra era tranquila, pero sabía que lo estaba disfrutando por la diversión que cargaba la voz de la otra.

-Si… gracias Namie-san… - Susurro aún encogido en su puesto. La otra era una maldita sádica. Le debería bajar el sueldo, se estaba volviendo muy molesta con él.

Se fue a cambiar de ropa, no era una persona que le gustará usar ropa tan formal, pero era algo importante. Ese día hablarían de lo que estaba pasando… además iría alguien de su interés.

-Namie-san llama para que arreglen el escritorio, no deseo que se desarme cuando esté trabajando –

-Como quieras, pero según yo en menos de un mes tendrás que comprar  otro – Se notaba que la otra se divertía con eso.

El azabache solo soltó un suspiro para salir de allí, prefería no seguirle el juego. Por el momento, tenía mejores cosas que pensar que en ese problema de su secretaria.

Al salir del edificio ya lo estaban esperando. Entró al lujoso auto donde estaba Shiki esperándole.

No fue mucho lo que se tardaron en llegar al lugar de la reunión. Se notaba lo serio que era el asunto, sobretodo por la presencia de los altos miembros de los yakuza. Estaban hasta uno que otro aliado del Awakazu Kai… y entre ellos con quien deseaba hablar.

Sin embargo en esos momentos debía dedicarse a la reunión antes de hablar con este. Gente del Awakazu Kai había sido atacada hace poco, una emboscada. Los movimientos extraños estaban siendo parte de aquel nuevo grupo de color… pero era algo mucho más serio. Ese grupo solo estaba usando esa fachada, había algo más… no eran solo parte de un grupo y eso se notaba en como el tráfico de personas había empezado a ser más fuerte. Las desapariciones estaban al orden del día.

De eso se trató toda la reunión y de los movimientos que tenían que hacer. Tenía uno que otro nombre de ese grupo, pero sabía que el líder que por ahora se mostraba era sólo una fachada; aquella persona no tenía las agallas para hacer todo eso.


Al terminar la reunión se fue a la azotea de aquel edificio un rato, pensando en las cosas. Tenía que ver la manera de poder infiltrarse en el otro grupo y así poder observar mucho mejor aquel juego.

Sin embargo… algo no le gustaba de lo que estaba pasando, sentía el peligro recorrer sus venas. Era divertido pero a la vez escalofriante.

El escuchar la puerta abrirse detrás de él le hizo sonreír. Aquellos pasos, uno tras otro de manera suave. El olor de la otra persona era dulce, crema y fresas… como un pastel. Le sintió posarse a su lado mientras ambos miraban a la ciudad. Sin embargo sabía que el otro más miraba el cielo que otra cosa.

-Otra vez hueles a capuchino… ¿Te peleaste con él? –

-La bestia solo vino a golpearme, nada anormal – Fue lo que respondió el azabache con una risita. Nunca contaría a lo que de verdad iba aquella bestia a su departamento por las noches.

-Claro… como digas… - La voz de la otra persona no sonaba convencida - ¿De qué quieres hablar hoy? –

- Mi-chan es perspicaz… -

-La forma en la que me miraste me lo dijo… igual sabes que eres uno de los pocos a los que no les mentiré… tanto – Acotó la voz de aquel joven.

-Lo sé… Mi-chan… últimamente me he estado preguntando sobre los instintos de un omega– El azabache hablo sin pena sobre eso con una sonrisa juguetona mientras se inclinaba un poco en la baranda viendo la ciudad – No hablo de los instintos de una madre omega… tampoco sobre los instintos que te hacen parecer una presa… quiero saber de los instintos más bajos. Yo se que ustedes no son solo un montón de nenas lloronas… hay algo mucho más allá de lo que nadie habla, de lo que nadie investiga – Por fin fijo sus ojos rojizos en el menor.

Quién ahora estaba a su lado era Mirai, un chico de 19 años parte de la familia Yukinokouji. Una antigua familia de Yakuzas de la isla de Hokaido; uno que otro centro de esquí era de ellos. Aunque que sólo era una fachada para el lavado de dinero que se tenía que hacer.

Mirai era el tercer hijo de aquella familia, había nacido como omega por lo que la había tenido demasiado difícil. Para peor eran sus rasgos algo exóticos al ser hijo de una rusa con un japonés. Un chico de cabello rubio platinado y ojos castaños; de estatura algo baja, para ser más exactos 1,57 cm. Parecía mucho más joven de lo que tenía. Pero aquel chico de 19 años era un maldito cabrón, se había aprovechado de un hombre mayor; lo engatuso y se lo quedó. Para no quedar mal aquel pobre diablo que era ya su esposo se tuvo que casar con él. Aquel pobre diablo era Kagerou Minamoto, uno de los jefes de yakuzas que se encontraban en Chiba. La Unión de esos dos había sido sumamente beneficiosa para ambas familias.

El menor sólo soltó una risa ante lo dicho por el otro. Ambos sabían perfectamente que de algún modo podían leerse, eran demasiado cuidadosos como para no hacerlo.

-Iza Iza es divertido… instintos bajos ¿he?... Bueno…  creo que has escuchado de las parejas predestinadas ¿no?... Bueno… Kagerou era la mía… lo supe al solo sentir su olor… y yo por eso quise poseerlo – La voz del menor se escuchaba sin pena mientras se recargaba de espaldas en la baranda – Sabía que si lo dejaba marcarme mis padres lo obligarían a casarse conmigo, y fue divertido usar mi celo ante eso… Todos dicen que los omegas somos presas, pero eso es porque nos educan para ello. Si solo pudieran saber usar su instinto, todo sería más fácil… Se que lo has notado Izaya… el como miro a todos mientras estoy con mi esposo. Los omegas tenemos el instinto más desarrollado para sentir peligro. Si sabes usarlo, puedes proteger a los que amas mucho más fácil, o usar a otros para salvarte –

-Vaya que interesante… y claro que lo he notado, realmente los omegas como tu dan miedo – El azabache no pudo evitar soltar una risita. Él lo sabía hace mucho tiempo que aquel mocoso utilizo su celo para amarrar a aquel hombre, pero sabía que eso era más obsesión que algo como “destino”. Sin embargo, le causaba gracia que el nombre del otro significará aquella misma palabra.

-No tanto miedo como tu obsesión con Heiwajima… ¿Cuándo aceptarás  que estabas celoso de aquella mujer? –

-Te lo he dicho. Entre aquella bestia y yo no hay nada más que odio. La bestia solo tiene que apurarse en morir – El informante hablo tranquilo mientras se encogía de hombros, sin pizca de duda.

Aunque por dentro sintiera un remolino en sus entrañas.

-¿No te sentirás solo cuando eso pase? ... Si ya llevas años jugando al gato y al ratón con él. Te sentirás solo cuando termine ¿no?... Porque anhelas que él sea el único que te entienda… y eso de verdad es una lastima – La voz del menor era tranquila, pero aquellos ojos de color castaño eran como si desnudaran su alma. Pero a su vez cargaban aquella lastima hacia su persona.

-Ese cerebro de protozoo nunca podría entender al gran Izaya Orihara. Es como un neandertal tratando de entender porque hay día y noche –

-Si tu lo dices… - A pasos suaves el rubio se alejo de la baranda, dando uno que otro paso juguetón – Yo si fuera tú… lo amarraría como a un perro antes de que se escape. Lo haría mío por toda la vida, hasta que la muerte los separe –

Se escucho el como se cerraba la puerta tras el azabache. Aún con todo eso no era capaz de hacer algo semejante. Algo tan bajo…

Mirai era interesante, un humano extraño pero divertido; le agradaba de cierta manera lo retorcido de su personalidad, pero… sus consejos no era algo que él seguiría.

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Luego de aquella reunión su cabeza divagaba entre todos esos pensamientos molestos. Mirai era un cabrón, siempre se tenía que andar con cuidado con él.

Al menos ya sabía que no era el único con esos instintos de posesión sobre otro. Pero a diferencia de Mirai el no era alguien que necesitará afecto de otra persona… tampoco obligaría a alguien a estar con él. Su orgullo era mucho mayor que eso.

Quizás si le haría caso en una cosa y aquello era en el peligro que en esos momentos sentía… Todo se movía demasiado extraño. Pero eso era lo interesante de Ikebukuro.

Deseaba encontrar cosas extrañas. Quizás el último juego en el que observaría antes de largarse a otro lugar.

-Por eso extrañaré Ikebukuro -

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Notitas:

Hola~
Me perdí demasiado y es que el trabajo me ha consumido :c
Lo peor es que quedo tan cansada que solo quiero dormir.

Lo bueno es que estuve el fin de semana en el campo y aunque me dio mucho sueño por lo tranquilo del lugar, el relajo y los dulces cantos de los pajaritos hicieron que ordenará mis ideas y pudiera escribir xD

Esta es la segunda parte de "La lune" o mejor dicho la luna. Pero tiene otro nombre porque Izaya quiere ver más allá de todo.

Iza Iza se siente perdido en todo lo que significa ser un omega, aquello es causado por como siempre lo ha negado. Además siempre ha rechazado su lado más animal.

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⏰ Última actualización: Feb 21, 2019 ⏰

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