✒c a p í t u l o 1 5

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-Te esperaré aquí

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-Te esperaré aquí.

-Hace frío, Leo. Mejor entra conmigo.

-No. Debes resolver lo recién sucedido con ella. Adelante.

-Bueno, pero si te congelas no será cosa mía.

-Ajá, anda, aquí te espero.

  Raphael bajó hasta el departamento de la chica. Todo estaba normal, tal cual a como se había ido momentos atrás. Abrió la ventana, debatiendo en su mente si era buena idea discutir el tema o mejor dejarlo para otra ocasión. ¿Qué debía hacer?

–¿Raphael? –vio desde afuera a la chica andando en su silla. Desde lejos podía ver su rostro ligeramente teñido de rojo. Setsuko había llorado.

–¡Rayos! –y la cuestión en su mente desapareció, entrando lo más rápido que pudo para acercarse a la chica– ¿y Karai?

–Hice que se fuera –respondió aún sin levantar la cabeza para mirar a Raphael. No conocía la razón de que su prima y los dos hermanos respondieran de tal forma, pero sentía que había traicionado la confianza del ojiverde. Y se sentía mal por ello.

–Debemos hablar –se agachó, quedando casi a su altura. La tomó de ambos hombros tratando de buscar su mirada, pero ella se negaba– ¿por qué no me miras? Vamos, quiero ver tus ojos –quería conectar sus miradas, mirarla unos largos segundos y después abrazarla–. Oye, lo siento. No fue tu culpa. Seguramente no sabes nada y es mejor mantenerlo así por el momento.

–De verdad, no sabía que ustedes se conocían. Mi prima es algo difícil de tratar y...

–No digas nada más. Después te explicaré todo, dentro de poco –aseguró– estaba molesto y sorprendido, por eso me fui. Pero nunca pasó por mi mente dejar de venir después –con eso, ella finalmente miró a la tortuga, con un gran brillo en sus ojos, a pesar de que estaban hinchados, casi hasta el punto de explotar.

–Creí que...

–¿Que ya no vendría? Tal vez no lo hubiera hecho en una o dos noches hasta que todo se calmara. Dale gracias a mi hermano mayor –la abrazó despacio, quería disfrutar esa cercanía con ella. En ese momento, el abrazo que le estaba dando decía "yo soy tu refugio, no te dejaré a pesar de lo que pase".

–¿Tu hermano sigue aquí? –se separó de él para mostrarle su pequeña pero perfecta sonrisa. Una sonrisa que Raphael comenzaba a querer mirar todo el tiempo.

–Sí. Está en la azotea –ante esa respuesta, la peligris hizo un puchero provocando una pequeña risa en Raphael– ¿qué?

–Eres cruel. Lo dejaste afuera.

–No fue idea mía. Dijo que resolvieramos esto primero.

–Ve por él para que no contraiga una gripe –Raphael se levantó para ir por su hermano. Pensó en lo cálida que era ella. Se preocupaba mucho por los demás, quizás porque eso era lo que quería esperar de alguien: que se preocuparan por ella, sin necesidad de ser considerada una molestia o una carga.

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