Tacos capeados: uniendo fronteras desde tiempos inmemoriales.

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Gabriel entró al departamento como si se tratase de un ladrón en casa ajena. Tratando de no despertar a Lucas, cerró la puerta delicadamente, esperando que aquel niño de actitud tan “especial”, no le molestasen, incluso, cualquier tipo de sonido a mitad de la noche. El imaginarse a Lucas rodeado de oscuridad, con una cara de pocos amigos, como era de costumbre, y un cuchillo en mano le daba escalofríos. Sea como fuese, Gabriel se quitó el abrigo y arrojó las llaves del automóvil quien sabe dónde. Le era fascinante lo tolerante que resultaba al alcohol: había bebido todas las botellas que sus ex compañeros universitarios habían ordenado. Sin mencionar que había fumado casi todos los cigarros de la cajetilla de cigarros más grande que había visto jamás. Todo esto, con la esperanza de que el nuevo inquilino que tenía en su casa, estuviese dormido toda la noche, pero ¡Oh sorpresa! O un fantasma fue a mitad de la noche al OXXO y compró pan blanco y Nutella, o el pequeño Lucas había ido por un aperitivo a mitad de la noche. Eso quería decir que había descubierto que su nuevo tutor había escapado de su responsabilidad tutoriana (Gabriel no estaba muy seguro si esa palabra existía en realidad), y había ido de fiesta al bar más exclusivo de toda la ciudad a beber sin control como el maldito alcohólico desenfrenado que era. Pero, ¿por qué descubriría eso?  Probablemente pensó que fue a ver a su abuela a punto de morir al hospital, si, seguramente pensó eso. Esa sería su excusa porque si Lucas iba con el chisme a su querida hermana con problemas de personalidad quién sabe qué le pasaría y, peor aún, la oportunidad de qué Lucas venda su famosísima historia a la compañía Wilson se iría al caño, de la misma manera en que se va el vómito después de una borrachera desenfrenada como la que había tomado Gabriel.

Trató de pensar con claridad, fue al baño, se preparó para dormir y se metió a la cama sin preocuparse de lo que, su querido tutorado (y esa si era una palabra, según Gabriel), estuviese haciendo. Preocupado, se levantó de la cama y fue a la habitación gris de Lucas, porque si, era gris. La habitación no tenía relativamente nada, Gabriel no era el mejor decorador, por algo se había dedicado a programar videojuegos y demás. Probablemente, después de este pequeño incidente, deberá de comprarle a Lucas un castillo para que el contrato no se pierda. Verificó si el mocoso estaba metido en la cama, y al parecer así era, por lo que volvió a su habitación y se acomodó para soñar con el espantoso e incómodo día que sería mañana.

Hasta ahora, no sabía por qué había aceptado ir a emborracharse con un grupo de ineptos que solo veía una vez cada seis meses. Si, le caían bien, y si, tal vez si sabía por qué había ido: no podía vivir sin tomar o fumar o cualquier cosa que implicara ser un adulto responsable.  Tampoco es que tomase todo el tiempo, esperaba pacientemente hasta el fin de semana para acabarse todas las cervezas de todos los supermercados de la ciudad.  Y este sábado no sería la excepción. Por más adulto responsable que tratase ser. Era una tradición tomar los sábados, lo era. Solo tenía veintisiete años, era joven y agraciado, la vida solo se vive una vez y eso era todo. Probablemente, escuchar a Lucas llorar le había conmovido un poco, por eso no le dejó solo hasta que se quedó dormido, o al menor eso aparentó el muchacho. Gabriel pensaba que Lucas no era de los que se despertaban a mitad de la noche a comer, pero después de todo, era un adolescente y un escritor, lo suficientemente hipster como para ir a mitad de la noche a un Starbucks y comprar un descafeinado, pero, para la desgracia del menor, no había Starbucks abiertos a mitad de la noche en aquel puerto fúnebre en el que vivían. ¿Será que la Nutella era un alimento también de los marginados sociales? ¿La Nutella sabía buena con pan integral? Y a todo esto, ¿vendían Nutella en el OXXO? Gabriel terminó en el país de los sueños, viajando con aquellas interrogantes.

“¡Despierta!” decía una voz, tan chillona y masculina a la vez. “¿Será que quedé en manos de un travestí prostituto de nuevo? “¿No piensas despertarte? Arruinarás mi vida de nuevo.” La voz era demasiado aguda como para tratarse de un hombre usando una peluca colorida, por lo que no le quedó más remedio que abrir los ojos y acostumbrarse a la luz artificial que emanaba la ostentosa araña por arriba de su cabeza.

"Quisiera encontrar mi tren algún día" [Gay/Yaoi]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora